LA BOLIVIA INSURRECTA: DE LA COOPTACIÓN DEL NACIONALISMO BURGUÉS A LA ACTUACIÓN INDEPENDIENTE DE LAS MASAS EXPLOTADAS Y OPRIMIDAS.

Claudio Todd

A lo largo de los últimos meses, Bolivia fue el epicentro de las movilizaciones de masas en América Latina. Las contradicciones económicas y políticas se agravan por la ineptitud del gobierno golpista de Jeanine Añez ante el manejo de la pandemia del Covid-19. Las pretensiones de Añez de mantenerse en la presidencia aplazando las elecciones generales (las cuales originalmente se realizarían en mayo de este año) así como los intentos de ilegalizar al Movimiento al Socialismo (MAS), partido del expresidente Evo Morales, han trasladado los conflictos electorales a la movilización de diferentes sectores populares en contra del gobierno, generándose bloqueos de carreteras en todo el país por casi dos semanas en plena pandemía.

La lucha de clases en Bolivia se ha caracterizado históricamente por ser altamente confrontativa y directa. Los hechos que actualmente suceden no salen de esta lógica. Por esto es necesario un balance amplio de la situación que permita vislumbrar un posible escenario de repotencialización de las movilizaciones de masas en América Latina que desde finales de 2019 venían dándose. En específico para Bolivia, la situación se debe caracterizar profundamente en harás de levantar una política correcta que garantice no sólo la independencia de clase, sino también el triunfo de las movilizaciones, a pesar de los intentos de cooptación  de organizaciones afines a la burguesía como el MAS o cualquier de sus partidos.

¿EL ESLABÓN MÁS DÉBIL DEL CAPITALISMO LATINOAMERICANO?

Los países de América Latina tienen características comunes como el caso de la dependencia hacia el imperialismo o la situación semicolonial. A pesar de esto, hay particularidades que deben ser tomadas en cuenta para el trazo de un programa político capaz de generar una táctica correcta para la superación de las relaciones sociales de producción en cada caso específico. En ese sentido es que primero se hablará de la situación concreta e histórica boliviana.

La formación de Bolivia estuvo ligado a los destinos coloniales de dos virreinatos, el del Río de la Plata y del Perú. Al finalizar esta época, Bolivia se encontró en medio de las grandes disputas territoriales, la más reconocida es la que se dio con Chile en el tercer cuarto del siglo XIX (la Guerra del Pacifico), donde Bolivia perdió su salida al mar y un territorio rico salitre y guano (1).

Geográficamente el territorio es extremadamente diverso. El altiplano se encuentra a más de 4000 msnm. En esa zona se encuentran las localidades más conocidas de este país: La Paz, El Alto,  Uyuni, Oruro, Potosí, Sucre. Además, es en esta zona donde se encuentran los territorios de los pueblos indígenas aymaras y quechuas. Pero tan solo unas cuantas horas por carretera la geografía cambia drásticamente, la altura se reduce y el clima cálido y semitropical aumenta. El lado oriente del país, la llamada Media Luna, se encuentran alturas menores de los 1000 msnm, la ciudad más distintiva es Santa Cruz de la Sierra.

La formación del Estado boliviano está cimentada en su incorporación tardía al mercado mundial y por presiones externas, por lo que los cimientos del capitalismo se dieron a partir de la exportación de minerales, sobre todo del estaño. La zona más rica en esa actividad es el altiplano, donde históricamente la explotación de plata marco la grandeza y caída de ciudades como Potosí. La minería de exportación era sustentada por una gran burguesía exportadora proimperialista que formó durante todo el siglo XIX y parte del XX un Estado oligárquico.

La naturaleza mineroexportadora de Bolivia no formó las presiones internas para desbaratar todos los estadios de precapitalistas que se mantenían, por ejemplo la propiedad de la tierra en manos de terratenientes y la propiedad tradicional indígena. El mantenimiento de esos estadios precapitalista hacían que las relaciones sociales serviles se mantuvieran, donde los indígenas eran obligados a entregar trabajo gratuito a los terratenientes. Esto consolidó una sociedad capitalista altamente racista, donde la cuestión indígena y campesina está fuertemente presente.

