Michael Roberts[1]
En vista de la pandemia actual, he aquí un primer extracto del próximo libro corto de Michael Roberts sobre la contribución de Engels a la economía política marxista en el 200 aniversario de su nacimiento.
Marx y Engels son a menudo acusados de lo que se ha llamado una visión prometeica de la organización social humana, es decir, que los seres humanos, utilizando su cerebro superior, conocimiento y destreza técnica, pueden y deben imponer su voluntad sobre el resto del planeta o sobre lo que se llama ‘naturaleza’ – para bien o para mal.
El argumento que subyace esta visión nos dice que otras especies vivas son simplemente juguetes para el uso de los seres humanos: hay humanos y hay naturaleza, en contradicción. Esta acusación está especialmente dirigida hacia Federico Engels, quien, según se afirma, adoptó una visión burguesa “positivista” de la ciencia: el conocimiento científico siempre fue progresista y neutral en ideología; y también la relación entre el hombre y la naturaleza.
Esta acusación contra Marx y Engels fue promovida en la posguerra por la llamada Escuela de Frankfurt, que estimó que todo salió mal con el marxismo después de 1844, cuando Marx y Engels supuestamente abandonaron el “humanismo”. Más tarde, los seguidores del marxista francés Althusser culparon al propio Federico de este suceso: para ellos, todo decayó rápidamente un poco más tarde, cuando Engels abandonó el ‘materialismo histórico’ y lo reemplazó por el ‘materialismo dialéctico’, para promover la ‘creencia tonta’ de Engels de que el marxismo y las ciencias físicas tenían alguna relación.
Efectivamente, la crítica “verde” hacia Marx y Engels es que no sabían que el homo sapiens estaba destruyendo el planeta y, por lo tanto, a sí mismos. En cambio, Marx y Engels tenían una conmovedora fe prometeica en la capacidad del capitalismo para desarrollar las fuerzas productivas y la tecnología para superar cualquier riesgo para el planeta y la naturaleza.
El hecho de que Marx y Engels no prestaron atención al impacto en la naturaleza de la actividad social humana ha sido desacreditado recientemente, en particular por el trabajo pionero de autores marxistas como John Bellamy Foster y Paul Burkett. Nos han recordado que a lo largo de El Capital, Marx era muy consciente del impacto degradante del capitalismo sobre la naturaleza y los recursos del planeta. Marx escribió que “el modo de producción capitalista reúne a la población en grandes centros y hace que la población urbana alcance una preponderancia cada vez mayor…. [Este] perturba la interacción metabólica entre el hombre y la tierra, es decir, impide el retorno al suelo de sus elementos constituyentes consumidos por el hombre en forma de alimento y ropa; por tanto, obstaculiza el funcionamiento de la condición natural eterna en la fertilidad duradera del suelo. Entonces destruye al mismo tiempo la salud física del trabajador urbano y la vida intelectual del trabajador rural”. Como dice Paul Burkett: “es difícil argumentar que hay algo fundamentalmente antiecológico en el análisis de Marx del capitalismo y sus proyecciones del comunismo”.
Para respaldar esto, el libro galardonado de Kohei Saito se ha basado en los inéditos cuadernos con ‘extractos’ de Marx, del proyecto de investigación en curso MEGA, para revelar el extenso estudio de Marx sobre los trabajos científicos de la época en agricultura, suelo, silvicultura, para expandir su concepto de la conexión entre el capitalismo y la destrucción de los recursos naturales. (El autor tiene una reseña pendiente sobre el libro de Saito).
Pero también Engels debe ser salvado de la misma acusación. En realidad, Engels estaba muy por delante de Marx (una vez más) en cuanto a la conexión entre la destrucción y el daño al medio ambiente que estaba causando la industrialización. Mientras aún vivía en su ciudad natal de Barmen (ahora Wuppertal), escribió varias notas en su diario sobre la desigualdad entre ricos y pobres, sobre la piadosa hipocresía de los predicadores de la iglesia y también sobre la contaminación de los ríos.
Con tan solo 18 años, escribe: “las dos ciudades de Elberfeld y Barmen, que se extienden a lo largo del valle en una distancia de casi tres horas de viaje. Las olas violetas del estrecho río fluyen a veces con rapidez, a veces con lentitud entre los edificios llenos de humo que sale de las fábricas y los patios usados para blanquear, cubiertos con hilo. Su color rojo brillante, sin embargo, no se debe a una batalla sangrienta, porque la lucha aquí es librada solo por plumas teológicas y ancianas locuaces, generalmente por nimiedades, ni es para avergonzar ante las acciones de los hombres, aunque de hecho hay suficientes motivos para eso, sino simple y exclusivamente se debe a los numerosos talleres de tinturas que utilizan rojo de Turquía. Viniendo de Düsseldorf, se entra en la región sagrada de Sonnborn; el fangoso Wupper fluye lentamente y, en comparación con el Rin que acaba de dejar atrás, su aspecto miserable es muy decepcionante”.
Barmen en 1913

