SUDÁN: La revolución apenas comienza

Julián HR

El presidente Omar al Bashir gobierna a Sudán  a punta de fusil desde 1989, después de 30 años de un gobierno reaccionario y autoritario, el pueblo de Sudán ha expresado el límite de su paciencia, con base en las multitudinarias protestas, convocadas desde diciembre de 2018 aún teniendo que enfrentar actos represivos, lograron que el 11 de abril del 2019 fuera arrestado el presidente por las fuerzas militares al mando del general y vicepresidente Awad Ibn Auf.

Recordando lo que pasó en Egipto en 2011 cuando los militares hicieron un gesto similar bajo pretexto de estar del lado del pueblo egipcio , arrestando al entonces presidente Hosni Mubarak solo para luego tomar ellos el poder, es por eso que el pueblo sudanés no se ha conformado con los resultados que han derivado de estas protestas, han seguido en las calles y gracias a ello han logrado la renuncia en menos de 24 horas de Awad Ibn Auf, el cual fue cómplice de Omar al Bashir en sus crímenes contra la humanidad. Los militares pusieron entonces a un nuevo general con una reputación menos turbia, Abdel Fattah al-Burhan, quien hasta el momento se ha podido mantener en el poder. Los militares han propuesto crear un consejo militar de transición con un periodo de 2 años antes de convocar a elecciones, las masas han rechazado esta medida, se exige por su parte  que se instaure un gobierno civil de inmediato.

Desde su independencia, Sudán ha sido uno de los países africanos más afectados por los constantes conflictos que se han originado a lo interno , cuyas causas se pueden localizar en su historia desde el momento en que el imperio británico se apoderó de este país en 1899. Con el objetivo de dividir a la población e impedir que surgiera un movimiento independentista organizado en el país, los británicos plantearon formas de gobierno distintas para la región del norte y del sur de Sudán, fomentando las diferencias étnicas y religiosas entre estas dos zonas, logrando que  los habitantes del norte se mostraran más apegados a la cultura árabe y el islam, mientras que los del sur se identificaran más con la cultura del África subsahariana y el cristianismo. Estas diferencias provocarían que desde un año antes de que se independizara Sudán en 1956, estallara una rebelión al sur del país ante el temor de los pobladores de esta región de vivir subordinados a los del norte, quienes ya desde ese entonces mantenían al gobierno en sus manos, por lo que esta lucha estuvo encaminada a obtener autonomía del gobierno central. De 1955 a 1972 ocurrió la primera guerra civil entre el norte y el sur, de 1983 a 2005 la segunda, y de igual forma, desde el 2003, en la región de Darfur al oeste del país, ha existido una sublevación de los habitantes de esta zona, quienes consideran que han sido marginados por las políticas de Omar al Bashir que solo favorecen a la población árabe, rebelión que ha sido duramente reprimida por el gobierno y que ha derivado hasta en un genocidio, lo que ha provocado que la Corte Penal Internacional emita una orden de aprehensión contra Omar al Bashir.

Pero todos estos conflictos no han surgido solo por divisiones étnicas, sino que han sido impulsados por las potencias imperialistas como Estados Unidos, ya que a fin de cuentas, Sudán es un país rico en petróleo, pero la mayoría de sus reservas se encuentran al sur del país, lo que ha hecho que los países coloniales se alíen con uno de los bandos en la guerra civil para obtener trato preferente en la extracción de sus recursos. La segunda guerra civil en este país ejemplifica perfectamente esta situación, ya que al inicio de esta guerra el gobierno de Estados Unidos apoyaba al de Sudán, con el objetivo de tener acceso a su petróleo, y hasta llegó a ser cómplice en un golpe de Estado en 1985 para derrocar a un presidente. Ante la toma de poder en 1989 de Omar al Bashir, un militar que no pretendía ceder ante las ambiciones de Estados Unidos y que traía consigo un gobierno islamista, el país imperialista decidió entonces apoyar las milicias insurgentes del sur bajo el mando del Ejército Popular de Liberación de Sudán, con lo que lograrían en el 2011 causar una secesión del territorio, surgiendo entonces el país de Sudán del Sur. Este nuevo país fue reconocido inmediatamente por Estados Unidos, pero lejos de haber traído estabilidad a la región, lo único que ha dejado es una nueva guerra civil en Sudán del Sur, iniciada en 2013 y que continúa hasta el momento. De igual forma, Estados Unidos financió a los grupos armados en Darfur y aplicó sanciones económicas al gobierno central de Sudán con el objetivo de debilitar el régimen en pleno conflicto con el sur y apoyar a sus aliados de esta región, asegurando así su futuro acceso sobre las reservas petroleras encontradas ahí, reservas que en ese entonces estaban controladas por empresas chinas y francesas. Por lo tanto, debido a que tanto China como Francia tenían intereses económicos en Sudán, los gobiernos de estos países se habían mantenido favorables a su gobierno central y contrarios al de Estados Unidos.

