La voluntad popular se impuso y AMLO será el próximo presidente de nuestro país, con amplio margen de diferencia que lo respalda; también Morena se llevó las gubernaturas de Chiapas, Veracruz, Tabasco y una mayoría en el congreso.
Obrador y Morena lograron capitalizar el descontento y hartazgo producto de la precarización de la vida derivada de 32 años de gobiernos neoliberales en nuestro país, así como por la implementación de 11 reformas estructurales y el aumento de la violencia, impunidad y asesinatos en el gobierno de EPN.
El partido Morena y su principal dirigente AMLO gobernarán al país por lo próximos 6 años; ellos se presentan y son caracterizados por muchos, como un gobierno de “izquierda”, sin embargo desde el GAR caracterizamos a Morena como un partido de acceso al poder por la vía electoral, de centro; que buscará la “reconciliación” de los ricos y los pobres, de empresarios y trabajadores.
Desde nuestra perspectiva, lo anterior tiene sus limitantes, ya que para poder otorgar mejores condiciones de vida al pueblo pobre, necesariamente hay que trastocar los intereses de los empresarios y de las familias que concentran el 99% de la riqueza de nuestro país.
El 20 de noviembre del 2017, Morena presentó su Programa de Nación y unos de sus ejes más débiles desde nuestra perspectiva, fue su propuesta para las mujeres.
El programa cuenta con un apartado llamado “Equidad de género”, que se resume en la siguiente frase “Se ha buscado que este Proyecto de Nación considere en todas sus partes el principio de la equidad de género”, de aquí en adelante la mayoría de las propuestas tienen explícito la búsqueda por la equidad entre hombres y mujeres, es decir busca la paridad de género, lo que hasta el momento ha cumplido, por ejemplo en su propuesta de gabinete así como en la conformación de sus equipos de senadores y diputados, a continuación discutiremos las limitantes de esta iniciativa.
El programa de Nación de Morena, aborda de manera superficial la problemática de las mujeres, toca solamente lo políticamente correcto y lo que está en boga, “la paridad de género”, desde nuestra perspectiva el aumento del cupo femenino es un encubrimiento de la vulneración de derechos que sufren las mujeres.
Si la intención fuera promover un mayor protagonismo social y político de las mujeres, deberían atenderse entonces las causas sociales y materiales que nos colocan en un lugar subordinado dentro de esta sociedad, lo que promueve Morena y lo demás partidos es un encubrimiento de la vulneración de derechos que sufrimos a diario.
En el programa de Nación de Morena no se habla de temas fundamentales para garantizar la autonomía y libertad de la mujeres, como el derecho al aborto, a una maternidad libre y voluntaria, así como una educación sexual; no habla de la grave problemática de los feminicidios, que diariamente nos arranca a 7 mujeres en nuestro país; de la brecha salarial entre hombres y mujeres, del trabajo doméstico y la doble jornada laboral que realizan a diario miles de mujeres; y así se omiten una serie de problemas que son fundamentales a tratar para cualquier partido u organización que se quiera plantear como un referente y alternativa de transformación para las mujeres.
Lo anterior se suma a las declaraciones que AMLO dió en su campaña, de que pondrá a “consulta” el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y por si fuera poco – ¡para cerrar con broche de oro! -, la alianza con el partido ultraconservador PES, quiénes gracias a la alianza “juntos haremos historia” tendrán 5 senadores y 58 diputados en la siguiente legislatura, todo estas cuestiones constituyen limitantes, que hacen cuestionarnos el avance de los derechos de las mujeres que se podrán tener en el próximo gobierno.
Paridad de género en el Senado y Cámara de diputados
Uno de los triunfos que se ha celebrado por varias feministas en los últimos días, es la “paridad de género”, que se ha logrado en estas elecciones en la cámara de senadores y diputados; si bien es de celebrarse que exista una inclusión de las mujeres en los espacios políticos y públicos que han sido históricamente ocupados por hombres, es falso que sólo por haber la mitad de mujeres en ambas cámaras nuestros intereses estarán representados en el gobierno entrante.
Hay que recordar, que no sólo con el hecho de ser mujer, se adquiere de manera automática una posición feminista o una posición que represente los intereses del 99% de las mujeres.
La posición política de una mujer se construye socialmente, por decisión propia y colectiva, una no nace con ella, ya que no está codificada en nuestro genes. Si bien todas las mujeres al vivir en este sistema patriarcal, hemos vivido la opresión y sumisión que este sistema pregona a través de sus diferentes instituciones y por lo tanto se cree somos “conscientes” o “sensibles” de esa problemática; es importante resaltar que las mujeres vivimos esta opresión de manera diferenciada y también atravesada por la explotación de clase y raza.
