Desde finales de abril de este 2021 han dado la vuelta al mundo las imágenes de multitudinarias manifestaciones en Colombia en rechazo al proyecto de reforma tributaria propuesto por el gobierno de Iván Duque.
Asimismo, las imágenes de la violencia desmedida de los cuerpos policiacos contra la población en las calles han generado múltiples protestas en Colombia y en diversos países del mundo, organizadas estas últimas, por la gran cantidad de colombianas y colombianos exiliados alrededor del mundo, quienes han huido de su nación amenazados por la violencia.
Pese a que el proyecto de reforma tributaria fue retirado por el mismo Duque, las manifestaciones no han cesado, y ahora han retomado múltiples demandas presentes en el movimiento social colombiano desde hace varios años, aunado a la exigencia de la renuncia de Iván Duque; la respuesta del estado ha sido la brutal represión que ha dejado más de veinticinco muertes, cientos de heridos e incluso decenas de desaparecidos.
PARA ENTENDER EL DESCONTENTO
La propuesta de reforma tributaria fue presentada ante el Congreso de la República por el presidente Iván Duque el 15 de abril pasado, de inmediato generó un amplio rechazo en la población, principalmente en la clase trabajadora sobre la cual pesa en mayor medida la profunda crisis económica que padece Colombia, y la cual se ha visto agravada a consecuencia de la pandemia del COVID-19.
Como receta de todo gobierno neoliberal, Duque optó por imponer nuevos impuestos y aumentar los ya existentes, como por ejemplo subir el IVA a 19% y quitar de la exención productos de la canasta básica y medicinas, así como el aumento de la gasolina que impactaría en múltiples aumentos en productos y servicios, afectando en mayor medida a las clases más empobrecidas.
Asimismo, Colombia es uno de los países de América Latina y en general del mundo, con una de las más grandes brechas de desigualdad social, que incluso se muestra en una sociedad jerarquizada en estratos sociales donde la población es dividida en números dependiendo su nivel de ingreso y cuyos beneficios sociales dependen de cuál es el estrato que ocupan en la sociedad.
La injusta y arbitraria reforma tributaria de Duque se sumó al profundo descontento social que carga el pueblo colombiano y llevaron al fracaso la receta neoliberal de cargar la crisis económica sobre la espalda de la clase trabajadora, no les funcionó, ya que ésta irrumpió de manera contundente en las calles y logró, por ahora, hacer retroceder al gobierno.
LA GRAN DEUDA HISTÓRICA Y SOCIAL EN COLOMBIA
Como hemos mencionado, el gran descontento popular no se refiere únicamente al aumento en los impuestos que pretendía Duque, sino a una profunda deuda histórica, política, social y económica que padece el pueblo colombiano.
Recordemos que hace pocos años Colombia estaba bajo un profundo conflicto político-militar interno, el cual había sido negado de manera reiterada por los gobiernos de corte conservador al calificar el conflicto interno como delincuencia común o acciones de grupos terroristas, discurso implementado por el ex-presidente Álvaro Uribe Vélez bajo el cual justificaba cualquier acción militar y paramilitar contra la disidencia guerrillera, pero también, contra cualquier adversario político.
Colombia ha sido uno de los países que más apoyo económico y militar ha tenido de Estados Unidos, siendo el Plan Colombia una de las más recientes expresiones de ello, incluso, ha contado con asesoría y capacitación en acciones contrainsurgentes del Mossad Israelí, que le han valido no sólo acciones desmedidas contra la insurgencia en armas, sino contra todo adversario político y contra la población en general.
En el 2016 parecía que la historia de Colombia tomaría un giro total ya que en agosto de ese año se firmaban, tras varios años de negociaciones, los acuerdos de paz entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) y el gobierno colombiano encabezado en ese entonces por Juan Manuel Santos.
La esperanza de comenzar a construir un camino hacia la paz inundaba las ilusiones no sólo de colombianos sino del pueblo latinoamericano y del mundo en general, pero también, muchos sectores veíamos con gran reserva los Acuerdos de Paz, principalmente porque eran firmados por un gobierno que no mostraba mayor voluntad para cumplir en los hechos los acuerdos.
Estando en plenas negociaciones de paz e incluso ya firmados los acuerdos mismos, la violencia sistemática del Estado colombiano no ha cesado, por el contrario se ha recrudecido, no hay un solo día en el cual no sean asesinados líderes indígenas, defensores de derechos humanos, ambientalistas, sindicalistas, jóvenes, estudiantes, mujeres, en general están asesinando al pueblo que ha luchado y resistido durante tantos años y que estaba esperanzado en por fin lograr una transformación profunda en Colombia.
