Claudio Arturo Todd
Los últimos días Chile ha sido centro de atención del mundo debido a la amplia respuesta de los aumentos del precio del transporte público. Sin embargo, creo que es importante mencionar que estos hechos responden a un incremento sistemático de la precarización de la vida de la clase trabajadora, los sectores populares y oprimidos.
EL ALZA DE LAS TARIFAS DE TRANSPORTE PÚBLICO Y LA PRECARIEDAD DE LA VIDA
El inicio de esta revuelta popular inició tras la aplicación de un incremento del precio del metro en su tarifa de “hora pico” (hay tarifa diferenciada de acuerdo al horario; mientras más demanda de transporte sube el precio) de 0.04 centavos de dólar aproximadamente (unos 70 centavos mexicanos). A simple vista pareciera ser un incremento pequeño. Claro, si lo comparamos con el incremento de más del 50% que tuvo el metro de la CDMX en 2013 durante el gobierno de Mancera. Aunque se debe tomar en cuenta que el metro de Santiago es de los más caros de América Latina.
Sin embargo, el dato clave aquí es observar que en promedio un(a) chileno(a) gasta 10% de sus ingresos [1]. Es decir, el transportarse es un peso significante para la vida. Además se debe agregar que los incrementos han sido de manera sistemática, por lo menos durante la última década, quizás en proporciones pequeñas pero mantienen una lógica antipopular. La gente cada día observa cómo se pulverizan sus ingresos, pensiones y prestaciones al no poder seguir los incrementos de las tarifas de los servicios públicos, de la luz, el agua, el gas, la salud, la educación, la renta, etc. Esta situación llegó a un límite de desesperación en los últimos días.
En realidad, el incremento del precio del transporte público (incluido el de las micros) es un claro indicador de las condiciones precarias de la vida que van en aumento. A esto se le pueden agregar varios datos para entender la difícil vida de la clase trabajadora chilena: las jornadas laborales por arriba de la media de los países de la OCDE, el sobre endeudamiento de las familias trabajadoras chilenas, los altos costos de los servicios básicos, la mala gestión de las pensiones por agencias privadas, la alta desigualdad, etc.
LOS PROBLEMAS DE LA ECONOMÍA CHILENA
La acumulación capitalista está pasando por un período de desaceleración. Debido a que sus dos principales socios comerciales están confrontados y viven un periodo desaceleración: China y Estados Unidos. Por ello las ilusiones del libre comercio cada vez se difuminan más. Todo ello ha generado que uno de los principales motores de la economía chilena, las exportaciones de cobre, empiecen a tener problemas de demanda.
El modelo de acumulación de capital, el cual tuvo sus bases desde la dictadura militar y consolidados por los gobiernos en democracia, no ha logrado romper la trampa que viven los países primario-exportadores y dependientes de las economías más desarrolladas. Ante todo ello el capitalismo en Chile no dudará en aumentar su rentabilidad vía el aumento de la explotación. Por lo que hay un contexto muy propicio para que la crisis la sigan pagando los trabajadores y los sectores populares.
REVUELTA POPULAR VS PASIVIDAD POPULAR
Al observar el contexto nos damos cuenta que lo primero que se debe entender de la revuelta popular vivida en Santiago y otras ciudades del país, tiene sus bases en la profundización de la carestía del costo de la vida de las clases explotadas y oprimidas. El incremento del precio del transporte es ”la gota que derramó el vaso”. En consecuencia, Chile ha vivido una jornada de lucha desde hace unos pocos días e inigualable a otras en la historia.
Cabe aclarar que el malestar es acumulado. Ya se habían dado conflictos de clase el semestre pasado que nos indican una tendencia de lucha ante la situación precaria. El primer ejemplo es la huelga de profesores que mantuvo un paro en diferentes escuelas del país. Incluso esta acción a favor de los profesores y la educación pública puso en jaque a la dirección gremial que negociaba con el gobierno. También está el paro de los trabajadores de la empresa Lider-Walmart, y las manifestaciones que reflejan el descontentos con el sistema de pensiones privada AFP.
La primera táctica usada fue el llamado a la evasión del pago del metro. Una acción organizativa encabezada principalmente por las y los jóvenes, estudiantes en su gran mayoría. Recordemos que este sector ha sido el que ha encabezado varias movilizaciones, sobre todo por los altos costos de las colegiaturas de la educación superior. Estos actos son de verdadera desobediencia e incentivan a la clase trabajadora a luchar evadiendo el pago, ésto ha tenido gran aceptación.
Aunque es importante señalar, que la evasión ya era usado por los sectores más empobrecidos e incluso por sectores de las capas medias. Según el especialista en transporte público de la Universidad de Santiago (USACH) Rodrigo Martín, se estima que en las micros se llega hasta un 30% de evasión [2]. Es decir, sin ser una acción generalizada y organizada conscientemente, muchas personas evitan el pago del transporte cuando pueden ya que en verdad impacta su alto precio.
