Diego Hernández Galván.
Tras casi dos años de genocidio en Gaza, la llamada “Guerra de los 12 días” entre Irán e Israel suscitó una ola de apoyo masivo a favor de Irán por parte de diferentes sectores del proletariado. En particular, se ha caracterizado a Irán como un país antiimperialista y revolucionario. Bajo esa premisa, la Guerra de los 12 días se puede leer como el esfuerzo de liberación popular liderado por los ayatollah. Esa lectura del conflicto demandaría un apoyo internacional y solidario con el régimen iraní como una vanguardia de liberación en toda la región. Este artículo pretende continuar el debate sobre el papel de Irán en la disputa interimperialista del mundo por medio de una caracterización del país en sus lucha de clases interna así como sus lazos con las potencias interesadas en Medio Oriente.
Irán ¿bastión de la lucha antiimperialista en Medio Oriente?
A partir de la década de 1920, Irán fue gobernado por el monarca Reza Shah. Este reformador impuso una modernización del país similar a la que hemos visto en otros países explotados mediante un modelo occidentalizante que subordinaba la economía doméstica a la entrada de los mercados europeos. La modernización del país cambió su rostro cultural, físico y económico por medio de sangre y fuego. Hacia la década de los 50, el país desarrollaba fuertes tendencias políticas revolucionarias y socialdemócratas que influyeron en el parlamento burgués: el momento más álgido llegó en 1953 cuando el primer ministro Mossadeq recibió un golpe de estado por su proyecto de nacionalización del petróleo iraní. Esta acción fue concertada entre el rey Mohammed Reza Shah, el gobierno inglés y el estadounidense, y fue la primera vez que la CIA participaba en un golpe de estado – aunque no la última.
Tras el golpe, se reforzó el poder de la monarquía Pahlavi por los siguientes 16 años en la llamada “Revolución blanca” que agudizó las contradicciones de clase al expropiar las tierras del campesinado, precarizar las condiciones de los trabajadores y limitar las libertades intelectuales. Este esfuerzo gubernamental también tenía por objetivo secularizar la sociedad, lo cual aumentó aún más el descontento popular. En 1979 se genera la Revolución Islámica que estableció un gobierno de los ayatollah, las máximas figuras de autoridad en el islam chiita. Los ayatollah no sólo revirtieron los avances en materia social que la época liberal había traído consigo, también consolidó el poder de una burguesía nacional aliada al clero chiita. Esta burguesía es dependiente del capital generado por el estado rentista de Irán. Hoy en día, además de ese grupo capitalista existe otro campo de burgueses cuya ambición es subordinar la industria nacional al capital occidental.
En las últimas décadas hemos presenciado múltiples movimientos sociales al interior de Irán, como el conocido “mujer, vida y libertad”, que luchan por la liberación del pueblo, sobre todo en contra de las políticas represivas del estado iraní. Es cierto que Irán desde el establecimiento de la república islámica ha sido víctima de las hostilidades y los ataques directos de sus vecinos regionales y sus aliados occidentales. Sin embargo, Irán no es un gobierno revolucionario, pues su acercamiento a los proyectos infraestructurales y económicos del BRICS, así como el estado rentista de hipervigilancia que tiene, lo hace un fuerza reaccionaria frente a su población.
Irán e Israel: la guerra de los 12 días
Israel es el enclave de occidente en la región. Por medio de Israel, Estados Unidos y la OTAN pueden ejercer su dominación y control. Israel, bajo el pretexto de su propia seguridad, ataca constantemente a sus vecinos y mantiene la hegemonía militar en el Levante mediante la fuerza militar. La hegemonía económica la tiene que compartir con las petromonarquías del Golfo y con otros agentes importantes como Egipto, quienes también sirven a los intereses occidentales al proveerles de las codiciadas arcas del sustento energético por medio de gas natural y petróleo.
