Entre la oposición pro imperialista y el régimen bonapartista de Maduro, las y los venezolanos pierden

Jacobo Hernández

El pasado 28 de julio se realizaron elecciones presidenciales en Venezuela que enfrentaron al actual presidente del país, Nicolás Maduro, candidato de la coalición liderada por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), contra el candidato Edmundo González del partido opositor, Plataforma Unitaria Democrática (PUD). Los resultados le fueron favorables a Maduro, quien ganó con alrededor del 51% de votos, pero esto sucedió en medio de acusaciones de fraude por parte de la oposición ante la falta de transparencia en el conteo de votos. Por esta razón la oposición llamó a desconocer los resultados oficiales y salir a las calles a protestar. Contrario a otras épocas, las protestas se han dado en barrios populares conocidos anteriormente como bastiones del chavismo. Mientras países como China y Rusia felicitan a Maduro, Argentina y Chile denuncian un fraude. Al margen, México, Brasil y Colombia hablan sobre la necesidad de transparencia en los resultados, e incluso de rehacer las elecciones. Es claro que los poderes en todo el mundo ven de cerca lo que sucede en Venezuela a la expectativa de ganarse el botín que yace en el territorio nacional, el cual contiene las mayores reservas de petróleo comprobadas en todo el mundo. Las elecciones enfrentan a dos proyectos diferentes de nación: Maduro dice enarbolar la continuación de la revolución bolivariana y el proyecto socialista de nación heredado del difunto Hugo Chávez, mientras que en la coalición de Edmundo González prometen una supuesta transición hacia un régimen con mayores libertades, democracia, y desempeño económico. Pero la realidad que yace detrás de estos discursos es más compleja y en este artículo intentaremos desenmascarar la realidad detrás de la crisis en Venezuela.

¿Quién es la oposición?

La oposición política en las pasadas elecciones fue representada por Edmundo González, sin embargo, quien tiene realmente el poder en la coalición opositora es el ala más reaccionaria liderada por María Corino Machado, quien originalmente era la candidata de la coalición pero debido a su constante apoyo al intervencionismo estadounidense en su país quedó inhabilitada. Esta oposición reúne a los elementos más pro imperialistas del espectro político venezolano, aquel sector de la burguesía que perdió poder cuando Hugo Chavéz llegó a la presidencia en 1999, la cual se ha dedicado a proclamar supuestos fraudes electorales y apoyar todo tipo de intentos violentos para derrocar al gobierno. Uno de esos intentos fue el golpe de Estado del 2002, orquestado junto con Estados Unidos para traer a la vieja élite neoliberal al poder, pero que falló cuando la población salió en masa a defender a Chávez. Posteriormente, la oposición organizaría jornadas de protestas violentas de carácter insurreccional (guarimbas) en barrios acomodados durante el 2014 y 2017, que se valieron del cerco mediático internacional para disfrazarlas de expresiones populares de hartazgo. Estos intentos culminaron en 2019 con la declaración de un gobierno paralelo liderado por una figura de la oposición, Juan Guaidó, en otro intento de golpe de Estado fallido auspiciado por Estados Unidos. 

De igual forma, el boicot económico por parte de la clase capitalista siempre ha estado presente, empezando por el “paro” nacional del 2002 a 2003, donde los empresarios y la aristocracia laboral de los sindicatos charros paralizaron la economía con el fin de sacar a Chavéz del poder, ante el anterior fracaso del golpe de Estado. Asimismo, siguiendo el llamado de la burguesía venezolana, una guerra económica fue desatada en el 2017 por Estados Unidos en contra del país, en la forma de sanciones que mantienen al país aún hoy en día bloqueado del comercio internacional. Por este motivo el país difícilmente obtiene crédito en los mercados financieros globales. Por si fuera poco en 2019 una nueva serie de sanciones económicas buscaron atacar frontalmente a la industria petrolera venezolana y bloquear la venta de petróleo al exterior, además, confiscar activos extranjeros del gobierno. Venezuela es un país sumamente dependiente de su industria petrolera, la mayor parte de sus exportaciones son de petróleo y derivados por las cuales recibe divisas que utiliza para financiar las importaciones de las cuales depende sumamente su población. Si este país padeció una crisis por la caída global en los precios de petróleo que sucedió a mediados de los 2010s, las sanciones que empezaron en el 2017 demolieron aún más a la industria petrolera que proveía de divisas al país llevando a la caída la producción de petróleo, por lo tanto, sus importaciones. Estas importaciones son de suma necesidad para abastecer al país de productos de primera necesidad, comida, medicamentos, maquinaria, etc., de la que tanto depende la población en su conjunto, por lo que estas sanciones criminales en la práctica han funcionado como castigo colectivo y han alargado la crisis de manera innecesaria. 