La convivencia entre un sector mineroexportador, altamente productivo, capaz de proletarizar a un sector importante de indígenas con relaciones sociales atrasadas sienta las bases del desarrollo desigual y combinado de Bolivia, donde su incorporación al capitalismo mundial es de forma dependiente, basada en la opresión nacional del imperialismo.

La caracterización expuesta hasta este momento es punto de partida para entender la histórica debilidad de la burguesía local para formar hegemonía sobre el territorio. Todo lo contrario, las divisiones entre la burguesías locales y regionales  refuerzas tendencias centrifugas que pudieron fraccionar al país (2). Ese sin duda es un fuerte obstáculo político. Pero, por otro lado, se tiene una población oprimida indígena y campesina que buscan rebelarse ante su condición de parias. La cuestión es que estas insurrecciones quedan mezclados en los conflictos internos de la clase dominante, debido a que siempre podrán atraer a las masas con promesas de mejoras sociales. Pero en este hecho también está planteado la posibilidad de desbordamiento por parte de las clases explotadas.

Debido a los débiles cimientos de dominio interno burgués, Bolivia  representó el eslabón más débil de la cadena capitalista latinoamericana debido a la explosividad política con la que se presentan las contradicciones materiales de la sociedad capitalista boliviana. El hecho por excelencia fue la revolución boliviana de abril de 1952, donde la participación de los obreros de las minas del altiplano fue central, pocas veces vista, deviniendo en vanguardia política de las masas insurrectas que con fusil en mano derrocaron al ejército del viejo régimen oligárquico. En este contexto se fundó la Central Obrera Boliviana (COB), con el objetivo de centralizar a la clase obrera. La claridad política que llegó a tener el proletariado boliviano se expresa  a todas luces en el documento político de las Tesis de Pulacayo, la transcripción de la revolución permanente de León Trotsky a la realidad boliviana (3).

Ante tales tendencias al desborde de la lucha de clases es importante analizar el papel que ha tenido el nacionalismo burgués. Para el caso de la revolución boliviana, la figura del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) se convirtió en la principal camisa impuesta por una fracción de la burguesía hacía las luchas de los explotados y oprimidos. El MNR llega al gobierno gracias a la presión de las masas, pero debido a su condición de clase no termina con las contradicciones capitalistas, más bien las asienta, fungiendo simplemente como administrador de la dependencia, en consecuencia la traición a las masas trabajadoras, campesinas e indígenas es un hecho que sólo había que esperar.

La experiencia de la única revolución obrera en América Latina es sumamente aleccionadora para cualquier organización marxista revolucionario. Aquí yacen las limitantes de las fuerzas de las mismas masas, del proletariado en particular, que muchas veces son atrapadas por las ilusiones del nacionalismo burgués. Aunado a ello plantea la necesidad de la construcción de una dirección revolucionaria capaz de acompañar las rebeliones de las masas e implantar la necesidad de la toma del poder del proletariado como caudillo de los sectores explotados y oprimidos como única forma de resolver completamente las tareas de una nación atrasada como Bolivia, pero también la cimentación para una sociedad socialista.

EVO MORALES. BONAPARTISMO INDIGENISTA: ARRIBO Y CAÍDA.

Hasta este punto ya se ha entendido que el movimiento de masas boliviano contiene potencialidades que la burguesía no sobrestima. Cuando las insurrecciones se presentan, es muy común que la clase dominante opte por opciones nacionalistas burguesas que retóricamente digan estar con los indígenas, con los campesinos pobres y los trabajadores; esto con la finalidad de contener y amaestrar  al movimiento social. Bajo estas premisas se puede caracterizar al gobierno de Evo Morales (2006-2019).

El auge de gobiernos neoliberales, derechistas y abiertamente proimperialistas se da dentro de un régimen democrático burgués que se sustentaba en la distribución del poder entre los principales partidos patronales, vetando cualquier acercamiento con las masas. En este período el capitalismo boliviano entró en una fase de reestructuración y de ajuste en contra de las y los trabajadores. Las privatizaciones del gas, minería, comunicaciones  y agua fueron el gran sello característico.

