Reflexiones sobre la maternidad

Artículo de opinión

Atzin B. Morales 

La maternidad debe dejar de verse como una obligación biológica y social

La maternidad es un tema del que ninguna mujer va a escapar, en reuniones familiares, en el trabajo, con las amigas, en cada nueva entrevista laboral e incluso durante las citas que llegue a tener. Es un tema del que todos tienen una opinión y no temen en darla, sin considerar si la pedimos, la necesitamos o concordamos.

Basta con mirar las películas, comerciales, novelas e historias, con voltear a ver a nuestras madres o vecinas, compañeras de trabajo para notar que todas llevamos la carga de la maternidad, cuidado, crianza y trabajo del hogar no remunerados impuesta. Desde el muñeco bebé con carreola como regalo de reyes hasta en los comerciales de productos de limpieza nos refuerzan el prejuicio de ser amas de casa y madres perfectas.

El movimiento de mujeres ha crecido con fuerza en los últimos años, sobre todo con el surgimiento de la marea verde, volviendo a poner sobre la mesa el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestras vidas,  haciendo reflexionar a mujeres de todas las edades sobre el derecho a eliminar la creencia impuesta de que las mujeres tenemos que ser madres y amas de casa, sin embargo aún hay mucho que trabajar pues en toda América latina se ha mantenido el statu quo que beneficia la idea de la mujer madre/ama de casa y padre ausente en la crianza pero “jefe” y proveedor.

La paternidad favorece a los hombres pero la maternidad afecta la vida laboral de las mujeres

No podemos negar que cada vez más mujeres nos hemos incorporado a la vida laboral remunerada, sin embargo esto cambia cuando la mujer comienza la maternidad, comentarios como “las mujeres dejan el mercado productivo para dedicarse a la maternidad” son comunes, lamentables y completamente errados, pues estas mujeres pasan a ser productivas 24/7 generando un nuevo ciudadano y creando las condiciones favorables para que los trabajadores remunerados puedan realizar sus jornadas, una realidad que nos afecta globalmente –en diversas proporciones- a todas las mujeres, ricas o pobres, pues se nos carga con la responsabilidad de criar ciudadanos responsables, limpios y funcionales al sistema.

No necesito hondar mucho en el tema, las mujeres saben de qué les hablo, muchas han dejado la escuela o el empleo una vez que están embarazadas, a veces por presión social y otras por despido o discriminación problema con mayor proporción de expedientes: 25.76% en 2015 según el COPRED (Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México).

Del mismo modo nos perdemos de oportunidades que se niegan por ser madre o estar a punto de serlo, me contaba una Gerente que me capacitaba hace algunos años que no la promovieron pues aunque el jefe le indicó que era la mejor para el puesto, debido a su “condición” era imposible que pudiera con el puesto, ella tenía 5 meses de embarazo y el jefe solía parecer muy progre llevando a su hija pequeña al trabajo, quizá a sus ojos que lo haga una mujer es ultra vintage.

Despidos injustificados, firma obligada de renuncia, descuentos por llegar tarde, no renovación de contratos son algunas de las consecuencias de los prejuicios de los empleadores  las madres, mientras que a los compañeros que son padres se les considera más responsables y en algunos casos que he presenciado, se les da un ascenso o bono, cuando de por sí a la mayoría ya se les paga más por el mismo trabajo que su compañera (ONU MUJERES), se dice que ellos “ahora tienen una familia que mantener”. Entérense que las mujeres que tienen hijos también tienen una familia que mantener, incluso sin el apoyo del padre de esos hijos, quizá como parte del 9.6% de madres solteras del país (INMUJERES, las madres en cifras, 2018).

Este tipo de actos que diferencian la maternidad/paternidad en lo laboral muestran un pacto entre hombres, algo que en un principio es invisible para todos pero tangible para las mujeres, hablamos del patriarcado.

Si bien es cierto que las mujeres al ser madres cambian completamente, la mayoría se vuelven más eficientes pues su trabajo como administradoras del hogar les brinda herramientas que les permiten trabajar en varias cosas a la vez y retener más información: “el chip de madre”, bromeaba con una compañera de trabajo que asume el papel de jefa de manera natural, así que me sorprende que esas capacidades no sean aprovechadas y se vincule a las madres como faltistas o impuntuales.

La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo estimó para el primer trimestre de 2019, que dos de cada diez madres de 15 a 49 años que son trabajadoras subordinadas y remuneradas cuentan con las prestaciones de guardería y cuidados maternos (INEGI: Estadísticas a propósito del día de la Madre, 2020). Solo dos, la mayoría de las demás mujeres se apoyan en familiares para poder seguir laborando, en el caso en que el marido “ayuda” con la crianza se termina apoyando también en familiares, en otras mujeres, para ser más específicas, y no, las mujeres no tenemos la obligación de ocuparnos por la crianza de la mayoría de los infantes, he ahí la necesidad de exigir por el derecho a la paridad laboral, a que las empresas se hagan responsables con estancias infantiles, permisos de paternidad, pero sobre todo porque los hombres se hagan cargo de sí mismos y tomen su papel en el cuidado y crianza de sus infantes.