Las manifestaciones se han subido de tono. Varios sectores, muchos de ellos influenciados por el anarquismo, han pasado a la acción directa: disturbios, incendios de mobiliario público, destrucción de torniquetes del metro, incluso hasta incendio de un tren del metro de Santiago, etc. Pero las masas no han dejado de tener la necesidad de expresarse y mantenerse en las calles.
Una primera lección que debenhacer consciente la clase trabajadora, el estudiantado, las capas medias y otros sectores oprimidos es que el pueblo chileno para nada es pasivo. Todo lo contrario, tiene un importante potencial de lucha que se está reflejando hasta el día de hoy en las calles, incluso a pesar del autoritarismo del Estado capitalista encabezado por Sebastián Piñera, y de una falta de dirección política.
El Estado como fiel defensor del sistema
El Estado capitalista tiene la función de mantener el modo de producción capitalista, para ello si es necesario tendrá que reprimir las expresiones de las y los desposeídos que pongan en duda las bases del sistema. Las protestas vividas son una expresión de la lucha de clases que desobedece a los designios de la clase dominante. No debería sorprender que un Estado como el chileno haya respondido con tal agresividad, que además éste tiene una larga tradición autoritaria heredada de la dictadura, la cual hizo costumbre la amedrentación y la disciplina a punta de metralla hacia los sectores explotados y oprimidos. Las primeras protestas eran duramente reprimidas por las Fuerzas Especiales de Carabineros (policías antimotín); pero al pasar los días, ante el incremento de las protestas, Piñera declaró estado de emergencia, lo que incrementó la participación de los militares en la contención de las manifestaciones y restringe las libertades de circulación por medio de un toque de queda.
A pesar de que el día sábado 19 de octubre se dio marcha atrás al incremento del metro, gracias a los arduos esfuerzos de protesta, el gobierno mantuvo el estado de emergencia. Nada de esto ha calmado el malestar. Recordemos que el tarifazo es sólo la punta del iceberg de la precariedad, las movilizaciones ontinúan. Sin duda estamos ante una gran adopción de consciencia de los sectores explotados del capitalismo chileno.
Como en tiempos de la dictadura militar, la dictadura del capital se quita la máscara democrática y se presenta con su verdadero rostro. Según el propio Institutito Nacional de Derechos Humanos (INDH) de Chile y la vocería del gobierno, los costos por la represión han sido altos: 22 lesionados, denuncias de desnudamiento, torturas, malos tratos, 1500 detenidos y siete muertos [3].
Cualquier posición revolucionaria tiene que denunciar el estado de emergencia y luchar por las libertades democráticas y de protesta de la clase trabajadora y los sectores populares.
DESBORDE DE MALESTAR Y DIRECCIÓN POLÍTICA
Según los índices de calidad de vida de la OCDE, Chile no tiene una buena posición en participación política y credibilidad del gobierno. Por ejemplo, desde que se abandonó el voto obligatorio en 2013 la participación en las elecciones ha caído en 40 puntos [4]. La mayoría de las personas y de los jóvenes no ven con buenos ojos los partidos políticos tradicionales, ni siquiera los de izquierda que en teoría tienen un programa a favor de la clase trabajadora como es el Partido Comunista de Chile y el Partido Socialista.
El desborde de las protestas sociales sucede a pesar de que sus direcciones tradicionales: partidos de izquierda, sindicatos, federaciones estudiantiles, etc., debido a que no han tenido un papel combativo, sino que más bien se imbrican en las instituciones burguesas y pactan la estabilidad social que requiere el capital para su reproducción.
La clase trabajadora y los sectores populares deben tener muy en claro que el sistema no es sólo representado por Sebastián Piñera y los partidos de la derecha. También los partidos de centroizquierda e izquierda, incluidos el Partido Comunista han colaborado en este sistema que busca que la crisis la sigan pagando los trabajadores. Sólo por dar un ejemplo en sintonía de lo que está sucediendo: los tarifazos del metro también se dieron con los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría, ambos encabezados por Michelle Bachelet.
Por ello esas opciones políticas no son para la clase trabajadora y los sectores oprimidos. La principal tarea es superar esas estructuras burocráticas que contienen el malestar social, en vez de promoverla.
La lucha tiene que incluir la demanda de la caída del gobierno de Sebastián Piñera, un gobierno abiertamente antipopular. Pero también el nivel de organización de los sectores inconformes tiene que aumentar, recuperando las experiencias de asambleas populares. Las y los trabajadores tienen que presionar para la realización de una huelga general en los sectores estratégicos de la economía, como es en la minería del cobre y en los puertos. Los métodos de lucha de la clase trabajadora y de los sectores populares son los únicos que pondrán fin al estado de emergencia y al toque de queda; además de tener efectividad en contra de un sistema que eleva la carestía.
Las y los revolucionarios deben construir una dirección política independiente de cualquier posición de la burguesía, crear ese instrumento de lucha de la clase trabajadora que ponga en discusión la cuestión de la toma del poder y de la creación de un gobierno de explotados y oprimidos encabezado por las y los trabajadores.
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