Todas estas guerras interminables han hecho que las riquezas de Sudán se gasten predominantemente en la compra de armamento para las fuerzas armadas y en su entrenamiento, en particular, que un 70% del presupuesto del gobierno se gaste en este rubro, condena al país al subdesarrollo, dejando al pueblo en la miseria mientras que las élites se atrincheran y convenientemente reprimen a la población con las fuerzas de seguridad. El hecho de que la mayoría del presupuesto se gaste en las guerras ha provocado que las condiciones de vida se vean agravadas, y a que una vez perdidas la mayoría de las reservas de petróleo por la secesión del sur de Sudán, se implementen cortes a los subsidios de artículos indispensables para la vida de los pobladores, y a que éstos últimos respondan con protestas masivas en consecuencia. Del 2011 al 2013 la gente salió a las calles, inspirados por la primavera Árabe, en contra del desempleo, de la represión y de la austeridad del gobierno, gobierno que en ese entonces se había atrevido a cortar los subsidios sobre los precios de los combustibles y a aumentar el impuesto sobre los bienes de consumo. Es en 2018 que existe un nuevo acercamiento con Estados Unidos por parte de Omar al Bashir, debido a que este primero quería volver a tener a Sudán bajo su esfera de influencia una vez terminada la secesión del sur, y por lo tanto, en primera, anunció la eliminación de sanciones económicas. En este acercamiento también se reanudó la relación con el FMI (Fondo Monetario Internacional) y se determinó  seguir sus recomendaciones en materia económica, lo que resultó en una devaluación de la libra sudanesa, y con ello, el disparo de la inflación y el anuncio del corte de subsidios en bienes básicos, situación que dio lugar a que la gente saliera a tomar las calles de nuevo.

La historia moderna de Sudán cuenta con varios momentos en donde el pueblo ha salido en masa a las calles y logrado tirar a sus tiranos gobernantes, como en la revolución de octubre de 1964, ahora  una nueva fecha para una nueva revolución podría ser el 2019.

Durante estas insurrecciones populares las mujeres siempre han tenido un papel predominante en la lucha, y particularmente en esta última se ha visto esa participación, debido a que las políticas religiosas fundamentalistas de Omar al Bashir han afectado en especial a las mujeres, poniéndoles una serie de restricciones en sus vidas y haciéndolas objetos de violencia. En este nueva etapa de lucha en la que se encuentra el movimiento popular, no hay realmente una organización que acapare todo el movimiento, aquél con más apoyo hasta ahora ha sido la APS (Asociación de Profesionales Sudaneses), un conjunto de uniones de profesionistas de clase media, pero los trabajadores también se han sumado a la lucha, por medio de una alianza de sindicatos, después de décadas de violencia económica a la que el régimen los ha expuesto. Además, una alianza de partidos de oposición, dentro de los cuales se encuentra el Partido Comunista Sudanés, también han acatado al llamado de la gente.

Actualmente, toda esta gente que se encuentra en la calle busca tener un diálogo con los militares en el poder, pidiendo que se juzgue a los altos mandos,  quienes son autores de los actos más brutales sucedidos durante el gobierno de Omar al Bashir, que se dé fin a las medidas de austeridad implementadas bajo tutela del FMI, y que se conforme un consejo civil de transición que después de unos años de lugar a elecciones libres. Esta última propuesta polémica que ha sido impulsada principalmente por la APS ha dado a que surjan dudas entre la gente sobre quiénes serán los que lideren este consejo de transición, el por qué del tiempo durante el cual debe existir este estado transitorio y sobre la presunta alianza que habría con los militares con fines de proteger este consejo; dudas que muestran los límites de esta asociación para liderar efectivamente una revolución que cambie de fondo al sistema.

En un país que ha sufrido tanto por el imperialismo y las medidas neoliberales del FMI, en donde las condiciones insufribles han hecho a la gente salir en masa, es necesario que el pueblo trabajador tome iniciativa y empiece a organizarse por medio de asambleas en todos los espacios que puedan, haciendo a un lado a la APS, con el fin último de romper con el modelo de dependencia capitalista al que ha estado su país desde que se independizó y fomentar una ola revolucionaria por toda África.


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