La resistencia proletaria a todos estos golpes se daría hasta principios del siglo XXI. En el 2000 se dio la gran insurrección de la Guerra del Agua en contra de la privatización del sistema de aguas de Cochabamba. Después se desarrollará la Guerra del Gas en 2005. Este contexto de rebelión puso en jaque al régimen político de tal manera que el gobierno de Sánchez de Lozada fue tumbado.  La situación de despojo y explotación que se acumuló con los gobiernos neoliberales harán que las masas se cuestionen las bases del capitalismo en Bolivia. Ante este contextos convulsos, se empiezan a agrupar las organizaciones sociales, campesinas, indígenas y sindicales para formar el MAS,  el cual proyectaba la candidatura de Evo Morales a la presidencia y la de Álvaro García Linera a la vicepresidencia.

Fue el contexto de rebeliones populares lo que permitió que Evo Morales triunfara en las elecciones con una amplia mayoría del 51% de los votos, dando paso al inicio del gobierno masista en enero de 2006. Esta movilización de masas es la que sostendría la presidencia del primer presidente indígena de Bolivia. El movimiento de masas verá en este hecho un importante avance en la solución de la cuestión indígena, donde figuras antes excluidas por su etnia de la política burguesa tendrán acceso a la administración del Estado. Estas expectativas democratizantes sostuvieron a Morales por 13 años. Sin embargo, el MAS quedará limitado de resolver cualquier problema sustancial del proletariado y de los sectores oprimidos, debido a que no representa una revolucionara que busque superar las relaciones sociales de producción capitalistas.

El gobierno masista es un gobierno burgués de corte bonapartista; que cabalgó entre el movimiento de masas, el proletariado y demás sectores oprimidos junto con la administración de las relaciones sociales capitalistas y de la presencia del imperialismo en Bolivia. Es un gobierno que tras una fuerte movilización de masas, tratará de amaestrar y cooptar a esta misma.

El MAS llegó a la presidencia enarbolando las banderas del movimiento de masas. La primera de ellas es la cuestión de crear un Estado fuerte, con mayor capacidad para administrar los recursos estratégicos del país partiendo de la renacionalización. Esto dotaría al Estado del control del excedente y la base para crear una política que transforme los cimientos de la estructura capitalista atrasada de Bolivia; además de utilizar estos excedentes para redistribuir entre los sectores más empobrecidos.

La cuestión central es que el MAS no rompió con el imperialismo, sólo reajustó los términos de convivencia. Las supuestas nacionalizaciones de hidrocarburos se dieron sin expropiación.  El Estado se limitó a compartir la explotación de los yacimientos con las empresas multinacionales. Por ello la renacionalización de los recursos naturales sólo se cumplió en apariencia, en esencia los privados multinacionales mantenían control del excedente. Este es un ejemplo significativo de la forma contradictoria de operar de un bonapartismo.

Otro aspecto importante que sustentó el patrón de acumulación capitalista boliviano en los primeros años de gobernó masista fue el boom de los  precios de las materia primas (principalmente del gas). Los ingresos fiscales crecieron y se financió la política social. Este hecho condicionó las tasas de crecimiento por arriba del promedio latinoamericano (4) y además una reducción significativa de la pobreza monetaria (5).

Evo Morales al estar sujeto a los designios del capital, no realizó las transformaciones necesarias para cambiar la estructura productiva del país, consolidándose así un modelo capitalista primario exportador. El Estado boliviano aceptó esta realidad, inclusive la presentó como parte de lo novedoso de su proyecto socioeconómico (una “economía plural”). La figura estatal era capaz de pactar la convivencia entre estratos capitalistas grandes, como las ramas exportadoras dominadas por multinacionales, donde se captaba una parte de la renta que se redistribuía a los otros estratos representados por la economía tradicional: los campesinos indígenas, los pequeños comerciantes, etc así como a la industria manufacturera nacional. Como puede observarse de socialista no hay nada en el proyecto político del MAS.

Por otro lado, si bien no hubo un cambio sustancial en las relaciones sociales capitalista, hay que advertir que esa nueva etapa en la acumulación capitalista sólo se podría realizar gracias al papel de contención de la lucha de clases que llevó a cabo el gobierno masista. Un artículo de la agencia BBC mencionó que una de las claves más importantes para la economía boliviana es el tema de la estabilidad y realiza la comparación entre el período de 2000-2006 previo a la llegada de Evo Morales, donde la inestabilidad política, producto de la lucha de clases, tumbó a cinco presidentes (6). La base de esa “estabilidad” fue la cooptación de las organizaciones sindicales y centrales campesinas a la política del gobierno; y la política social y redistributiva del gobierno.

