Actividades en línea como respuesta al COVID-19

Alejandro Romero y Karen Molina

La educación a distancia surge en México como una táctica para tratar rezagos y acercar la educación superior a zonas marginadas y de esta manera ofrecer una mayor educación a toda la población. En la década de los setenta el sistema de educación superior desarrolló un incremento en centros educativos y las capacidades del estado fueron rebasadas por la masificación no planeada de las universidades públicas. En 1972 la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) plantea el Sistema Universidad Abierta (SUA) como la oportunidad para jóvenes de todo el país para continuar con su formación educativa de igual forma este sistema abría la posibilidad a trabajadores a los que les sería imposible por su ritmo de vida el sistema tradicional.

Después con la extensión en los espacios educativos de las tecnologías de la información y la comunicación (TICS) se presenta el e-lerning. Modalidad que nace a lado de la promesa de atender el problema de la masificación además de buscar brindar educación de calidad y garantizar un acceso equitativo.

En los ochenta el sistema de educación superior tuvo un cambio por la reducción del financiamiento a las universidades públicas y a la inversión en investigación y desarrollo. A pesar de la situación por la reducción a finales de la década se inicia la primera fase de desarrollo de la televisión educativa vía satélite para fortalecer la educación superior a distancia, y en particular la formación continua a nivel profesional. En los noventa, se intensifican las políticas de restricción financiera y evaluación de las universidades públicas, bajo el marco de cumplir con los acuerdos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Canadá, Estados Unidos y México. El «Programa de Desarrollo Educativo» trazó un plan estratégico para promover el desarrollo de la infraestructura de redes de telecomunicaciones para impulsar la expansión de la educación superior a distancia a nivel nacional y regional.

En la primera década del siglo XXI se dio continuidad a las reformas estructurales del sistema de educación superior iniciadas en las dos últimas décadas del siglo XX. El «Programa Nacional de Educación» y el «Programa Sectorial de Educación» plantearon políticas para llevar a cabo reformas en las universidades públicas para impulsar la internacionalización de la educación superior.

El avance de la educación a distancia en México ha sido lento, pues a la fecha es considerada por muchas personas como educación de baja calidad. No se puede mentir que ha crecido con serias limitaciones de infraestructura, planeación y recursos; en muchos de los casos por imitación de otros modelos y no con base en estudios de necesidades y condiciones reales dejando a un lado ser alternativa viable y de calidad para muchas personas que se encuentran inmersas en dinámicas laborales, familiares y sociales que les impiden acceder a la educación convencional.

Con la llegada de la crisis sanitaria por Covid-19 en México el sector educativo se ve en una encrucijada compleja por los diferentes niveles que está inmerso este importante sector. Ante esto diferentes instituciones educativas llevaron tanto a estudiantes como profesores a una virtualización con el fin de que el ciclo escolar no se detenga esto es un enorme reto ya que el sector educativo parece poco preparado para enfrentar al Covid-19 en un contexto de deficiencias, corrupción y negligencias que se han tolerado al pasar de los años, y que hoy están pasando factura a la adaptación digital, infraestructura, acceso a internet y una estrategia para garantizar la enseñanza de calidad.

Las “clases online” han presentado diferentes problemas de adaptabilidad de cursos presenciales, a las diferentes plataformas y medios de comunicación que existen actualmente. Este proceso de llevar contenido presencial a un aula virtual ha cambiado completamente la dinámica de aprendizaje y enseñanza puesto que el modelo educativo presencial no cuenta con la capacitación para virtualizar la interacción entre docente y alumnado, esto lo vemos reflejado en diferentes factores desde el acceso a los materiales, tipo de materiales, acceso a las aulas virtuales y la retroalimentación que ha sido muy escasa.

Aunado a esto, una problemática demográfica importante a considerar en esta virtualización de las aulas es el acceso a la tecnología necesaria para poder tener estas “clases online”. En México en 2017 según datos de INEGI apenas el 50.9% de la población nacional tenía acceso al internet en sus hogares agregado a esto solo el 45.4% de nuestra población tienen disponibilidad de computadoras en el hogar. Además, el acceso a internet se concentra en las poblaciones urbanas, lo cual deja de lado una vez más en materia de educación, al sector rural y semiurbano de la república mexicana.

A mediados de marzo del presente año tras el aumento de casos de infección por COVID-19 en México, la UNAM atendió al llamado de la medida de sana distancia y el pasado 16 de marzo publicó un comunicado donde llama a la suspensión paulatina de clases desde el martes 17 para que desde el 23 de marzo toda actividad dentro de la universidad quede suspendida, como respuesta inmediata ante la emergencia de salud pública nacional. La UNAM tomó la decisión de migrar sus aulas a la virtualidad; esto ha sido una decisión frívola por parte de las autoridades dejando en evidencia su incapacidad de análisis y poca empatía con el alumnado ya que es irresponsable ver como opción las clases en línea, que además no se considera la situación de las y los alumnos ante el e-learning.

Además con la campaña que lanza la universidad #LaUNAMnoseDetiene, muestra una supuesta unidad, empatía y solidaridad entre la comunidad universitaria, pero deja de lado al profesorado  que no ha sido capacitado para el acceso a estas aulas virtuales, además el rezago de las y los estudiantes que no cuentan con las herramientas para llevar a cabo este tipo de educación.

Impulsar el e-learning en medio de esta situación es contradictoria ya que al no contar con acceso a internet en el hogar obligaría al estudiantado acudir a cafés internet para intentar conectarse a una “clase” en línea; lo cual implicaría romper las medidas de sano distanciamiento exponiendo a la matrícula estudiantil y exponiendo a sus familias a contagios debido a las indicaciones académicas que no toman en cuenta el perfil de su matrícula.

