El imperialismo interviene de nuevo en Haití

Jacobo Hernández

El pasado 25 de junio, el primer contingente policial extranjero llegó a Haití como parte de una nueva misión internacional para “estabilizar” al país. Esto se da después del asesinato del ex presidente haitiano, Jovenel Moïse, en 2021, por un grupo de mercenarios, algunos entrenados previamente por fuerzas armadas de los Estados Unidos. Las condiciones bajo las cuales se realizó este asesinato siguen siendo inciertas, pero podrían involucrar a su sucesor, Ariel Henry, que se impuso como primer ministro desde entonces para luego ser forzado a renunciar a mediadios del 2024. La violencia creciente, producto de los choques entre pandillas que controlan la mayor parte de la capital del país, ha obligado a cientos de miles de haitianos a emigrar. El poder de las pandillas y la gran impopularidad de Henry lo obligaron a renunciar, ahora un nuevo primer ministro interino ha sido asignado por parte de un consejo transicional externo apoyado por la Comunidad del Caribe, y de ahí se lanzará una nueva intervención extranjera con fines “humanitarios” en Haití, liderada por Kenya y apoyada por la ONU. 

Esta no es la primera misión “humanitaria” a la que es sujeta Haití: al menos otras 2 misiones apoyadas por la ONU se han impuesto desde los 90s, todas de forma unilateral y obedeciendo a los intereses de las potencias imperialistas. En efecto, la segunda de ellas, en 2004, surge después del secuestro que Estados Unidos realizó al entonces presidente electo democráticamente, Jean-Bertrand Aristide, al cual forzó su exilio, para después llamar a la ONU a que intervinieran militarmente con cascos azules y así “garantizar” la paz. Esta sería la segunda vez que Estados Unidos removería por medio de un golpe de Estado a Aristide para después llamar a la ONU, debido a que Aristide no se doblegaba tan fácil a los intereses del país imperialista, además de que era popular con las masas. En el preludio de la segunda intervención del 2004, la oligarquía haitiana ayudó a suscitar el golpe de Estado al convocar a sus fuerzas pandilleras para provocar violencia y crear las condiciones para una intervención. En esa ocasión, la fuerza multinacional que trajo la ONU, no fue liderada por los Estados Unidos, sino por Brasil. Así como esta nueva intervención del 2024 es liderada por Kenya, Estados Unidos ha aprendido a disfrazar las ocupaciones de Haití como misiones humanitarias al asignarles el liderazgo de las intervenciones a países no imperialistas, pero que en realidad actúan como socios del imperialismo. Recordemos que Estados Unidos ocupó la isla directamente de 1915 a 1934, durante el cual se benefició de un sistema de trabajo forzado que generó miles de muertes pero grandes beneficios para sus compañías. Una vez acabada la ocupación, apoyaron los regímenes dictatoriales de la dinastía Duvalier, y su represión brutal de la población hasta 1986. 

En la intervención de la ONU de 2004 a 2017, la violencia contra la población fue constante. Bajo el supuesto propósito de pacificar el país, las fuerzas multinacionales incorporadas por militares y policías de países de la marea rosa latinoamericana, cometieron un sinfín de abusos. La represión no se hizo esperar en contra del pueblo que protestaba contra el golpe de Estado y la ocupación, a los que tachaban de pandilleros para poder asesinarlos sin problemas. La violencia sexual fue un factor común, y la introducción del cólera en el país por parte de las fuerzas multinacionales fue la causa de muerte de miles de haitianos, sobre lo cual la ONU no tomó responsabilidad. La intervención de la ONU ni siquiera sirvió para fortalecer al débil gobierno haitiano, siendo las ONGs las que acapararon las donaciones humanitarias de todo el mundo y las utilizaron con total opacidad. Mientras tanto, las trasnacionales se beneficiaron de una mano de obra tan barata. 

La intervención de los Estados Unidos se vería presente en las elecciones presidenciales del 2010 con la victoria del candidato neoliberal, Michel Martelly. Su sucesor, Jovenel Moïse, desataría una ola de protestas en 2018 al revelarse sus actos corruptos y sus planes para quitar subsidios a combustibles. Moïse, como todos los líderes haitianos desde la época de las dictaduras de los Duvalier, utilizó no solo a la policía para reprimir duramente a la población, sino a grupos pandilleros que históricamente han servido a las élites políticas y económicas. De hecho, los mismos grupos pandilleros que hoy se disputan el territorio haitiano y actúan con intereses propios, son creación de los grupos en poder. El líder de la pandilla infame G9, Jimmy Chérizier, que hoy se disputa el poder con el gobierno, servía originalmente a Moïse e incluso perpetuó una masacre para acabar con los manifestantes de ese entonces. 

En este contexto actual de anarquía, los barrios populares han creado sus grupos de auto defensa (Bwa Kale) con diferentes grados de éxito, pero se necesitará de un mayor grado de organización para poder hacer frente a las pandillas y la oligarquía, y frente a la nueva intervención protagonizada por Kenya, cuya policía recientemente se ha destacado por reprimir de forma brutal a su propia población en rebeldía. Trabajadores y trabajadoras del mundo debemos de luchar por un Haití libre de intervencionismo imperialista, por una nación que no esté al servicio del capital y sujeta a la violencia que acarrea.


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