Por Dulce Mireles, Octavio Ugalde, Daniel Vazquez.
El miércoles 19 de febrero, el diputado Miguel Ángel Jáuregui de la bancada de MORENA, presentó una iniciativa de ley para reformar la Ley Orgánica de la UNAM, horas después, dicha propuesta fue retirada por el mismo diputado pidiendo una disculpa y reiterando el respeto a la autonomía universitaria. Ésto develó por un lado la heterogeneidad de posiciones dentro de MORENA y por el otro, el respaldo que existe entre la élite gobernante y las autoridades de la Universidad Nacional.
La autonomía universitaria, un recurso otorgado a la UNAM, tergiversado por las autodenominadas “autoridades de la universidad”.
La autonomía, contrario a lo que el mito liberal menciona, no fue otorgada a la universidad como un acto de fortalecimiento a la institución sino todo lo contrario. Debido a su origen porfirista, la universidad nacional representaba para los ideales revolucionarios, un recordatorio del positivismo que imperó durante el régimen recién derrocado, razón por la que se decía que llevaba dentro la semilla de la aristocracia mexicana que sobreviviente al proceso revolucionario de 1910, siendo una élite acaudalada se negaba a ofrecer sus servicios a disposición de las mayorías.
Tras un intenso proceso durante los años 20 y 30, la UNAM se encontraba en bancarrota, había logrado obtener autonomía para regir su vida académica, pero le había sido removido su presupuesto de operación, ello llevó a la organización de un congreso universitario, convocado por estudiantes para poder adecuar la vida académica al ideal del estado cardenista de aquel entonces y, por tanto, a la necesaria confrontación con los grupos liberales de la universidad, esto trajo consigo una intensa negociación con el general Lázaro Cárdenas del Río, entonces presidente de México, donde se modificó el artículo primero del estatuto general de la universidad y de esta forma se comprometió la UNAM a llevar siempre por delante los intereses de la nación antes que los particulares.
Es imposible no ver como se ha pervertido el concepto de autonomía, se ha llegado incluso al absurdo de creer que de alguna manera aísla a la UNAM, como si sus acuerdos fundadores fueran inamovibles. Por su puesto que la UNAM no ha permanecido inmóvil ante el desarrollo nacional, sin embargo, los funcionarios, autoproclamados como “autoridades”, han convencido a una amplia mayoría de que la Universidad debe de seguir su propio camino, desligandose de las graves problemáticas del país y en especial de los sectores más oprimidos y explotados, restringiendo su actuar a las cuatro paredes que conforman sus aulas, laboratorios y recintos culturales cada vez más restringidos.
Los actuales funcionarios universitarios sostienen que, la autonomía, es un recurso que otorga a la universidad la facultad de abstenerse de participar de los grandes debates nacionales y que deben ser sus individuos y no la colectividad, quienes se pronuncien en ellos, sin perjuicio de la institución.
Son los grupos de poder, enquistados desde hace décadas en la institución, quienes llaman fósiles o agentes externos a las voces que se les oponen, quienes desde su posición simulan un actuar democrático carente de diálogo y herméticos ante cualquier intento de alterar el Status Quo que los mantiene en sus posiciones. Esos mismos grupos, que llaman externos a las voces que denuncian su confabulación con los intereses económicos de quienes en realidad representan, son quienes aprovechándose de su posición de formadores, han reproducido la ideología egocentrista que priva en las mentes de las juventudes que los escuchan y los han degradado, de pensadores a un producto más en venta para el mercado.
Son los privilegiados, los que tuvieron la suerte de acceder a la educación, quienes dejaron olvidado el origen del sustento de la vida que llevan en las instalaciones de la universidad y han formado, dentro de sí, una soberbia que les ha hecho pensarse dueños de lo que en principio les fue prestado, comprandose así el discurso de los funcionarios.
La autonomía ha sido pervertida y convertida en una excusa para mantener el poder que representa estar al frente de la mayor universidad de latinoamérica, para seguir manteniendo estructuras arcaicas de gobierno como la Junta de Gobierno, cerrada a 15 personas elegidas a modo de conveniencia del rector, el Patronato Universitario, instrumento para justificar la falta de transparencia y el Consejo Universitario sin paridad y sin presencia estudiantil representativa de la mayoría.
¿En qué momento la clase trabajadora perdió el derecho de opinar sobre una entidad que ellos mismos sostienen?
La universidad no es de los estudiantes, no es de los maestros y mucho menos ¡mucho menos! es de los funcionarios, alfiles de entidades económicas, pertenece a quien paga por sostenerla, la clase proletaria.
¿Voto universal, directo y secreto para elegir a los funcionarios?
Por supuesto que sí, la Juventud Revolucionaria, como parte de la izquierda independiente, tiene que identificar que dicho planteamiento no es erróneo, sin embargo, que provenga del reformismo burgués y desde afuera, implica que hay contradicciones que no le permiten profundizar el mismo.
El voto Universal por sí mismo, no garantiza la democratización de una institución como la UNAM, se necesita de un proceso largo, que levante la conciencia de los estudiantes y los vuelva parte de la izquierda independiente. Sólo si existe discusión y participación es que se conseguirá democratizar a la universidad.