Es necesario señalar que estas clases en la mayoría de los casos están mal diseñadas, improvisadas y dejan de lado los objetivos de aprendizaje especificados en los planes de estudio debido a la poca capacitación del personal académico y la propia infraestructura de la universidad. Las clases online se convierten solo en  actividades de una plataforma digital y no constituyen lo que en el entorno pedagógico se conoce como educación en línea o a distancia, pues se alejan mucho del modelo que la propia universidad tiene para dicho fin, el SUAyED. Estas actividades no sustituyen la impartición de clases presenciales, pues lo que busca este sistema educativo es la transmisión de conocimientos a través de medios de comunicación por un sistema pedagógico que permite soslayar las limitaciones de espacio y tiempo, potenciando el autoaprendizaje, la interacción y la flexibilidad

Mientras más se alarga el periodo de sana distancia, las deficiencias de las actividades en línea se agravarán cada vez más, especialmente en las actividades prácticas y, pese a que dichas actividades generarán elementos para la evaluación semestral no cumplirán con el objetivo fundamental de nuestra educación, el aprendizaje y la formación integral de profesionistas útiles a la sociedad.

En medio de esta situación de emergencia de salud pública y de promoción de actividades digitales continúan sin solución las demandas de las mujeres que desarrollaron paro de labores desde hace más de 5 meses en la Facultad de Filosofía y Letras, Ciencias Políticas, Psicología y demás prepas y CCHs, con pliegos y consignas legítimas contra la antidemocracia, la violencia generalizada y la inseguridad que viven cientos de universitarias, obligando a levantar algunos paros por intimidación y presión sanitaria. Las autoridades de esta institución, lejos de dar respuesta a las exigencias de las estudiantes, han criminalizado y deslegitimado sus protestas; invalidan las denuncias de las mujeres usando un discurso con el que aparentan tener un compromiso por erradicar la violencia de género, pero es muy claro que este compromiso no es para la seguridad de las mujeres. Con la respuesta que han dado todos las funcionarios de forma evidente, pero, también un discurso oculto, es que en realidad están aprovechando esta oportunidad para simular que se preocupan por la educación y salud de las y los estudiantes, y por otro lado siguen encubriendo dentro de los planteles a los acosadores.

Si la UNAM, como lo ha manifestado en diferentes comunicados, le interesa realmente la educación, la seguridad, salud, el aprendizaje y la formación integral de su comunidad debe tomar medidas mejor pensadas y estructuradas encaminadas a una recalendarización del semestre donde se cumplan los objetivos de aprendizaje, se respete el modelo educativo y garantizar el ejercicio pleno del derecho de la educación. La UNAM al seguir externando su preocupación por la situación de salud y seguridad de la comunidad, debe entonces atender las demandas pendientes de las mujeres organizadas. La situación de alerta por el Covid-19, no puede servir de mecanismo de invisibilización ni de desgaste para alargar la falta de respuesta ante la violencia, inseguridad y antidemocracia que las estudiantes viven día con día.

Desde la Juventud Revolucionaria hacemos un llamado a los y las jóvenes de cada escuela, facultad y universidad a organizarnos y luchar por condiciones reales y para todas y todos, que nos garanticen la educación y su pleno ejercicio pongamos en agenda nacional la generación de políticas que puedan reincorporar y dar continuidad a estudiantes en posible situación de abandono escolar. Debemos exigir ajustes presupuestales y un uso adecuado de los recursos canalizados al sistema educativo para encaminar el proyecto de desarrollo de plataformas y mecanismos para enfrentar futuras contingencias además en el marco de la presente crisis sanitaria el estado a través de los principales proveedores de internet vía teléfono celular debe garantizar un plan gratuito de datos específico para fines educativos. En coordinación, asesoría y acompañamiento del sector de la docencia se debe realizar un ajuste al calendario escolar y adecuar programas para alcanzar los objetivos de aprendizaje en el presente ciclo escolar. Luchemos en defensa de la educación pública, democrática y de masas a todos los niveles educativos. Luchemos por condiciones para que todas las mujeres que formen parte de la comunidad universitaria puedan trabajar y estudiar en paz, libres de violencia de cualquier tipo.

¡Las actividades en línea no son clases!

¡Por una recalendarización del semestre!

¡No uses el COVID-19 como excusa para seguir protegiendo acosadores!

¡Por una universidad al alcance del pueblo!

¡Por una universidad libre de violencia hacia la mujer!

¡Resolutivos a las demandas de violencia contra las mujeres!

Referencias:

    Amador Bautista, Rocío. (2012). 40 años del Sistema Universidad Abierta de la UNAM: Crónica histórica. Perfiles educativos, 34(137), 194-212. Recuperado el 21 de marzo de 2020, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982012000300012&lng=es&tlng=es

•    Zubieta, Judith & Flores, Freixas. (2017). LAS PROMESAS DE LA EDUCACIÓN A DISTANCIA EN MÉXICO. Recuperado en 21 de marzo de 2020, de https://www.researchgate.net/publication/333614187_LAS_PROMESAS_DE_LA_EDUCACION_A_DISTANCIA_EN_MEXICO

    ENTS. (2016). ¿Qué es el CSUAyED? Recueperado el 11 de marzo de 2020, de https://www.entsadistancia.unam.mx/ents/index.php/es/que-es-el-csuayed 


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