Cabe resaltar que el gobierno de Evo supo controlar a sus adversarios internos, en específico a los intereses de la industria agroexportadora del oriente boliviano. Ese sector de la derecha más racista negoció a espaladas del movimiento de masas con el gobierno durante el proceso de la Asamblea Constituyente; permitiendo así el mantenimiento de su poder regional. Estas concesiones políticas han tenido su contrapartida económica, ya que la burguesía sojera se ha visto beneficiada por la ampliación de la frontera agrícola.

Los primeros años del bonapartismo masista generaron amplias expectativas en las masas. Pero las contradicciones del capitalismo no se eliminaron con pequeños parches, menos cuando estos se basaron en la expansión de precios de materias primas, los cuales son volátiles. La incapacidad política de los gobiernos burgueses de reestructurar  la matriz productiva y exportadora del capitalismo boliviano sólo hace que la dependencia y la condición de semicolonia se refuercen. Con ello además la polarización social típica del capitalismo.

Para el segundo período de Evo Morales (2010-2014) los conflictos entre gobierno y su base social campesina, indígena y de trabajadores se hicieron más frecuente y abierta. Los primeros desencuentros se dieron con los proyectos públicos de infraestructura que sólo beneficiaban al gran capital multinacional. La construcción de carreteras afectaba los territorios campesinos e indígenas. También estaban presentes las luchas salariales del sector público y privado, las cuales se veían reprimidas por el gobierno e incluso por las organizaciones sindicales como la COB, las cuales estaban burocratizadas y estatizadas.

Las entregas a las multinacionales que hacía el gobierno también fueron denunciadas por las y los trabajadores. Por ejemplo, en agosto de 2019, la huelga de trabajadores mineros de las ramas del Zinc, plata, plomo, denunciaba las largas jornadas de trabajo que exigían las empresas transnacionales japonesas.

Para el tercer período de Evo Morales, el cual inicio en 2015, las presiones internas dentro del MAS generaron fracciones. Muchos sectores rompieron, en aras de buscar una representatividad propia y que dejara a fuera los personalismos de Evo Morales. Ya en 2015, el MAS perdía el gobierno de la ciudad de El Alto, un bastión tradicional, dejándola a manos de la derecha.

A esto se le debe sumar la caída de los precios de las materias primas. Por lo cual las presiones hacia la economía aumentaron al caer las exportaciones, así es que el régimen se tuvo que valer de sus reservas internacionales. Lo cual sólo posterga la inevitable crisis que pronto tocaría a las y los trabajadores, debido a los reajustes de la economía, las presiones inflacionarias, la caída del gasto público, etc. Todos esos aspectos son fuente de conflictividad social y el preludio para que ese régimen burgués se desestabilice.

Es en este proceso de descomposición del régimen bonapartista de Evo Morales y del MAS en el que se debe entender las presiones que propiciaron su caída. Estos antagonismos se verán reflejados en el problema de la reelección de Morales, tanto dentro del MAS como en la oposición burguesa. El 21 de febrero 2016 Morales llamó a un referéndum para preguntar si había un acuerdo mayoritario para que existiera un cuarto mandato (cosa que no estaba prevista en la misma constitución que fue aprobada en el primer mandato de Morales), donde el NO a la reelección ganó con un 51.3% de los votos. Pero, la interpretación del Tribunal Superior Electoral (TSE), controlado por el gobierno, fue de que había empate técnico debido a la diferencia de menos de un punto y medio porcentual; por lo cual, era un derecho la reelección. Esto es sólo una expresión del agotamiento que venía forjándose.

La elección de 2019 sería la premisa para una crisis del régimen político bonapartista del nacionalismo burgués.  En primer lugar, una importante capa de su base política se desagrupaba o simplemente dejaba de confiar en el gobierno. El malestar social se veía reflejado en las determinaciones de varios cabildos abiertos donde se llamaba abiertamente a no votar por Evo Morales o realizar un voto de castigo.

