Nikte’ Ha’ Segovia
Al pensar en campesinos es fácil que la primera idea que llegue a la mente es la de una persona que vive en el campo. Y aunque es una de las características correctas, no es la única, y es hasta muy general para hablar de una de las clases sociales más grandes en México.
Para situarnos un poco y entender los orígenes del campesinado hay que retroceder hasta la Edad Media, cuando el capitalismo no existía todavía. Las poblaciones eran mucho menores y se organizaban en pequeños pueblos, donde las personas tenían las habilidades para valerse por si mismas. Ropa, comida y techo podían ser resueltas por un mismo pueblo donde habría un experto en confección, uno en cocina y uno en construcción. Así también nacían los primeros oficios, que se practicaban en talleres y se enseñaban entre los miembros de una familia. Para conseguir ciertos artículos que quizás una familia no sabía fabricar, podían intercambiarlo o comprarlo con habitantes cercanos de su aldea.
Con la revolución industrial, los procesos de producción se volvieron mucho más rápidos. Antes para hacer, por ejemplo, un par de botas, un experto tendría que conseguir o crear desde cero todos los materiales necesarios, y después, crear el producto final.
La producción en serie provocó que los artículos hechos a mano se volvieran más caros, y por ende; que, al no poder competir con los precios de las nuevas formas de elaboración, quedaran desplazados.
Para esa época, hubo un sector completo que no pudo ser industrializado: la agricultura. Y aunque lentamente adquirió nueva tecnología, las personas que tenían las habilidades de siembra eran irremplazables.
Así fue como los campesinos pasaron de ser todólogos a expertos agricultores.
El campo también sufrió campos, surgieron las ciudades y mucha gente migró (y migra) para poder trabajar en las fábricas. También salen de sus pueblos para acceder a mejores condiciones de vida.
En México, se transitó de un sistema de tierras comunales, a uno de haciendas y propiedad privada. La transición se dio entre la colonización y el periodo independiente mexicano. Las haciendas se caracterizaron, en especial las del sur de México por la excesiva violencia con la que los caciques las administraban. La tienda de raya fue también una de las primeras formas de trabajo asalariado, que dieron inicio al capitalismo de principios del siglo XX.
La clase campesina en América Latina ha destacado fuertemente por su historia de resistencia y lucha. La revolución mexicana pedía un cambio urgente en el gobierno mexicano y mejores condiciones de vida para el campesinado. Muchas demandas, como las de educación y el derecho de tierras, siguen pendientes.
Con los cambios de régimen, llegamos al neoliberalismo más salvaje que vivimos en la actualidad. En apariencia, el campo se ha transformado. Y aunque es una afirmación que puede ser correcta en términos tecnológicos, las condiciones materiales no han mejorado mucho.
En la época de la hacienda existía una responsabilidad del hacendado de procurar la supervivencia de sus agricultores, por un sentido de esclavitud y de pertenencia de todo aquel que viviera en su territorio. Es por eso que, en caso de una situación que arruinara la producción había una seguridad para el campesino de que podría seguir alimentándose y sobreviviendo.
En la actualidad, los campesinos venden sus cosechas a precios de miseria a empresas privadas, muchas veces extranjeras. Ahora cuando la producción no alcanza a ser suficiente, no existe garantía de subsistencia. Estos señalamientos no buscan defender al sistema de haciendas que se vivía con Porfirio Díaz, sino demostrar que el capitalismo precariza aún más. Las empresas se lavan las manos al no contratar a estos obreros como empleados, y en su lógica, no tienen por qué proteger las vidas de sus productores.
Otra demanda que queda pendiente es el derecho a las tierras, que los pueblos indígenas campesinos siguen reclamando. Poco ha cambiado la soberanía que tienen los pueblos; antes siendo pertenencia de un grupo caciquil, ahora saqueado por empresas. Aunque en términos materialistas, siguen en manos de los burgueses.
El campesinado hoy vive todavía muchas injusticias, precarización y despojo. Es urgente la organización política en frentes de los pueblos, así como la vinculación entre la lucha obrera y la campesina, pues son ambos proletariado. También es importante continuar con los análisis para encontrar en los orígenes de las problemáticas una solución, desde la lucha de clases.
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