Daniel Didier Hernández Machicao
La década de los 60 es considerada por muchos como la época más contestataria del siglo pasado. De la mano con grandes movimientos sociales y de liberación nacional como la lucha contra el Apartheid o las protestas por la Guerra de Vietnam, y de movimientos contraculturales como el rock o los inicios de la revolución sexual. En medio de esto se fue gestando a nivel global un movimiento juvenil y estudiantil que perseguían los derechos civiles, la libertad y el antiimperialismo.
En México, el movimiento tenía como principal objetivo la libertad de los presos políticos detenidos por manifestarse y propagar ideas y la derogación del artículo 145 del Código Penal Federal, el cual regulaba delitos políticos y de disolución social como la de “difusión de ideas que alteren el orden público”. El gobierno del país, encabezado por Gustavo Díaz Ordaz y su secretario de gobernación Luis Echeverría, mostró desde el primer día, su estilo represivo que lo caracterizaría y previo al movimiento estudiantil con el movimiento médico del 64-65, demostrando que durante su mandato no habría negociaciones ni flexibilidad con la sociedad civil, y que las medidas tomadas respecto a la movilización social serían justificadas bajo el argumento de que ésta obedecía a causas y conflictos internacionales.
La lucha estudiantil empezó en Morelia, en protesta contra el aumento de las tarifas del transporte público, la policía se comportaba de manera autoritaria y Ordaz culpó al movimiento para después efectuar la primera ocupación militar en una universidad. Posteriormente, en julio de 1968, una pelea entre una Vocacional y una Preparatoria, generó otro acto represivo por parte del estado, disolviendo con violencia el enfrentamiento e invadiendo la Vocacional 2.
La efervescencia estudiantil era notable y comenzaba a posicionarse como el enemigo del régimen de Ordaz. El conflicto comienza con la toma del ejército de la Preparatoria 1 y con el discurso de Barros Sierra contra la ocupación militar en los planteles universitarios, para ese entonces, ya había más de mil presos políticos y con la formación del Consejo Nacional de Huelga, se le daba forma al pliego petitorio.
Oficialmente eran tiempos de lucha, las calles de la ciudad estaban llenas de militares y la Universidad se transformó en una plaza pública que reunía fenómenos culturales, de libertad y de protesta. A finales de septiembre, el ejército toma Ciudad Universitaria y el Casco de Santo Tomás, derrocando parcialmente al movimiento estudiantil que comenzaba a tener pláticas oficiales con representantes del gobierno. Debilitados por la ocupación militar, los líderes convocaron a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, la cual ya estaba rodeada por tanques y en cuyas azoteas se encontraba el Batallón Olimpia, un grupo paramilitar, caracterizados por un guante o pañuelo blanco, que buscaba la “seguridad y paz” durante los Juegos Olímpicos próximos a celebrarse. De pronto, una bengala en el aire marcó el inicio de los disparos, provenientes de las azoteas y del tercer piso del edificio Chihuahua en donde los oradores se encontraban ya en el piso. El ejército atrincherado a las afueras de la Plaza, con la orden y justificación de evitar que los estudiantes tomaran la Secretaría de Relaciones Exteriores, entró y formó parte de los disparos que duraron más de una hora.
La represión escaló más allá de los disparos, el gobierno cortó líneas de comunicación, negó el acceso del personal médico, reprimió a los fotógrafos y periodistas y posteriormente, la policía impedía el paso de los familiares a los hospitales, quienes, desesperados, buscaban a sus familiares. Pero el principal cómplice de la represión, fue la prensa, quienes anunciaron únicamente 20 muertos.
A 51 años de la lucha estudiantil, el legado que nos ha dejado es muy extenso, pero la responsabilidad que tenemos es aún mayor. Frente a un nuevo régimen que promete respetar la libre expresión y la democracia, nuestra obligación como estudiantes y civiles es exigir y asegurarnos que el estado nunca más vuelva a reprimir la libertad de expresión y ningún otro derecho. Los sucesos del 68 son un recordatorio que demuestra hasta dónde puede llegar un régimen autoritario, pero principalmente es un promotor de lucha por la democracia, la libre expresión y la libertad. El movimiento debe tomar más fuerza que nunca y luchar por las demandas actuales de jóvenes y estudiantes.
Este 2 de octubre movilízate con la Juventud Revolucionaria y SÚMATE!
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