La polarización social estaba presente en los indicadores incomodos que advertían que el modelo económico boliviano no era tan exitoso como los organismos internacionales (OEA, FMI, Banco Mundial, CEPAL) y el mismo gobierno presumían. Bolivia mantuvo serios problemas estructurales, sobre todo en lo que tiene que ver con el empleo. El desempleo para 2016 aumentó del 3,5% al 8%. Mientras que la tasa de empleo informal fue de las más grandes de la región, con un 70% del total de los empleos. Es decir, 7 de cada 10 trabajadores bolivianos no tienen accesos a derechos sociales y laborales básicos. En ese mismo sentido, los aumentos salariales han sido los más bajos para 2016.

El malestar social político y económico hizo que los opositores a Evo morales ganen una importante base social, desde los más abiertamente reaccionarios y racistas como Luis Fernando Camacho, representante de la burguesía blanca agroexportadora de la Media Luna, hasta la derecha democratizante y liberal como la del ex vicepresidente Carlos Mesa (6).

CRISIS POLÍTICA: DEL GOLPISMO A LA INSURRECCIÓN DE LAS MASAS.

En un contexto de completo agotamiento del bonapartismo masista se dan las elecciones de octubre de 2019. Evo Morales para este punto nos sólo se vale de su bases social desagrupada, desmoralizada y burocratizada. Ante la inconformidad crecimiento en zonas urbanas y de ciertos sectores sociales que ya no votan por el gobierno, Evo busca socorrerse en los organismos internacionales que supuestamente veían con buenos ojos su modelo económico, como en este caso la Organización de los Estados Americanos (OEA), quien dio el visto bueno a los cambios electorales que se dieron, por ejemplo la ejecución de una elección en dos rondas de acuerdo al porcentaje de votos.

A pesar de tener una derecha dividida en varias candidaturas, los pronósticos para las elecciones de 2019 decían que Evo Morales no tendría un triunfo arrollador. Por lo cual se presentó la posibilidad de que hubiera una segunda vuelta, en donde se enfrentarían las candidaturas de Evo Morales y Carlos Mesa. Esto podría dar pie a una alianza de sectores opositores que venciera al MAS.

Las elecciones del 20 de octubre de 2019 fueron cuestionadas. Esto se debe a que los cómputos en un primer momento daban por resultado un triunfo de Evo con un 45,28% sobre el 38,16% de Carlos Mesa. Es decir, habría una segunda vuelta electoral. Pero antes de la medianoche, el TSE suspendió con el 85% del computos, argumentando que las zonas agrarias alejadas todavía no proporcionaban sus actas correspondientes. Para el día siguiente, se reinició el conteo, que arrojaba una ventaja de Evo más amplia, con un 46,86% sobre el 36,72% de lo obtenido por Mesa. Con ello, al obtener un 10,14% de diferencial se cumplía el requisito legal para que no existiera una segunda vuelta.

La oposición llamó a movilizarse en contra de lo que ellos calificaron como un abierto fraude electoral. Por lo que los días posteriores a la elección fueron de movilizaciones en las ciudades que pedían un no al fraude electoral. Este malestar era la pieza necesaria que los sectores antigobierno necesitaban para tumbar al gobierno de Evo.

Así es como se empezó a fraguar el golpe que terminaría de derrumbar el bonapartismo masista. Las OEA legitimó la consigna del fraude. Ésta veía  de manera oportunista una forma de condicionar la conducta de Evo Morales, obligándolo a que su gobierno estuviera aún más bajo su arbitraje.

El escenario convulso poselectoral y las inconformidades de sectores urbanos que bajo la ilusión del discurso democratizante salían a las calles para protestar por la reelección generó una subida de tono cuando los fascistas ligados a la derecha oriental y racista empezaron una cacería de brujas en contra de personalidades del MAS. A ello se le agrega los motines de la policía en sus cuarteles, abiertamente rechazando a Evo. Para el 10 de noviembre dos importantes piezas del régimen hablaban a favor de la renuncia del gobierno. Primeramente, el secretario general de la COB, quien a pesar de ser un instrumento aliado al MAS en este contexto de inconformidad se plegó por la renuncia del presidente. El otro caso fue la presión de las fuerzas armadas quienes también pidieron la renuncia.

El régimen que 14 años había gobernado Bolivia se caía. La renuncia de Evo Morales fue seguida por la del vicepresidente, por la del presidente de la cámara de diputados y senadores, esto debido a la presiones de las hordas fascistas. Fue esta serie de renuncias las que dejaron un vacío de poder que fue llenado por Jeanine Añez, de un partido de derecha procristiana, proimperialista y racista.