La importancia de Irán tiene múltiples ángulos: por un lado, internamente el país es rico en recursos naturales y energéticos que el capital occidental podría explotar – que actualmente forman parte del proyecto BRICS– y sería beneficioso asegurar esos depósitos de combustible. Esto, por un lado, afectaría los importes de petróleo a China, pues el gigante asiático exporta el 15% de su consumo directamente de Irán, mientras que éste exporta el 90% de su crudo a China. Además, la localización de Irán lo hace tanto una defensa para Rusia como un punto central en las rutas comerciales Chinas. Para Estados Unidos, tomar el control de este territorio significaría tener una entrada terrestre cercana a Rusia similar a lo que podía obtener con Ucrania. De igual modo, el dominio sobre Irán podría poner un alto a la expansión comercial china.
Dos semanas antes de que Israel atacara bajo el pretexto de detener el programa nuclear iraní, se inauguró la Línea Ferroviaria Comercial China-Irán. Este proyecto permite a ambos países – así como a otros de Asia Central como Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguistán y Kazajistán– prescindir de las rutas marítimas tradicionales y con eso evadir el embargo que Estados Unidos ha impuesto sobre Irán. La ruta ferroviaria también supone una alternativa al Corredor Económico India–Medio Oriente–Europa (IMEC) que tiene como centro comercial y energético a Israel. Las hostilidades del ente sionista se vieron incitadas tanto por la inestabilidad interna del país como por la amenaza geopolítica que la nueva ruta oriental suponía para su propia posición en las rutas marítimas. Por su parte, Irán tuvo como principal objetivo de ataque al puerto de Haifa que es el punto donde se conectan las rutas marítimas y terrestres del IMEC y que conecta a Asia con Europa.
Es indudable que Irán e Israel tienen sus propios intereses materiales en defender las rutas comerciales de las que forman parte, pero sus grandes patrones regionales buscan defender su dominio en el territorio. Estados Unidos, como imperio en decadencia, muestra una cara más agresiva al unirse a la ofensiva militar. El objetivo deseable es un cambio de régimen en Teherán para hacerse con los recursos de Irán y detener las iniciativas chinas. Trump, además, amenaza con subir las tarifas sobre China si ésta sigue comerciando con un país bajo embargo. Por su parte, BRICS mostró los límites de sus alianzas, pues China no estaba dispuesta a avanzadas bélicas para defender a Irán.
Dos poderes en lucha, un proletario sacrificado
Lo que estuvo en juego en la guerra de los 12 días fueron los intereses territoriales y comerciales de los dos bloques geopolíticos rivales en el mundo: la OTAN y el BRICS. Es indudable: el peso del inicio de la agresión recae sobre Israel y sus aliados. Si bien el bando occidental intensifica sus agresiones contra el BRICS como una forma de acertar su hegemonía mundial, Irán respondió con objetivos que revelan la intención de debilitar los propios proyectos económicos de la OTAN. En esa defensa y avanzada de los intereses del capital internacional, la guerra tuvo como saldo más de mil muertos, un tercio de ellos civiles, miles de heridos y cientos de desplazados.
La guerra por las ganancias comerciales y geográficas arrastra a la clase trabajadora a una lucha para que uno u otro conglomerado de potencias puedan afirmar su dominio y extractivismo en el Medio Oriente. Aunque el grupo BRICS avanza con una intervención menos agresiva, su disputa comercial con occidente resulta en enfrentamientos bélicos cuando alguno de los intereses se ve afectado. El gobierno de los ayatollah no sólo utiliza la hostilidad occidental como una forma de reforzar su régimen opresivo sobre su población, si no que reafirma la entrada de un campo imperialista alterno que agudiza la carrera capitalista en esta zona del mundo. La toma del control regional de ambas potencias, por medio de las agresiones bélicas y la explotación de las personas y los recursos, significa la condena del proletariado internacional. Los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo deben rechazar los llamados a defender los intereses capitales y la competencia interimperialista.
¡Por la solidaridad internacionalista del proletariado!
¡Fuera los intereses imperialistas en Medio Oriente!
¡Guerra a la Guerra!



