Por Arturo Bravo
Tras la entrada de Donald Trump como presidente de EEUU ha habido una sucesión de hechos que han llamado la atención de Latinoamérica y el mundo, por un lado, la puesta en marcha de las políticas anti inmigrantes de Trump, con deportaciones masivas desde los Estados Unidos a distintos países de Latinoamérica, y las reacciones de distintos presidentes de dichas naciones con respecto a estos acontecimientos. Lo cual hace que destaque la pasividad de unos sobre las medidas que han tomado otros y sus intentos por solicitar al gobierno estadounidense respeto por la vida de las personas migrantes.
De esa manera, el presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego, afirmó que no se iba a quedar con los brazos cruzados, y que por tanto iba a llevar adelante medidas para con los ciudadanos estadounidenses en el país y además no recibiría aviones de deportados.
Ahora, esto ha generado toda una suerte de reacciones, entre las cuales destacan aquellas que, como ya es costumbre, vienen de los sectores más reaccionarios de la burguesía nacional, que han aprovechado la presente inestabilidad en las relaciones diplomáticas para anotar otro “desacierto” del gobierno, el cual pueda ser señalado a través de los medios tradicionales para seguir generando pánico. Paralelamente, se han dado las posiciones de quienes defienden a capa y espada el proyecto del Pacto Histórico (coalición de gobierno en Colombia), respaldando profundamente sus posturas presuntamente “antimperialistas” y contestatarias.
Para hacer una lectura acertada de la situación, y plantear una posible ubicación para los procesos socialistas, revolucionarios e internacionalistas, vale la pena retomar algunos elementos a continuación.
El historial de EEUU en Colombia
Si se mencionara en este escrito cada una de las ocasiones en las que el imperialismo yanki intervino en Sudamérica, habría que hacer una lista que superase las propias proporciones de este. Sin embargo, puede decirse que en Colombia se han presentado dinámicas sistemáticas similares a las de otros países de la región.
Para empezar, Estados Unidos estuvo involucrado a principios del siglo XX en la pérdida de una parte de Panamá de Colombia, posteriormente indemnizando a Colombia con una cuantiosa suma para su momento, con lo cual contentó a ciertos sectores de la burguesía nacional que le apostaron a modernizar el país en los años 30’s. Del mismo modo, la multinacional “United Fruit Company”, al igual que en otros países, usó al ejército colombiano para reprimir la huelga de sus trabajadores, en lo que se conoció como “La masacre de las bananeras”.
Para mediados de siglo, con el anticomunismo en boga con el general Gustavo Rojas Pinilla a la cabeza del Estado, se dieron amplias relaciones con el servicio de seguridad para empezar a combatir con la doctrina del enemigo interno a las nacientes guerrillas con influencias comunistas, con una contradictoria tradición liberal. De esa manera, muchos militares fueron entrenados para luchar en la guerra de Corea y luego traer la lucha contra el comunismo a territorio colombiano.
Para finales del siglo XX, Estados Unidos se implicó en la “lucha contra las drogas” lo cual, más que dar golpes contra el narcotráfico en el país, fue la excusa perfecta para tener una intervención en materia de colaboración militar, espionaje y contrainsurgencia más profunda. Sin embargo, fue a finales de siglo que con la implementación del “Plan Colombia” el Estado colombiano recibió toda la tecnología y el armamento estadounidense para exterminar a los grupos guerrilleros, pero también para reprimir y perseguir al movimiento de masas, teniendo como hijo putativo de este proceso al Escuadrón Móvil Antidisturbios.
En el año 2009, se ratificó con el segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en su política macartista, bonapartista y represiva, el acuerdo de seguridad con los Estados Unidos, permitiendo al ejército norteamericano asesorar y coordinar al ejército colombiano y hacer uso de distintas bases militares. Sumando a las que ya tienen en diversos puntos del país.
La política del Pacto Histórico con respecto al imperialismo
A pesar de que el Pacto tiene a su interior varias organizaciones de un programa y trayectoria antiimperialista, el programa con el cual llegó Gustavo Petro al gobierno, no se planteaba profundamente una política emancipadora con respecto a la dominación del imperialismo en el país, al contrario, más bien, en la línea política con la que empezó a gobernar, se planteó negociar con EEUU para redefinir los términos de cuestiones como el Tratado de Libre Comercio.
En ese sentido, se puede evidenciar una ausencia de un elemento más fuertemente antiimperialista, en pro de mantener la estabilidad en la línea de la “real politik”. Con la intención de mantener cierta mesura para no poner a Colombia en la mira de las potencias internacionales. Fue bajo esta línea, que varias organizaciones justificaron inclusive que Petro no se lanzará a romper relaciones con el Estado genocida de Israel, pese a que fuera la consigna máxima de varias organizaciones participantes del comité de solidaridad con Palestina en Colombia.