La ilusión duró muy poco, no sólo no se ha cumplido ni uno sólo de los puntos firmados en los Acuerdos de Paz, sino que incluso el estado ha endurecido mucho más su política represiva y de limpieza social interna, donde también los grupos paramilitares han retomado el territorio que habían perdido frente a la insurgencia y comunidades organizadas sometiéndoles al horror.
Hoy, es muy claro que los Acuerdos de Paz han fracasado rotundamente, no existe voluntad política del gobierno para cumplirlos, pero sobretodo, no podrá existir paz cuando las causas que dieron origen al conflicto colombiano no han sido resueltas y sobretodo, no existe voluntad para caminar hacia la reconstrucción del tejido social tan destruido por décadas de conflicto y de la imposición de una oligarquía aliada a Washington que controla todo.
Más recientemente en el 2019 las manifestaciones de los jóvenes en defensa de la educación pública abarrotaban las calles de las diferentes ciudades de Colombia, protestas que parecía quedaban suspendidas ante la irrupción de la actual pandemia, pero que hoy vemos solamente acumularon mayor fuerza y hoy muestran a una nación cansada de terrorismo de Estado y de arrastrar profundas desigualdades, injusticias y atrasos.
EL GUERRERISMO DE URIBE VÉLEZ
Aunado a las imágenes que dan la vuelta al mundo acerca de lo que ocurre en las calles de Colombia, también han dado la vuelta al mundo las declaraciones del ex-presidente Uribe Vélez, quién haciendo gala de su belicismo, justifica e incita los asesinatos y agresiones a manos de los cuerpos policiacos, siempre bajo el discurso de defender el estado de derecho y la propiedad privada.
Las declaraciones de Uribe Vélez no sorprenden a nadie, es bien conocida su posición belicista que rechaza cualquier disidencia política, que niega la diversidad de los pueblos y comunidades indígenas, exacerba la intolerancia hacia la diversidad sexual, que impone el verdadero terrorismo de estado bajo la visión de un gobierno narcoparamilitar como lo fueron sus ocho años de gobierno.
Desde que Iván Duque llegó a la presidencia de Colombia se sabía que realmente quién movía los hilos de la política seguía siendo Uribe Vélez, aunque el despertar del pueblo colombiano no es reciente, cada día se incrementa su fuerza de lucha, su capacidad de convocatoria en las calles y de aumentar la solidaridad de los pueblos del mundo, así como también, todas aquellas luchas por justicia ante los innumerables crímenes del terrorismo de Estado, han comenzado a rendir frutos, recordemos como en meses pasados Uribe Vélez estuvo muy cerca de enfrentar a la justicia tras las rejas.
La realidad colombiana es sumamente compleja, es un país con profundas deudas históricas, sociales, políticas y económicas, un país arrastrado por una oligarquía que controla todo espacio y se rige bajo un narco paramilitarismo como instrumento para imponer una agenda neoliberal y conservadora, ampliamente rechazada por el pueblo en las calles pero que éste aún no logra concretar una fuerza unitaria para derrocar a Duque y poner fin a la herencia criminal de Uribe y el dominio de las clases privilegiadas.
Una realidad que se complejiza aún más cuando detrás de toda esa estructura de guerra y muerte se encuentran los intereses geoestratégicos de Estados Unidos, tanto en Colombia como en la región latinoamericana y que múltiples gobiernos colombianos le han posibilitado controlar e intervenir militarmente, un ejemplo serían las más de 7 bases militares norteamericanas ubicadas en años recientes en territorio de Colombia.
LA SALIDA A LAS PROTESTAS ES EL FIN DE LA OLIGARQUÍA
La salida a la actual situación en Colombia pasa necesariamente por la renuncia de Duque, pero también por la lucha de Colombia por su soberanía como nación y romper con su subordinación y entreguismo a Estados Unidos.
Pero también es necesaria la voluntad de construir y cumplir los Acuerdos de Paz que solamente resumen las grandes deudas que padece el pueblo colombiano y que hoy día están siendo retomadas en las protestas en las calles y como parte de una posible mes de negociación con el gobierno, aunque la experiencia de negociación con el Estado ha quedado claro, no conduce a buenos resultados. Se requiere la voluntad política y fuerza del pueblo en las calles para impulsar con mayor fuerza la transformación urgente y que no puede postergarse más, no sólo es una reforma tributaria es una transformación social lo que necesita Colombia.
Genoveva A. | Sector Trabajadores-GAR
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