La falta de conciencia de los estudiantes los vuelve maleables, corruptibles, egoístas. Bajo esas condiciones el voto, como en la democracia burguesa, resulta una simulación, donde continúen privando los intereses personales y los pactos entre grupos de poder.
¿Y para el movimiento de mujeres?
Por otro lado, la inmediatez de la respuesta por parte de la Universidad Nacional hacía la “iniciativa” de un diputado morenista, da cuentas del desinterés que se ha tenido para responder a las exigencias sobre la violencia en contra de las mujeres, las demandas para el seguimiento de casos de violencia, feminicidio y acoso que se dan dentro de las instalaciones y en sí al movimiento estudiantil de mujeres dentro de la UNAM.
Los pliegos petitorios de las demandas de las mujeres en la Universidad y de los grupos feministas, como Rosas Rojas, que han sostenido las demandas y los paros para poder presionar y reformular la legislación universitaria en su conjunto, deja en claro que aún teniendo la universidad posibilidades para dar respuesta, simplemente no quiere darla y el desinterés que tiene, utilizando el desgaste, demuestran que la vida y seguridad de las mujeres en la Universidad no importan tanto como mantener limpio el status oportunista e hipócrita, como lo hizo sumándose al Paro Nacional, convocado para este 9 de marzo, encubriendo su incapacidad de dar respuesta.
Las mujeres universitarias necesitan una respuesta inmediata a las exigencias, son las compañeras las que están luchando para que los cambios en la Universidad, hagan efectivas las demandas.
Y no ningún funcionario ni movimiento reformista burgués lo hará de manera oportunista.
El papel de la cuarta simulación
Es evidente que para entender el planteamiento de la iniciativa se debe comprender por un lado, quién es MORENA, qué intereses políticos persigue como movimiento y cuál es el planteamiento político de fondo, tomando en cuenta que la iniciativa provino de un diputado de la misma bancada.
La caracterización de MORENA es que no es un partido, sino un movimiento con consignas y un programa heterogéneo, que utilizó el hartazgo social, producto del neoliberalismo capitalista decadente, de las capas obreras, campesinas e indígenas, para ganar en las urnas y posicionarse como la “alternativa de transición a la democracia”, consolidando el Estado capitalista mediante la conciliación con la clase capitalista nacional.
En su interior no existe una unidad ni política, ni ideológica ni programática, por ello tienden a cambiar y a relativizar su consenso y homogeneidad de decisión. Sin embargo, tienen un papel fundamental en la cámara, ya que tienen la mayoría.
Es allí, donde nosotros detendremos la mirada, en las contradicciones políticas y sociales del reformismo burgués y el planteamiento que desde la izquierda independiente hemos hecho, en las calles, las aulas, los pasillos, con foros de discusión y un trabajo de base, planteando un Congreso Universitario Resolutivo.
El planteamiento de reforma a la Ley Orgánica para democratizar la UNAM a pesar de ser una consigna vigente, tiene un trasfondo oportunista ya que ni provino de una mayoría aprobada de MORENA ni representa la perspectiva programática y deja en claro la posición de alianza de MORENA con Graue y su grupo de poder, lógicamente que ni Graue y MORENA quieren democratizar la UNAM, ya que implica quitar los privilegios a los grupos enquistados dentro de la Universidad.
Ello sólo demuestra la incompatibilidad de MORENA y Graue con la izquierda y con los intereses del estudiantado y de la lucha de las mujeres.
La consigna de la democratización, tiene que quedar claro, ha sido, es y será, la lucha que solo el sector estudiantil puede y tiene que levantar tal y como lo ha venido haciendo desde hace décadas.
Retomando la consigna del movimiento estudiantil de 1986-87, la huelga del 1999, generada para defender la educación pública y gratuita, en su pliego petitorio exigió la celebración de un Congreso Universitario Resolutivo, igualmente se visibilizó su necesidad, en las movilizaciones suscitadas tras el ataque porril contra estudiantes en Rectoría el 3 de septiembre como la solución ante la inseguridad, violencia y falta de transparencia.
La rediscusión de la UNAM es necesaria y está en la agenda de la izquierda independiente y de las colectivas y grupos socialistas y no es una consigna que pueda venir desde afuera ni mucho menos del reformismo burgués.
Finalmente, no basta reformar la forma de elección de los funcionarios, hace falta una reforma más amplia que convierta al consejo universitario en un órgano de discusión real, libre de cualquier derecho de veto, como el que actualmente ostenta el rector; la eliminación de la Junta de Gobierno, el Patronato Universitario y los cargos por designación. Es decir, reestructurar la Universidad donde la dirección la tengan las y los estudiantes, las y los profesores y las y los trabajadores.
Es por ello que la propuesta de reforma expone un elemento crucial que debemos de tener en cuenta siempre en el análisis.
Lo que demuestra la el proyecto de reforma, a la Ley Orgánica de la Universidad, es la importancia de tomar el poder como medida estratégica en la transición del capitalismo al socialismo que promovemos.
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