En ese sentido, pasando de hablar del proyecto de Petro a él mismo como gobernante, este siempre se implicó en brindar una imagen pasiva a los poderes globales, manteniendo una imagen favorable con las distintas potencias imperialistas, brindando un parte de tranquilidad a sus organismos, como el FMI, el Banco Mundial o la OCDE. De tal modo que sus alianzas, en su primer año de gobierno se centraron en establecer lazos con el partido demócrata, los progresismos europeos y los gobiernos progresistas latinoamericanos, con una mayor cercanía a Biden.
De esta manera, el gobierno Petro hasta el momento no ha cuestionado la participación de Colombia en la OTAN, su colaboración militar abierta con Estados Unidos y la construcción de una base militar en las islas Gorgona, cuestión que ha producido la movilización de distintos sectores independientes, ambientalistas y antiimperialistas que han mostrado su indignación con respecto a este proyecto que no se ha detenido.
Es por esta razón, que se puede decir que el gobierno, pese a los hilarantes embates que Petro ha tenido en Twitter, no ha posicionado medidas radicales en materia de geopolítica, que de alguna manera sean un parteaguas con respecto a las relaciones que sistemáticamente ha tenido el país con el imperialismo, sin aunque haya habido algunos atisbos políticos y performáticos de posturas limitadamente soberanas.
Los sucesos y las limitaciones actuales
Al anunciar Petro que iba a tomar medidas migratorias para con los ciudadanos estadounidenses, Donald Trump respondió planteando que se iban a tomar sanciones económicas para con Colombia, medida que va en vías de desestabilizar al gobierno y hacerlo flaquear en sus posturas, de esa manera, la respuesta colombiana fue afirmar que se aumentaría el precio de los aranceles.
Si bien, es temprano para sacar conclusiones, y hay que tener mesura para atisbar los posibles impactos y la escalada que haya en las relaciones bilaterales políticas y comerciales. Es importante identificar que el gobierno de Donald Trump viene de un proceso de una mayor derechización y una puesta en marcha de un proceso proteccionista y expansionista de los Estados Unidos, por lo cual, es una amenaza latente para todos los países de Latinoamérica.
Sin embargo, es posible que por un lado Estados Unidos asuma las implicaciones que tiene de depender en cierta medida de la fuerza de trabajo de países latinoamericanos como Colombia, sobre todo para el sector servicios de manera remota y otros como la construcción,la manufactura, la necesidad de commodities y productos de la industria agroalimentaria, entre otras cuestiones, podría poner en riesgo su economía. Del mismo modo, es plausible que Gustavo Petro por su parte no escale las cosas si no hay una mayor agresión por parte de Trump, dada su tendencia a la conciliación, la cual parece estar agotándose con la situación de recrudecimiento de la violencia que vive el país.
Construir una alternativa desde abajo
La presente situación, ha dado para que nuevamente salgan a relucir posturas chovinistas, que consideran abstractamente que Colombia no debe depender de ningún país extranjero, y no necesitan a los gringos, y si bien en un primer momento, son correctas en tanto a denunciar y repudiar la intervención imperialista, caen en un nacionalismo abstracto, que no considera las relaciones de dominación por parte de la burguesía colombiana hacia el pueblo trabajador.
En ese sentido, el antimperialismo que deben defender las fuerzas revolucionarias en Colombia y Latinoamérica no puede ser nuevamente por la vía de un nacionalismo que igualmente deje de lado las relaciones de explotación capitalistas, y sus efectos para con los pueblos de las naciones que ambicionan con la libertad con respecto a la intervención de las potencias extranjeras.
La clase trabajadora en Colombia tiene más en común con los trabajadores de México, Argentina e inclusive Estados Unidos, que con la burguesía de su país. Es por esto, que, pese a que sea progresivo que Petro convoque a los demás presidentes de Latinoamérica a reunirse para hacerle frente a la amenaza que representa Trump para con los migrantes. Solo la solidaridad internacional de la clase trabajadora llevará a una lucha que les pueda emancipar de las garras del imperialismo y el capital.
De esta manera, como máxima consigna debemos insistir más que nunca en la unidad de la clase trabajadora, y con ello unificar esfuerzos por la lucha mancomunada de construir naciones unificadas bajo el programa de la clase trabajadora y la revolución socialista internacional.
Se debe apoyar la lucha de los trabajadores norteamericanos, en su lucha contra la extrema derecha personificada en el gobierno de Donald Trump.
¡Por una Latinoamérica unida bajo las banderas del socialismo!
¡Unidad de la clase trabajadora contra el ascenso del fascismo!
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