No es la misma opresión y explotación que vive una mujer indígena pobre, a la que vive una mujer rica, esta última podrá vivir violencia por parte de su pareja o tener un menor reconocimiento que el de un hombre en un puesto de poder, sólo por ser mujer, pero no vive una explotación económica, ni una discriminación y falta de oportunidades por una cuestión racial. Un ejemplo concreto de lo anterior es el caso de Marichuy y el de Margarita Zavala, ambas mujeres que contendieron a ser aspirantes a la presidencia de la República en estas elecciones y que dieron propuestas diametralmente opuestas, que representaban a mujeres de distintos sectores de nuestro país.
De ahí la conclusión de la feminista Cecilia Toledo “El género nos une pero la clase nos divide”, en la que sintetiza que la opresión que viven las mujeres se ve atravesada diametralmente por la cuestión de clase y raza que nos hace plantear a las mujeres pobres una salida política a nuestra opresión y explotación opuesta a la de mujeres poseedoras y muchas veces también explotadoras.
Derivado de lo anterior las mujeres tenemos que ser muy cuidadosas y críticas para no apoyar los proyectos y programas políticos para “las mujeres”, que levanten las senadoras y diputadas de la próxima legislatura, “sólo por el hecho de ser mujeres”.
Desde nuestra perspectiva el apoyo, no debe reducirse “sólo a son mujeres”, si no al posicionamiento y programa político que levanten. La alianza entre mujeres debe ser una alianza política que ponga por delante un programa y compromisos, y no sólo la alianza de “género o de sexo”.
Martha Tagle y Patricia Mercado, esta última apoyada por Martha Lama, pertenecientes al partido Movimiento Ciudadano, ya han declarado que avanzarán con agenda feminista y Martha Tagle por el otro declaró que buscará realizar una bancada de mujeres, con lo que buscarán capitalizar al movimiento de mujeres de nuestro país y ser la “voz que nos represente en el congreso”.
Si bien el hecho de que haya mujeres que se reivindican con una posición “feminista” en el congreso y que pueda ser que levanten posiciones o problemáticas que no han sido tocadas desde Rosas Rojas sostenemos que las Mujeres no debemos depositar nuestras fuerzas y aspiraciones de cambio en el gobierno entrante, ni dejarnos engañar por la ilusoria representación de nuestros intereses en la cámara de diputados y senadores ante la paridad de género que se logró en esta elección. No hay que perder de vista la utilización histórica que ha existido del movimiento de mujeres por parte de mujeres en puestos políticos para obtener beneficios personales y más puestos de poder.
A pesar que reconocemos que el gobierno entrante, con sus múltiples limitantes, sí constituye un cambio positivo en la administración del Estado mexicano, respecto al PRI, PAN y demás partidos, sobre todo representa un respiro en términos de libertad de expresión y actividad política.
Sostenemos que frente a la desmovilización que se producirá producto de la “conclusión política” por una parte de la población de que “nuestros derechos”, estarán representados por las senadoras, diputadas, el presidente y el gobierno en general; es importante mantener una independencia política sobre todo de los que nos hemos desarrollado en la izquierda independiente, que nos permita tener una postura crítica y mayor libertad de acción, frente a las decisiones que emprenda el gobierno de Morena; lo que no impide tener un diálogo abierto y fraterno con las bases de Morena para que juntos y de manera diferenciada le marquemos el paso al gobierno de Obrador, para que le rinda cuentas al pueblo que lo puso como presidente de nuestro país.
Movimiento de mujeres con independencia política
Ante este nuevo escenario político en nuestro país, las mujeres tenemos el desafío político de levantar un movimiento de mujeres en las calles con independencia política, que luche de cara contra los feminicidios, que peleé por la legalización del aborto en todo México y por una educación no sexista en todos los niveles educativos, que abone a cambiar el paradigma de cosificación y subordinación que este sistema pregona de las mujeres a través de sus instituciones.
Un movimiento que ponga por delante un programa político que represente los intereses de las mujeres pobres, indígenas y mestizas, lesbianas y heterosexuales, que se genere derivado de un debate amplio y democrático, con una alianza política por mejores condiciones de vida para nosotras, porque nos queremos vivas, porque nos queremos libres, felices y sin miedo.
Por último resaltamos que las mujeres en este gobierno no contamos con una figura política que defienda nuestras demandas, por limitaciones políticas que impiden presentarnos a las organizaciones independientes en las “elecciones”, y muestra de ello fue el impedimento a Marichuy de postularse como candidata independiente; por lo que es necesario organizarnos y movilizarnos para tener a verdaderas representantes feministas en el congreso.
Sin duda tenemos el desafío de buscar una reforma política que permita a la izquierda independiente y a las mujeres de la clase trabajadora presentarnos en las elecciones, dejando claro que nuestra intervención en el congreso consiste en reforzar la lucha contra el régimen social opresor y su Estado, no en avalarlo como aparato de dominación.
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