La rapidez con la que estalló la crisis en Bolivia, la explosividad, la intromisión de los organismos internacionales proimperialistas y el uso político de la violencia para torcer el brazo del gobierno, así como la poca respuesta de los sectores progobierno es reflejo claro de todas las contradicciones que se venía acumulando.

La llegada de un gobierno golpista encabezado por Añez abría un nuevo escenario de polarización social. Las masas campesinas, indígenas y trabajadoras, muchas ligadas al MAS, aunque otras de manera independiente, salen a la lucha en contra del golpe. Esas masas son las que pondrán el cuerpo en las calles a pesar de la represión militar y policía. Mientras que los primeros pasos del MAS después del golpe es iniciar un procesos de negociación a toda costa con el gobierno de facto.

El golpe en Bolivia cumplió con el objetivo de sacar a Evo Morales y al MAS del gobierno. Sin embargo, éste no tenía las suficientes bases políticas, a pesar de que se sostenía en las fuerzas militares, como para anular por completo a sus contrincantes del MAS, ni mucho menos a las masas insurrectas que peleaban en las calles.  A partir de estos hechos es que el partido de Evo y el gobierno golpista se irán relacionando, donde la insurrección de las masas se convierte en una moneda de cambio electoral.

BLOQUEOS, HUELGAS…Y EL PROBLEMA ELECTORAL.

Bolivia entra a la pandemia de Covid-19 en un escenario político polarizado y tras una férrea resistencia por parte de las masas hacia el gobierno golpista de Añez. El MAS, al ser un partido burgués que está comprometido con ese orden, no plantean la expulsión de ese gobierno mediante la lucha consecuente de los sectores explotados y oprimidos. Las intenciones masistas están centradas en el tema electoral como “salida pacífica” a la crisis política. Por ello, el aplazamiento de las elecciones so pretexto de la pandemia es un tema que convulsiona a las diferentes fuerzas políticas burguesas; pues en los hechos es la ampliación de Añez en el gobierno, quien además es candidata para las elecciones futuras.

Las tensiones sociales aumentan debido a la incapacidad del sistema de salud boliviano de hacer frente a la pandemia por escasez de infraestructura, de personal y de insumos. En los últimos meses se ha visto la saturación de hospitales y funerarias. Los impactos económicos son altos, debido a que la cuarentena rígida y militarizada por la que ha optado el gobierno es un duro golpe para las masas empobrecidas quienes no se ven socorridas por el gobierno. Por otro lado, también salen a relucir los actos de corrupción y desfalco al erario público.

En este contexto, hay una importante tendencia a que la crisis sea recargada en los hombros de las y los trabajadores. Los despidos y cierres de fuentes de trabajos están al orden del día.

Es así, que ya se empiezan a conjugar los factores necesarios para que las masas se movilicen para hacer frente a las condiciones paupérrimas, tanto sanitarios como económicas, que se dan dentro del capitalismo boliviano y durante la gestión del gobierno golpista.

El primer paso es planteado por la COB y demás organismos sindicales y sociales desde mediados del mes de julio del presente año.  Para principios del mes de agosto, la COB declara una huelga general por tiempo indefinido. Sin embargo, estos pasos estaban siendo tomados a partir de las postergaciones a las elecciones y de los intentos de proscribir al MAS (a pesar de que en las encuestas Luis Arce, exministro de finanzas de Evo, está como virtual ganador). Fue a partir de este estira y afloja entre el MAS y sus sectores afines con el gobierno de Añez, que empezaron a surgir los llamados a una huelga general.

A pesar de lo acotado del contexto en que se da, las movilizaciones son todo un éxito debido a la tradición amplia de lucha del proletariado y de los demás sectores oprimidos de este país. Las modalidades de bloques a carreteras se extendieron alrededor de todo el país. Sin embargo, es importante mencionar que si bien la COB tuvo un papel central en la convocatoria, al ser un llamado con base a métodos burocráticos y no con métodos de amplias asambleas de trabajadores, los paros en los sectores productivos no se vieron. Esto claramente se debe a la limitante electoral con la que nacieron estas movilizaciones.

Los bloques sostenidos de forma consecuente por las masas bolivianas expresaban en su seno no solamente los problemas electorales de los conflictos intraburgueses, sino también una importante tendencia de lucha de las masas indígenas que se desborda debido a que se buscan mejores condiciones de vida que le han sido negadas dentro del régimen del capital.

