EL SALVADOR Y LA POLÍTICA DE MANO DURA: EL ULTRADERECHISTA BUKELE

Nayib Bukele, un personaje controversial y polémico, es un hombre que ha enfrentado juicio por violencia de género, pagado sanciones por delito de calumnia, y el actual presidente del Salvador. Inició su carrera política en 2009 como alcalde de San Salvador junto al FMLN (El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) con quien rompió vínculos políticos en 2017. Dos años después, en 2019, se lanzó a la Presidencia y fundó su propio partido político llamado Nuevas Ideas. La elección de Bukele desplazó a los dos partidos políticos que se habían alternado el poder tras el fin de la guerra civil en la década de los 90, y aunque ésto parecía ser una salida a los proyectos de falsas democracias y un suspiro de nuevos aires, las medidas instauradas por parte del presidente salvadoreño han despertado el miedo de un posible retroceso hacia un tipo de liderazgo autoritario como el anteriormente derrocado.

Bukele no es sólo un presidente acompañado de insólitas propuestas tales como adoptar la criptodivisa bitcoin como moneda legal, o de extravagantes decisiones como construir el “Centro de confinamiento del Terrorismo”, la mega-cárcel con capacidad para 40.000 personas en el Salvador. También es un mandatario con una popularidad actual del 90% y un largo historial de actos que demuestran su autoritarismo y sus políticas de mano dura como apologías a la violencia. Desde sus inicios mostró su carácter y mano dura cuando la legislatura tardó en aprobar fondos adicionales para el ejército y él decidió llevar soldados al Congreso para intimidar a los legisladores con el fin de que aprobaran el proyecto de ley, acto que provocó una crisis constitucional y revivió los recuerdos de las dictaduras militares que gobernaron al país durante casi medio siglo. Posteriormente, no contento con desafiar solo al poder legislativo, se resistió a acatar el dictamen de la Corte Suprema tras desplegar al ejército en las calles durante la pandemia para obligar a los ciudadanos a cumplir una estricta cuarentena con el apoyo de detenciones declaradas como inconstitucionales por el poder judicial. Más tarde, su alianza con las fuerzas policiales y militares fue reiterada tras autorizar a la policía y al ejército a matar a miembros de pandillas y publicitar una serie de medidas punitivas a los encarcelados, lo cual desató una oleada de homicidios en el país.

Tras esta serie de eventos, en marzo de 2021 Nuevas Ideas arrasó en las elecciones legislativas, lo que le permitió a Bukele tomar el control del Parlamento. Con ésto ordenó la destitución del fiscal general y de los jueces de la Sala Constitucional de la Suprema Corte. Además logró instaurar un estado de excepción que le ha permitido, con impunidad constitucional, sacar a los militares a las calles y declarar la guerra contra las llamadas maras, en la que según organismos de derechos humanos, ha violentado el debido proceso y cometido abusos contra los derechos humanos. Actualmente Bukele tiene el control total de los tres poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial) y cuenta con el apoyo popular para impulsar cualquier medida que desee sin contrapesos. Así, de la mano de la Asamblea Legislativa, ha aprobado leyes que facilitan la adjudicación de contratos, la clasificación de información que debería ser de dominio público, y la ley de prensa que contempla hasta quince años de prisión para periodistas que escriban “mensajes que generen ansiedad o pánico en la población”. Además, se ha permitido la aprobación de una nueva ampliación del régimen de excepción.

Hoy Bukele tiene los ojos puestos en la reelección, y aunque la Constitución Salvadoreña prohíbe dos mandatos consecutivos de un presidente, el gobernante ni siquiera ha tenido que hacer uso de su mayoría parlamentaria para lanzarse a una reforma constitucional, ya que sus magistrados hicieron una interpretación de las leyes y afirman que no hay obstáculo para la reelección. Así, con el apoyo de los altos índices de aprobación y con el control total de las instituciones, Bukele avanza en un proyecto cada vez más autócrata digno de los fieles representantes latinoamericanos.

Elisa

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