Continúa: “En primer lugar, el trabajo en la fábrica es en gran parte responsable. Trabajar en cuartos bajos donde las personas respiran más humo de carbón y polvo que oxígeno, y en la mayoría de los casos empezando a partir de los seis años, seguramente les privará de toda fuerza y alegría de por vida.”
Conectó la degradación social de las familias trabajadoras con la degradación de la naturaleza junto con la piedad hipócrita de los industriales. “La terrible pobreza prevalece entre las clases bajas, particularmente entre los trabajadores de las fábricas en Wuppertal; la sífilis y las enfermedades pulmonares están tan extendidas que apenas es creíble; solo en Elberfeld, de 2.500 niños en edad escolar 1.200 carecen de educación y crecen en las fábricas, simplemente para que el fabricante no tenga que pagar a los adultos, cuyo lugar ocupan con el doble del salario que le paga a un niño. Pero los fabricantes ricos tienen una conciencia flexible y causar la muerte de un niño más o uno menos no condena al infierno el alma de un pietista, especialmente si va a la iglesia dos veces cada domingo. Porque es un hecho que los pietistas entre los propietarios de las fábricas tratan peor a sus trabajadores; utilizan todos los medios posibles para reducir los salarios de los trabajadores con el pretexto de privarlos de la oportunidad de emborracharse, pero en la elección de los clérigos siempre son los primeros en sobornar a su gente”.
Claro, estas observaciones de Engels son sólo eso, observaciones, sin ningún desarrollo teórico, pero muestran la sensibilidad que ya tenía Engels sobre la relación entre industrialización, los propietarios y los trabajadores, su pobreza y el impacto ambiental de la producción fabril.
En su primera obra importante, “Apuntes para una crítica de la economía política”, nuevamente mucho antes de que Marx analizara la economía política, Engels observa cómo la propiedad privada de la tierra, el afán de lucro y la degradación de la naturaleza van de la mano. “Hacer de la tierra una baratija – la tierra que es todos y cada uno de nosotros, la primera condición de nuestra existencia – fue el último paso dado hacia la transformación de uno mismo en baratija. Fue y es hasta el día de hoy una inmoralidad superada solo por la inmoralidad de la autoalienación. Y la apropiación original – la monopolización de la tierra por unos pocos, la exclusión del resto de lo que es la condición de su vida – no cede nada en inmoralidad a la subsecuente venta de la tierra”. Una vez que la tierra se vuelve mercantilizada por el capital, está sujeta a tanta explotación como la mano de obra.