Añez el 13 de agosto en acuerdo con el MAS fijan la fecha de las elecciones para el próximo 18 de octubre. Estas elecciones estarían vigiladas por organismos internacionales imperialistas. Esto calmó a los diferentes dirigentes del MAS, quienes empezaron a llamar al levantamiento de los bloqueos. Si bien la COB primero acusó de que este acuerdo se hacía a espaldas de las masas insurrectas, al día siguiente aceptó levantar los bloqueos y se declaró en “vigilancia permanente” hasta del 18 de octubre.

En este escenario convulso, las masas indígenas agrupadas en un cabildo abierto en La Paz el 14 de agosto se pronunciaron en contra del levantamiento de los bloqueos, al grito de traición por parte del COB, llaman a luchar hasta que el gobierno de Añez dimita debido a sus actos de corrupción, su ineptitud ante la crisis económica y social y su intentona de ampliar su gobierno de facto. Esto elementos expresan el camino que deben tomar las masas en toda Bolivia.

Para que esto se desarrolle, es necesario plantear una política de independencia de clase, tanto de los trabajadores como de los demás sectores oprimidos. Ampliar las bases organizativas propias de estos movimientos de masas, cabildos abiertos con resoluciones y planes de lucha,  así como asambleas sindicales que no estén controladas por la burocracia que planteen la intervención consciente de la clase trabajadora en la crisis política que vive Bolivia.

Esto debe ser en un marco donde se construya una alternativa de izquierda revolucionara, un partido de trabajadores que plantee programáticamente una política más allá de las luchas electorales entre opciones burguesas.  Sólo a partir de esto, se podrá romper con este ciclo contradictorio en donde las masas bolivianas, a pesar de tener una amplia trayectoria de lucha, como aquí se ha hecho énfasis, éstas se ven cooptadas por las intenciones del nacionalismo burgués indigenista.

Notas:

(1) Otros problemas territoriales que ha tenido Bolivia es con Brasil (la Guerra del Acre de 1899-1903) y la Guerra del Chaco (1932-1935) con Paraguay. En ambas Bolivia perdió territorio y control de recursos naturales estratégicos.

(2) La mayoría de los países de América Latina sufrieron guerras civiles marcadas por divisiones internas entre las clases dominantes y sus representantes políticos. En Bolivia la situación fue extrema, tanto así que sólo fue hasta la Guerra Federal de 1898-1899 en que se enfrentaron las disputas regionales, las cuales ni siquiera permitían el establecimiento consensuado de una ciudad capital. Tras finalizar esta guerra, la capital se dividió entre la ciudad de Sucre (al sur del país) y La Paz (al norte); esta segunda es la verdadera sede de gobierno.

(3) La experiencia boliviana es importante para las tradiciones trotskistas, ya que en ella el Partido Obrero Revolucionario tuvo una importante influencia política sobre la vanguardia proletaria. 

(4)  En el año 2016, Bolivia fue la economía que más creció en América Latina con un 4,3%. Mientras que la región en promedio decrecía 0,9% según datos del FMI.

(5) Según las estadísticas oficiales del gobierno de Bolivia la pobreza extrema se redujo de 38,2% en 2005 a 15,2% en 2018; mientras que la pobreza moderada  igualmente disminuyó de 60,6% en 2005 a 34,6% en 2018.  

(6) Ver en BBC (25 de octubre de 2017), “Bolivia: 3 claves éxito económico del país que más crece en América del Sur”, en https://www.bbc.com/mundo/noticias-41702389

(7) Carlos Mesa, exvicepresidente del gobierno neoliberal de Sánchez de Lozada, se presenta como el único candidato capaz de oponerse a la reelección de Morales. Sin embargo, la historia de colaboración entre Mesa y Morales es amplia, tanto así que en el año de 2013 fue nombrado por el mismo presidente Evo como vocero de la demanda marítima entre Bolivia y Chile ante la Corte Internacional de Justicia en la Haya. Tiempo después de que no hubiera una resolución favorable para Bolivia, Mesa presentaría su candidatura. Paradójicamente los reflectores que tuvo por ser vocero de tal estrategia política del gobierno del MAS, le ayudaron a posicionar su futura candidatura presidencial.


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