Los planes declarados de la oposición ante su eventual llegada al poder son: privatización de las empresas estatales, especialmente la industria petrolera, la realización de acuerdos con el Fondo Monetario Internacional para reestructurar la deuda, eliminar leyes a favor de los trabajadores, la imposición de flexibilización laboral, eliminar todo tipo de programas sociales, reducir impuestos a los ricos, etc., medidas que marcarían un retorno inmediato al neoliberalismo y al modelo entreguista de recursos a Estados Unidos y sus transnacionales, de manera similar a lo que sucede en Argentina con Javier Milei, amigo de Machado.

¿Quién es Nicolás Maduro?

Nicolás Maduro llega a sustituir a Hugo Chávez como presidente en el 2013 tras su fallecimiento. El proyecto revolucionario de Chávez, cuyo fin proclamado era el socialismo, se estancaría durante los gobiernos consecutivos de Maduro. Chávez se benefició del incremento en los precios del petróleo durante la primera década de los 2000s para desarrollar todo tipo de proyectos sociales dirigidos a la clase trabajadora, posteriormente para expropiar diversas industrias estratégicas. A mediados de los 2010s con la caída de precios petroleros llegó la crisis el modelo chavista y con las posteriores sanciones lo hundirían aún más, revelando la incapacidad del proyecto bolivariano para romper con la sobredependencia histórica del país con el petróleo y con las bases capitalistas, dando lugar incluso en los hechos a una nueva burguesía nacional. En vez de profundizar la revolución, Maduro mantuvo el sistema de regulación estatal de empresas tanto públicas como privadas, sin dar un paso más hacia la socialización de los medios de producción, permitiendo entonces que los capitalistas eludieran los intentos por regular la economía y así agravar aún más la crisis. 

En años más recientes, ha sido cada vez más evidente la lealtad de Maduro a los capitalistas por sobre las y los trabajadores, con políticas de austeridad que ha implementado para supuestamente combatir la crisis. Estas políticas consisten en una serie de ajustes antiobreros: empezando por el congelamiento de los salarios para permitir que la inflación se los coma, cortes al gasto público y programas sociales, y el avance en la privatización encubierta de diversos sectores como el petrolero, donde se ha ido permitiendo una mayor participación de privados en la extracción de recursos. Destaca la represión que se ha ejercido en contra de los antiguos aliados del chavismo a la izquierda, como el Partido Comunista de Venezuela, en el cual Maduro ha intervenido directamente para remover a la dirigencia crítica. En estos momentos, por lo tanto, se puede caracterizar a Maduro como un dirigente bonapartista que aparenta mediar entre el pueblo y los capitalistas: no es un dirigente que busca profundizar la revolución que empezó Chávez, abrazado para esto de la cúpula militar cuya lealtad mantiene a base de privilegios.

Conclusión

La oposición venezolana habla sobre “liberar” al país, sobre permitir el regreso de los compatriotas que han emigrado ante la situación económica desesperada, el cese a la violencia y sobre un regreso a la democracia. En la práctica, los planes de la oposición llevarían a una continua represión de las y los trabajadores con el fin de vender los recursos del país al imperialismo y aprobar todas las reformas regresivas que tienen en mente. Esto es algo que Maduro hoy en día ya hace de forma gradual y sigilosa pero la oposición desea destruir los remanentes del chavismo de una vez por todas. La realidad es que la oposición no ofrece ninguna liberación al pueblo venezolano, buscan devolverle las ganacias completas a la burguesía, para que ésta pueda quitarse las cadenas con las que lo ató el pueblo y así explotar la potencial mano de obra que se crearía ante el desmantelamiento de los programas sociales y la apertura sin ataduras al comercio global. 

La represión que hoy Maduro hace incluso contra sus antiguos aliados, la oposición la hará igual o peor al llegar al poder. Está claro que lo que está en juego es el enorme botín que representa el petróleo venezolano, ya sea para Rusia y China que tienen acceso a través de Maduro, o para Estados Unidos que tendrían un acceso irrestricto con la oposición. A corto plazo es difícil que ocurra un cambio favorable para las y los trabajadores en el país, por lo pronto se debe seguir denunciando las criminales sanciones económicas que Estados Unidos ha impuesto sobre el país y que representan un castigo colectivo, además, hacer un llamado a las y los trabajadores venezolanos a la organización por fuera del burocratizado PSUV y en contra de la oposición burguesa, por una verdadera revolución que rompa con las bases capitalistas y conduzca al socialismo. 

¡No al intervencionismo estadounidense en Venezuela, por una verdadera alternativa socialista!


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