A través del tiempo se han propuesto otras opciones, como la de remunerar a las mujeres por el trabajo del hogar y crianza que realizan en sus hogares. Se calcula que el valor económico bruto solo de las labores domésticas realizadas por mujeres en México a un 18% del PIB nacional a precios del mercado, por arriba de los valores de la industria manufacturera con 17%, de los servicios inmobiliarios y de alquiler con 10% y de la construcción con 8%. Del valor económico bruto total del trabajo no remunerado en los hogares la actividad con mayor peso monetario es la de cuidar a otros. Las atenciones que los miembros de la familia mayores de 12 años brindan a niños y adultos mayores tienen un valor monetario equivalente al 7.5% del PIB en el mercado. (INEGI, 2018).

Otra opción es ejercer la crianza colectiva, en la que cada miembro de las sociedad sea progenitor o no, debe contribuir con el cuidado y crianza de los infantes, así pues se evitaría también la generación de “huérfanos”, pues se dejaría de relacionar a la maternidad/paternidad como algo estrictamente biológico, cambiando el concepto de familia (la observatoria, blog, 2017, entrevista con Alicia Murillo).

Considero que mientras vivamos en un sistema capitalista y patriarcal, por tanto jerárquico y discriminatorio, no es suficiente con reconocer, valorar y visibilizar el trabajo de crianza/cuidados que son mayores cuando hay hijos, se requiere que comiencen a asumir la responsabilidad a ambos progenitores en las mismas proporciones.

Si se llegara a remunerar las dobles o triples jornadas de trabajo de las mujeres, ¿cuál sería el salario adecuado?¿en realidad pagarían lo que corresponde?. 

Maternidad y vida social

Con el paso del tiempo y gracias a las diversas luchas sociales se redujeron las jornadas laborales, así el concepto de descanso en las sociedades capitalistas se usa en relación con las jornadas de trabajo como un derecho reconocido por el artículo 123 de la Constitución mexicana de 1917 y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos 1948. A finales del siglo XIX y principios del XX los instrumentos internacionales consagran el derecho al esparcimiento, entendido como el conjunto de actividades con que se llena el tiempo libre, derecho que responde a una necesidad estructural del sistema, esto es, descansar para seguir produciendo y disponer de tiempo libre para el consumo (Mora Donatto, Derecho al esparcimiento, Biblioteca jurídica virtual del instituto de investigaciones jurídicas de la UNAM). 

Sin embargo éste derecho no es igual para todos los ciudadanos, las mujeres de la clase trabajadora carecen de él principalmente durante los primeros años de crianza de sus hijas e hijos, tarea que no tiene un horario definido, además de soportar la presión debida al bombardeo de los medios, de familiares y de la pareja misma, que hacen dudar a las mujeres sobre su papel como madres y por saber “si lo están haciendo bien” cuando no existe una sola forma de crianza y todas las madres se encuentran en situaciones diferentes.

Los seres humanos somos seres sociales y la maternidad no debe ser la única ocupación de las mujeres, al romantizar la maternidad creamos expectativas altas a las niñas y jóvenes que desean serlo, cuando en realidad es un trabajo arduo y constante, que consume tiempo, energía y paciencia de las mujeres principalmente. 

Es importante comenzar a desmitificar el papel de madre perfecta y abnegada para dar paso a la realidad no olvidando aspectos como la vida social de las mujeres, que muchas veces se ve frenada por que no cuenta con el apoyo suficiente de su entorno, lo que genera estados de depresión, resignación, bajo rendimiento laboral o académico y perjudica el autoestima. 

La dinámica social de las mujeres se vuelve otra e incluso las universidades deberían de hacer guarderías para que las madres estudiantes puedan continuar sus estudios, considerando que la tasa más alta de fecundidad se presenta en mujeres de 20 a 24 años (INEGI, 2020). Las instituciones y particulares como museos, cines y exposiciones deberían comenzar a adaptar los espacios para recibir visitas de mujeres embarazadas o con hijos, con espacios como zonas de descanso exclusivas y las condiciones necesarias para que las mujeres ejerzan la lactancia cómodas y seguras (como la implementación de lactarios). Una vez más, es necesario que los padres se involucren en el cuidado y crianza de los hijos para que ambos progenitores puedan disfrutar de su derecho al esparcimiento.

Exigir estos derechos es necesario, el cambio social sobre el tiempo de esparcimiento de las madres debe ponerse sobre la mesa, dejar de confiar en la buena voluntad de los varones, las instituciones y patrones urgente.

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