La pandemia del COVID-19 ha traído consigo tal recrudecimiento en la lucha de clases que, mientras la burguesía incrementa la extracción de plusvalía del trabajo de sus empleados desde la comodidad de sus mansiones, la clase trabajadora se ve obligada a asumir el riesgo de contagio cuando asiste diariamente a sus sitios de trabajo para mantener aquellas altas tasas de ganancias. Se les ha llamado héroes a los trabajadores de servicios y demás sectores por seguir trabajando en tiempos de pandemia en contra de su voluntad, pero a los burgueses se les olvida que las personas no comen halagos, y la recompensa que requieren vienen en la forma de condiciones dignas de trabajo y salarios justos, sino es que en la completa socialización de los medios de producción. Pero la realización por parte de los trabajadores, durante la pandemia, que son ellos los que en verdad hacen al sistema funcionar, los ha puesto a la ofensiva en Estados Unidos, en este último año del 2021. Una escasez de mano de obra barata así como la creciente inflación le ha dado a los trabajadores las herramientas y motivación para buscar mejores condiciones en sus lugares de trabajo, ya sea en la forma de renuncias masivas ante empleos mal pagados (lo que se ha llamado como la Gran Resignación), así como la organización de trabajadores en sindicatos y la realización de huelgas exitosas.
LA UNIVERSIDAD CORPORATIVA Y EL ESTUDIANTE DE POSGRADO
Dentro de esta ofensiva que los trabajadores realizan actualmente en Estados Unidos, un sector importante de esta lucha se ha visto en las universidades, donde docentes, investigadores y demás trabajadores se han visto involucrados en acciones de todo tipo. Ante la corporatización de las universidades que vino con la ola neoliberalizadora de los años ochentas, las contradicciones laborales entre la administración y los trabajadores se han acrecentado, y no sólo los empleados “tradicionales” han tenido que organizarse, sino que estudiantes investigadores de posgrado lo han hecho al igual mediante la formación de sindicatos. Aunque se piense que los estudiantes de posgrado no son más que eso, estudiantes, conceptualizar su labor de esta manera ignora lo que en verdad se hace en un posgrado, particularmente en un doctorado: trabajo de investigación y de docencia que beneficia por igual a la universidad. Es de notar que la porción del doctorado dedicada a tomar clases es mínima, mientras que la mayor parte se dirige a la realización de una tesis durante la cual uno trabaja como ayudante de docente para impartir clases a estudiantes de licenciatura, o como ayudante de investigación en la que puede haber cierto traslape con el trabajo de la propia tesis. Un estudiante de posgrado suele alternar entre estos dos puestos en cada periodo escolar.
Es evidente que las universidades se benefician de los docentes y sus ayudantes al poder admitir a más alumnos y cobrarles la colegiatura, pero ¿cómo se benefician de contar con más investigadores y sus ayudantes? Lo hacen de forma directa e indirecta: las universidades generalmente son clasificadas de mejor a peor de acuerdo en parte al nivel de investigación que se hace, así como de otros factores como la docencia. De acuerdo a su puntuación en esta clasificación, las universidades obtendrán más recursos: ya sea en la forma de fondos que el gobierno y empresas privadas suelen dar directamente a los investigadores para la realización de su trabajo, de los cuales la universidad siempre obtiene una tajada; o como consecuencia de una mayor cantidad de estudiantes que quieren estudiar en la universidad por el prestigio ganado, lo que resulta en más colegiaturas por cobrar. Finalmente, de los frutos comerciales del trabajo de investigación (patentes o productos comerciales) a veces se pueden beneficiar las universidades al ser dueñas de todo material que surge de ellas.
