Daniel Vázquez
1968 un puñado de jóvenes sueña con democracia, con libertad, con justicia. Todo inicia una mañana un grupo de ellos se reúne para celebrar un partido de americano, una antigua rivalidad UNAM vs IPN, de repente una anotación la euforia que sólo los jóvenes sienten por un partido los domina, comienza la pelea pronto hay más de 50 jóvenes, estudiantes que sólo querían derrochar su pasión, de repente un grupo de policías irrumpe, las cosas de pronto se salen de control los uniformados golpean a algunos y arrestan a otros, una violencia desmesurada para lo que ocurría una pelea por un deporte sólo eso.
De pronto los jóvenes que vivieron esa escena se reúnen en sus escuelas y llaman a marchar contra la violencia, de pronto pasadas unas semanas esa riña se convierte en algo más, miles de jóvenes ven en esa desmesurada violencia la catarsis, una válvula de escape ante el desempleo, la reciente decadencia de un país que un día se veía imponente en el horizonte, pero en los recientes años se había convertido en represor de cualquier manifestación, la crisis se asomaba ya por aquellos años, el crecimiento se desaceleró y el descontento comenzó a crecer. Mientras el gobierno reprimía todas las manifestaciones, los jóvenes, con un ímpetu que sólo la juventud experimenta y los viejos desconocen, tomaron la batuta. De pronto los golpes, las tanquetas, los bloqueos y las detenciones ya no apagaban el fuego, lo propagaban. Los jóvenes comenzaban a entender su papel en el país ese 1968, el año de las olimpiadas.
Mientras las manifestaciones crecían y más sectores se sumaban, el gobierno ya no presumía su país ante el mundo, de pronto no querían hablar de las olimpiadas, de pronto México era un búnker de la información. El 2 de octubre una marcha convocada por el CNH culmina en Tlatelolco, la plaza de las tres culturas un lugar concebido para resaltar la interculturalidad y la mescolanza entre el mundo prehispánico, la colonia y el mundo moderno es testigo del mitin donde se reúnen los simpatizantes del CNH, todo parece normal hasta la desviación desde la calle Madero que desde hace meses no permite pasar al zócalo de la ciudad.
Una luz verde ilumina el cielo, luego una roja y con ese color quedaría recordado el 2 de octubre.
100 muertos es la cifra oficial, un periódico inglés publica que fueron más de 300 y más de 1000 heridos (hombres, mujeres y un niño de 12 años). 49 años han pasado desde aquel 2 de octubre ¿Qué ha cambiado? Las mismas tácticas de represión se observan hoy día en calles de diferentes estados del país y son los jóvenes quienes aún se enfrentan a la autoridad y siguen siendo ellos quienes pagan. Son jóvenes quienes siguen abarrotando las calles, son jóvenes los que llenan la lista de desaparecidos, los jóvenes llenan los albergues y centros de acopio y son ellos quienes encabezan los decesos de los últimos 11 años en la guerra contra el narcotráfico.
Hoy día las nuevas generaciones sienten como suya esa fecha, dicen “nos masacraron a pesar de tener sólo 20 años”, los jóvenes tienen en sus manos el futuro de la nación y son ellos quienes deben asumir su deber histórico en México y tal vez un día una nueva generación se vea motivada por aquellos jóvenes que un día se atrevieron a decir “no nos moveremos, no nos moverán, no nos intimidan, queremos un cambio”; un día tal vez nazca una generación de jóvenes con el mismo sueño hambrientos de un cambio, hambrientos por hacer historia y tal vez se atrevan a lograrlo.
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