La principal obra de Engels (escrita con la ayuda de Marx), La dialéctica de la naturaleza, escrita en los años que precedieron a 1883, justo después de la muerte de Marx, a menudo está sujeta a ataques por haber extendido la concepción materialista de Marx sobre la historia humana, hacia una sobre la naturaleza, en un forma no marxista. Y, sin embargo, en su libro, Engels no podría ser más claro sobre la relación dialéctica entre el hombre y la naturaleza.
En un famoso capítulo El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, escribe: “Sin embargo, no nos enorgullezcamos demasiado sobre nuestra conquista humana de la naturaleza. Porque cada una de esas conquistas toman su venganza en nosotros. Cada una de ellas, es cierto, tienen en primer lugar las consecuencias que contábamos iban a suceder, pero en el segundo y tercer lugar tienen efectos imprevistos bastante diferentes que con demasiada frecuencia anulan lo primero. Las personas que, en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otros lugares, destruyeron los bosques para obtener tierras cultivables, nunca soñaron que estaban sentando las bases para la actual condición devastada de estos países, al eliminar junto con los bosques los centros de recolección y depósitos de humedad. Cuando, en la vertiente sur de las montañas, los italianos de los Alpes consumieron los pinares tan cuidados en las vertientes septentrionales, no tenían la menor idea de que al hacerlo estaban… privando de agua a sus manantiales en las montañas durante la mayor parte del año, de modo que éstos podrían verter torrentes aún más fúricos en las llanuras durante las estaciones de lluvias. Quienes difundieron la papa en Europa no sabían que al mismo tiempo estaban propagando la enfermedad de la escrófula. Así, a cada paso se nos recuerda que de ninguna manera dominamos la naturaleza como un conquistador sobre un pueblo extranjero, como alguien que está fuera de la naturaleza, sino que nosotros, con carne, sangre y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en medio de ella, y que todo nuestro dominio sobre de ella yace en el hecho de que tenemos la ventaja sobre todos los demás seres en cuanto a poder conocer y aplicar correctamente sus leyes” (Énfasis del autor).
Continúa Engels: “de hecho, cada día que pasa aprendemos a comprender mejor estas leyes y a conocer las consecuencias más inmediatas y remotas de nuestra injerencia en el curso tradicional de la naturaleza. … Pero cuanto más suceda esto, los hombres no sólo sentirán más, sino que también conocerán, su unidad con la naturaleza, y por lo tanto más imposible se volverá la idea insensata y antinatural de una contradicción entre mente y materia, hombre y naturaleza, alma y cuerpo. … ”
Engels explica las consecuencias sociales del impulso expansivo de las fuerzas productivas. “Pero si ya ha requerido el trabajo de miles de años para que aprendamos hasta cierto punto a calcular las consecuencias naturales más remotas sobre nuestras acciones dirigidas hacia la producción, ha sido aún más difícil en lo que respecta a las consecuencias sociales más distantes de estas acciones. … Cuando después Colón descubrió América, no sabía que al hacerlo estaba dando nueva vida a la esclavitud, que en Europa había desaparecido hacía mucho tiempo, y sentando las bases para el tráfico de esclavos negros. … ”.

La gente de América fue conducida a la esclavitud, pero también la naturaleza fue esclavizada. Como dijo Engels: “¿Qué les importaba a los hacendados españoles en Cuba, que quemaron bosques en las laderas de las montañas y obtuvieron de las cenizas fertilizante suficiente para una generación de cafetos muy rentables? ¿Qué les importó las fuertes lluvias tropicales que siguieron y que lavaron el estrato superior desprotegido del suelo, dejando atrás solo roca desnuda?”.

Ahora sabemos que no fue solo la esclavitud lo que los europeos trajeron a América, sino también enfermedades, que en sus muchas formas exterminaron al 90% de los nativos americanos y fue la principal razón de su subyugación por parte del colonialismo.

A medida que experimentamos otra pandemia, sabemos que fue el impulso del capitalismo por industrializar la agricultura y usurpar el resto de la naturaleza lo que ha llevado a la naturaleza a ‘contraatacar’, ya que los humanos entran en contacto con más patógenos a los que no tienen inmunidad, al igual que nativos americanos en el siglo XVI.
Engels atacó la opinión de que la “naturaleza humana” es intrínsecamente egoísta y simplemente destruirá la naturaleza. En sus Apuntes, Engels describió ese argumento como una “blasfemia repulsiva contra el hombre y la naturaleza”. Los seres humanos pueden trabajar en armonía con la naturaleza y como parte de ella, solo requiere un mayor conocimiento de las consecuencias de la acción humana. Engels dijo en su Dialéctica: “Pero incluso en este ámbito, a través de una larga y muchas veces cruel experiencia, y al recolectar y analizar el material histórico, gradualmente estamos aprendiendo a tener una visión clara de los efectos sociales indirectos, más distantes, de nuestra actividad productiva, por lo que también se nos brinda la posibilidad de dominar y controlar estos efectos”.
Pero un mejor conocimiento y progreso científico no es suficiente. Para Marx y Engels, la posibilidad de acabar con la contradicción dialéctica entre el hombre y la naturaleza y lograr un cierto nivel de armonía y equilibrio ecológico solo sería posible con la abolición del modo de producción capitalista. Como dijo Engels: “Para llevar a cabo este control se requiere algo más que un mero conocimiento”. La ciencia no es suficiente. “Requiere una revolución completa en nuestro modo de producción hasta ahora existente, y con él, de todo nuestro orden social contemporáneo”. El “positivista” Engels, al parecer, apoyó la concepción materialista de la historia de Marx, después de todo.
[1] El presente texto corresponde a las actividades del Grupo de Acción Revolucionaria en conmemoración del bicentenario del natalicio de Federico Engels. La publicación original en inglés es por parte del economista marxista Michael Robert en su blog “The Next Recession” el 2 de abril del 2020.
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