Shahin Corona
Sin duda estos últimos años se caracterizan por un gran avance en el movimiento de mujeres a nivel internacional, desde las movilizaciones de Ni Una Menos en Argentina, que tuvieron eco en varios países de Latinoamérica, las movilizaciones en Polonia en contra de Leyes prohibitivas del aborto y derechos reproductivos de las mujeres, hasta la gran marcha de las mujeres en Estados Unidos, donde compañeras se movilizaron de forma multitudinaria para enfrentar al recién llegado Donald Trump con sus políticas misóginas y xenófobas bajo el brazo, en el segundo día de su mandato. Esta movilización fue el antecedente directo del gran paro internacional de mujeres en distintos países el pasado 8 de marzo.
También el movimiento de mujeres ha estado presente en las redes sociales, incluso ha sido punto de partida para organizar movilizaciones en diversos países; un ejemplo reciente es el movimiento #metoo que se desató en octubre pasado en Estados Unidos, después de las denuncias públicas de abusos sexual en contra del productor de cine Harvey Weinstein y distintos personajes de la industria cinematográfica, que culminó en los pasados Golden Globe en el que diversas actrices denunciaron el acoso que han padecido en su recorrido por Hollywood y en pro de los derechos de las mujeres.
Este último evento tuvo eco en varios países a varios niveles e incluso generó respuesta por parte de las actrices francesas que, entre otras cosas, tacharon como “puritano” al movimiento me too.
Como una acción espejo, en México al día siguiente del comunicado de las francesas, en un canal de televisión nacional se debatieron Martha Lamas y Catalina Ruiz Navarro. El resultado de este debate generó indignación en las redes sociales debido a que Lamas justificó, con ciertos bemoles, a la posición de las actrices francesas, sumándose a la condena al “puritanismo” occidental.
Sin embargo el debate entre Lamas y Ruiz Navarro está muy lejos de la realidad que viven miles de mexicanas viven en el Estado de México, Puebla, Ciudad Juárez; a pesar de ello este debate abre un escenario de acción para todas las mujeres que antes de esta coyuntura ya nos encontrábamos trabajando en las calles, en las escuelas y centros de trabajo en contra de la violencia hacia las mujeres.
Es importante que aprovechemos este momento para debatir con el conjunto de la sociedad que no quiere enterarse o tomar conciencia de la violencia que viven a diario las mujeres en nuestro país, así como apoyar a las mujeres que viven violencia para que alcen la voz, sin sentirnos responsables por la violencia que vivimos.
En Rosas Rojas consideramos que el verdadero debate no se encuentra en si se debe o no hacer una denuncia pública del acoso, maltrato o violencia que vivimos las mujeres, si no en las perspectivas y estrategias que se deben seguir, para cada día ir ganando más conquistas y terreno en la perspectiva de construir un gran movimiento de mujeres a nivel nacional e internacional que ponga sobre la lona al binomio patriarcado-capital.
Hoy este movimiento es disruptivo de una visión parcial del problema, con nociones como el de una relación profundamente violenta entre los sexos, revestida de y justificada por el “amor romántico” y normalizada a través de distintas instituciones como la familia, la iglesia, y todo el sistema patriarcal, donde los casos mencionados más arriba se adscriben a una visión moralista del problema de la violencia hacia la mujer, haciéndose así imprescindible ampliar el panorama de debate sobre la causa y solución a dicha violencia. De la misma manera, casos como el movimiento sufragista, donde la visión moralista emanada de las estructuras familiares, morales e institucionales negaba derechos a las mujeres, rompió una visión cultural hegemónica de que la mujer no tenía derecho al voto, ni a la representación política ni a ser elegida como representante política.
Desde nuestra perspectiva el movimiento de mujeres actual tiene la conquista histórica de dar a conocer de manera pública y masiva que las mujeres estamos hartas de la violencia, del acoso en las calles, en el trabajo, en la escuela y que no la vamos a tolerar más; que realizaremos acciones para garantizar que la situación actual cambie.
En diversos sectores, este movimiento ha creado controversia por utilizar a su favor las redes sociales y los medios al alcance para realizar denuncias públicas; sin embargo esto es reflejo de que los medios “convencionales” como las instituciones de justicia, son ineficaces para realizar éstas, ya que no garantizan que se actúe en lo inmediato frente a la violencia y así acceder a la justicia.
El gran debate y reto está en cuáles serán las estrategias, acciones y perspectivas que debe de tomar el movimiento de mujeres en conjunto para capitalizar todo el descontento y hartazgo que impera para avanzar en nuestras conquistas.
Desde Rosas Rojas sostenemos que es importante levantar un programa político común que busque, por un lado, evidenciar en todo momento la vinculación directa del Estado y el gobierno por omisión y comisión en la actual situación de violencia que vive México, con situaciones tan preocupantes por el incremento y constancia de desapariciones, feminicidios y trata de niñas y mujeres con fines de explotación sexual en todo el territorio nacional. Es fundamental buscar a los responsables políticos de que nuestro país sea una fosa común en donde se puede perpetrar el asesinato de 7 mujeres al día y no pasa nada; de que se encubra a los culpables, se responsabilicen a las víctimas y se crean “verdades históricas” que buscan disminuir el costo político de la cruda violencia que se está viviendo en México. Es indispensable evidenciar el papel del Estado frente a esta situación.
Este programa debe llamar a la organización y movilización independiente de las mujeres para exigir una vida libre de violencia y alto a los feminicidios. Este programa debe ser el mecanismo de aglutinamiento de un gran movimiento de mujeres, que de manera democrática impulse protocolos de prevención de violencia y de acción rápida frente a un caso de acoso, violación o desaparición de una compañera; frente a los feminicidios. Para presionar a las autoridades y que se busquen y encuentren a las mujeres desaparecidas, se haga justicia y se castigue a los responsables.
Cambiaremos el mensaje estructural que se da a los violadores, feminicidas, militares, policías, judiciales y jueces y miembros de la casta política, de que nada pasa y que sus acciones quedarán en la impunidad; lo anterior será más fácil lograrlo de manera organizada.
Un programa que también exija salarios acorde a la canasta básica, así como derechos laborales y acceso pleno a la salud; alumbrado público y servicios de transporte seguros para llegar a nuestra casa, escuela o trabajo. Todas estas demandas están encaminadas a transformar diversos factores que nos hacen más vulnerables para ser violentadas o asesinadas.
Es importante aclarar que los avances legales y la lucha en este terreno de nada sirven si no tienen acompañamiento de la movilización y organización de las mujeres. El principal reto que tiene el movimiento de mujeres es lograr avanzar más allá de la coyuntura.
El hartazgo que se potencia cada vez que ocurre un atroz feminicidio, violación o acto de violencia hacia nosotras, debe trascender a la organización de un movimiento amplio de mujeres que se vuelva una fuerza política que movilice y organice a las mujeres para arrancarle al Estado y al conjunto de la sociedad patriarcal la conquista de nuestros reclamos, por principio, mejores condiciones de vida.
Súmate a Rosas Rojas y luchemos por este movimiento y organización.
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