Además de estos ingresos, las universidades cuentan con fundaciones que captan enormes cantidades de dinero producto de donaciones de los ricos (que las usan para deducir impuestos y hasta evadirlos), que luego las universidades invierten en la bolsa para aumentar aun más su riqueza. Finalmente, las universidades pueden lucrar con todo tipo de eventos realizados en su interior y con las propiedades de las que sean dueñas (bienes raíces), como dormitorios para estudiantes. Ha de quedar claro que esto aplica tanto para universidades públicas como privadas en Estados Unidos, donde la diferencia entre estas dos formas de propiedad es cada vez más difusa debido a décadas de políticas neoliberales que han llevado a la corporatización de la universidad en general. Por ejemplo, las universidades públicas deben depender cada vez menos de ingresos federales y estatales, y más de sus actividades “emprendedoras” (de los negocios que puedan mantener), en este intento por traer la lógica del mercado a la educación y su administración. Del mismo modo se refleja, al interior de los campus, esta lógica a través de las crecientes brechas salariales y el mayor uso de trabajadores temporales sin prestaciones. De hecho, para ahorrar dinero, las universidades entendieron que los estudiantes de posgrado podían servir cada vez más en la forma de mano de obra barata, como ayudantes de docente, en vez de contratar a profesionales como tal. De la misma forma, la universidad corporativa ya no vería utilidad en seguir promoviendo “anticuados” programas de ciencias sociales y humanidades e invertiría en las ciencias duras, ingenierías y programas de administración.
Los primeros intentos de sindicalización por parte de los estudiantes de posgrado se darían en los años 60, pero sería hasta los años 90 cuando habría una gran ola de sindicalizaciones por todo el país norteamericano, al mismo tiempo que se adoptaba el modelo corporativo en las universidades. Pero es necesario aclarar que esta ola de sindicalización sólo fue con respecto al papel del estudiante de posgrado como ayudante de docente, no como ayudante de investigación, y los estudiantes tuvieron siempre mayor éxito en las universidades públicas que en las privadas. La administración de las universidades quiso invisibilizar las relaciones de explotación que ocurrían en torno al estudiante de posgrado que trabajaba como ayudante de investigación, para impedir que perdiera el control total sobre los frutos del trabajo de sus empleados. Esto ocurría al decir que el trabajo que los estudiantes de posgrado hacían en investigación no se asemejaba a una relación laboral con su supervisor, sino que simplemente existía una relación de tutoría y aprendizaje con éste. Esta situación pone al estudiante de posgrado a merced del supervisor durante los años que dura el programa, ya que el supervisor tiene amplio margen para cometer todo tipo de abusos a no ser que el estudiante quiera ver su trabajo de años tirado a la basura. Al no haber un contrato que regule las relaciones entre supervisor y estudiante, estos abusos son factibles y la universidad se mantiene siempre favorable al supervisor. Los administradores de las universidades con sus sueldos millonarios y mansiones que les son otorgadas dentro de los propios campus, acusaron a los estudiantes de posgrado organizados de querer introducir un modelo industrial de empleo al interior de la universidad y destruir la confianza entre los académicos, lo cual es irónico considerando que han sido ellos mismos, junto con los empresarios, los que establecieron el modelo corporativo del cual se benefician.
LA UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA Y LA SINDICALIZACIÓN DE ESTUDIANTES DE POSGRADO
En la Universidad de California, una universidad con varios campus que operan de forma autónoma dentro del estado del mismo nombre, ocurrió en este 2021 un proceso para sindicalizar a los estudiantes de posgrado en su papel como ayudantes de investigación, que acabaría con su eventual reconocimiento en el último mes de aquel año, después de una amenaza por parte de los estudiantes de irse a huelga. Aunque los estudiantes de posgrado ya contaban con un sindicato desde el 2000 que los protegía en su papel como ayudantes de docente, no era el caso en su otro papel, lo cual era ridículo ya que en ambos casos recibían un salario por su trabajo bajo el mismo empleador, la universidad. El sindicato que respalda actualmente a los estudiantes de posgrado es Trabajadores del Automóvil Unidos (UAW), que alguna vez su fuerte era respaldar al movimiento obrero en la industria automotriz, pero debido al proceso de tercerización (“outsourcing”) hacia otros países que se dio con el fin del proteccionismo y la entrada del neoliberalismo al país, la industria automotriz cayó y con ello sus adherentes; es por eso que UAW ahora se ha visto irónicamente apoyando más a los trabajadores de la educación, en otra muestra de cómo el modelo industrial se ve aplicado cada vez más en las fábricas académicas que son las universidades.
El local número 2865 del UAW se creó con motivo de la sindicalización de los estudiantes de posgrado en su papel como ayudantes de docente en la Universidad de California durante el 2000, local que posteriormente también representaría a los estudiantes en su papel como ayudantes de investigación. Lo que permitió la implementación del primer contrato colectivo para los estudiantes de posgrado en su papel como ayudantes de docente allá en el 2000, fue fijar un conjunto de reglas que dieran certidumbre a las relaciones laborales entre los estudiantes y la administración: en cuanto a periodos en el que se esperaría el pago de salario, procedimientos justos para resolver disputas, beneficios en la forma de ayudas monetarias para la paga de guarderías y cuestiones de salud (a quien necesite), seguridad laboral durante el periodo de contratación, entre otras cosas. Pero lamentablemente el sindicato no ha sido ajeno a procesos de burocratización, y en los contratos los negociantes se han visto doblegados por las autoridades al permitir incluir cláusulas que les impide irse a huelgas mientras dure el contrato (cada contrato dura al menos un año), lo que en efecto es entregar la mayor arma de un sindicato al empleador. De igual forma, los incrementos en los salarios han sido fijos y acordados al momento de negociar el contrato, lo que provoca que, a falta de pronóstico, la inflación pueda llegar a ser mayor al incremento y el incremento sea insuficiente para evitar un recorte al salario en la práctica. Justamente esta última situación ocasionó que a finales del 2019 ocurriera una huelga “ilegal” por parte de los estudiantes de posgrado debido a los altos costos de vivienda que seguían incrementando en ciertas partes de California y que no habían sido contemplados para el contrato negociado en 2018, el cual desde sus principios había sido una derrota de los trabajadores y una victoria para la burocracia sindical.
Es en el verano del 2021, durante la pandemia, que los estudiantes de posgrado se vuelven a organizar pero ahora para sindicarlizarse en su papel como ayudantes de investigación. El proceso empezó mediante la recolección de firmas de 11000 trabajadores (de un total de 17000), en cartas de autorización del sindicato, para ser entregadas a un organismo estatal, la Junta de Relaciones de Empleo Público (PERB). Este organismo no tardaría en dar su visto bueno y sólo quedaría pendiente el reconocimiento por parte de la universidad, la cual habría de demorar lo mayor posible el reconocimiento e intentaría excluir a una cierta clase de estudiantes de posgrado del sindicato en su intento de limitar el daño y dividir a los estudiantes. No sería sino hasta después de una protesta en todos los campus, peticiones respaldando la integración de todos los trabajadores, y un llamado a huelga votado por todos los integrantes, que la universidad desistiría y aceptaría en diciembre la creación de dicho sindicato. Durante todo este tiempo ocurrirían reuniones virtuales bisemanales para discutir posibles acciones y se organizarían visitas a los laboratorios de los demás estudiantes de posgrado a fin de mantenerlos comunicados.
El proceso que ahora seguirá es el de elegir un comité para negociar el contrato, y adentrarse en las negociaciones. La voz de los trabajadores de posgrado se ha dejado escuchar a través de encuestas que indican la preferencia por ciertos beneficios a plasmar en el contrato, pero se deberá empujar por un proceso abierto de negociación, en donde no ocurra ningún acuerdo a escondidas ni pase alguna concesión no votada. La ventaja de negociar en estos momentos es que de igual forma lo hacen trabajadores de posdoctorado con su sindicato, por lo que combinar esfuerzos hará más fuerte el empuje por mejores condiciones. Los estudiantes de posgrado quieren beneficios monetarios para su salud y vivienda, así como regular la relación con su supervisor, una en donde este último tiene poder absoluto sobre la carrera del estudiante.
Jacobo Hernández
¡Nuestra solidaridad con los trabajadores de posgrado de otras universidades que actualmente dan su lucha por el reconocimiento de sus sindicatos!
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