Ale BM
El 29 de octubre del 2024 aproximadamente a las 7 de la mañana, se emitió una alerta roja por fuertes precipitaciones al interior de Valencia, España. A la 1 de la tarde el presidente de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón, mencionó que los pronósticos indicaban se esperaba la disminución en la intensidad de la lluvia alrededor de las 6 de la tarde. Información que dio en una rueda de prensa y publicó en su cuenta de X (publicación que borró después). Sin embargo, desde medio día ya había barrancos desbordados y la crecida del río Magro ponía en alerta a la población. A pesar de ello las actividades continuaban con normalidad. Pasadas las 5 de la tarde, la lluvia incrementó y la tragedia se encontraba cada vez más cerca.
Hay que entender que la meteorología es una disciplina que estudia el estado del tiempo y la atmósfera auxiliándose con la física y la química. No es una ciencia exacta, pero puede dar varios escenarios para prevenir a la población de ciertos fenómenos meteorológicos, algunos más probables que otros y sin duda algunos mejores o menos devastadores que otros. Si bien no hay una exactitud, los datos indicaban que las condiciones atmosféricas de ese 29 de octubre, señalaban que era altamente probable la formación de una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA). Sin embargo, Carlos Mazón, tomó el escenario más benigno y menos probable con tal de no detener las actividades y la producción, además de no gastar recursos para movilizar a servicios de emergencia que ayudaran a la pronta evacuación.
Hasta el momento, se han contabilizado más de 200 víctimas mortales, muchas de las cuales se encontraban regresando a casa desde sus centros de trabajo, ya que las actividades laborales no se detuvieron hasta que las calles y estacionamientos quedaron completamente inundados. La fuerza de la corriente del río arrastró tanto a vehículos como a personas. En los días posteriores, el centro y las provincias de Valencia quedaron en un estado de devastación total. Como suele suceder en cualquier parte del mundo, fueron las clases trabajadoras y oprimidas quienes, en su mayoría, se movilizaron primero para brindar ayuda.
Esta no será la última DANA. En los días posteriores, las lluvias torrenciales continuaron afectando diversas ciudades de España, causando graves daños. Un ejemplo reciente ocurrió en Málaga el pasado 13 de noviembre. Sin embargo, el caso de España llamó la atención no solo por su devastación, sino por tratarse de un país europeo. En contraste, las inundaciones de septiembre en África occidental y central, que dejaron más de mil muertos, recibieron una cobertura mediática significativamente menor.
También es imprescindible mencionar otros desastres recientes, como el impacto del huracán Otis en México en 2023, el huracán John en 2024 o las inundaciones que afectaron Chalco, que dejaron a su paso daños devastadores y expusieron nuevamente la vulnerabilidad frente a fenómenos naturales.
Si bien los focos de los medios internacionales se encuentran en la guerra de los imperialismos y en menor medida, el genocidio en Gaza, las alertas sobre la crisis climática se encuentran sonando cada vez con mayor estruendo y parece que los gobiernos mundiales les basta con ponerlas en silencio.
Los titulares normalizan los fenómenos inusuales con palabras como “las raras inundaciones en el desierto del Sahara que no ocurrían desde hace 50 años”. De esta manera hace creer que estos fenómenos son normales y van a desaparecer. Nada más alejado de la realidad.
Es fácil sacar de contexto estudios científicos o declaraciones de expertos con el fin de manejar el discurso y mantener las alertas en silencio.
Fenómenos meteorológicos como la DANA, sequías, huracanes son normales, pero las condiciones climáticas que cambian de una manera tan acelerada provocan que estos fenómenos poco habituales sean más frecuentes y con mayor intensidad. El capitalismo no está ni estará preparado para afrontar lo que sigue. Es impensable dar mayor presupuesto a la acción contra estos fenómenos y más impensable pensar en la prevención, porque implica dejar de generar ganancias. Algo que va en contra de los principios del capital.
La única manera de disminuir el impacto del cambio climático es transitar a energías con menor impacto. No “limpias” porque la única energía limpia es la que NO se genera. Sin duda los combustibles fósiles se agotarán, y además son la causa de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, es imposible saltar de una economía que se mueve con base a combustibles fósiles a otro tipo de generación de un día a otro. El cambio o la transición tiene que ser bien planeado comenzando con definir “transición energética”.
La transición energética soberana es posible desde el punto de vista tecnológico y organizativo, pero no dentro del modelo capitalista, como ha quedado demostrado. A pesar de estar contemplada en algunas leyes, dicha transición carece de una definición clara, lo que deja su interpretación al imaginario colectivo. Esta ambigüedad ha favorecido a grandes corporaciones transnacionales, cuyo dominio sobre los recursos petroleros les ha otorgado una influencia significativa sobre los gobiernos de diversos países. Ejemplos de estas empresas incluyen BlackRock, Iberdrola, Naturgy y Exxon.
En México, un caso emblemático ocurrió el 11 de abril de 2022, cuando se evidenció el cinismo de algunos legisladores del bloque “Va por México”. Durante una sesión, la diputada del PAN Edna Gisel Díaz Acevedo fue captada conversando con Paolo Salerno, coordinador del comité de energía de la Cámara de Comercio Italiana y cabildero de ENEL, una empresa italiana que también es propietaria de la española Endesa. Ese mismo bloque, compuesto por los partidos PAN, PRI, PRD y MC, votó en contra de la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica. Esta iniciativa buscaba limitar los privilegios de las empresas privadas y devolver al Estado el control sobre sectores estratégicos, control que se perdió tras la reforma energética impulsada por Enrique Peña Nieto en 2014.
Entre los aspectos más relevantes de la propuesta inicial del gobierno del expresidente Andrés Manuel López Obrador se encontraba la elevación de la Transición Energética a rango constitucional. Asimismo, se buscaba declarar como Áreas Estratégicas de Desarrollo a las industrias necesarias para llevar a cabo esta transición en México.
Lo anterior nos abre el panorama para concluir que no es una crisis por la DANA; es la DANA dentro de una crisis climática. Una crisis que deriva del sistema capitalista depredador, cuyas causas son (entre muchas otras), la alta emisión de gases de efecto invernadero y cuyos negocios “verdes” sólo buscan posicionarse para el beneficio del bolsillo de unos cuantos.
La lucha contra el cambio climático no es solo ambiental, también, política y económica. La crisis climática es un síntoma de un sistema depredador que prioriza el beneficio económico a corto plazo sobre la sostenibilidad a largo plazo y el bienestar de las personas. Abordar este problema implica no solo transitar hacia energías más sostenibles y sustentables, sino replantear las bases del modelo económico que ha generado y perpetuado esta crisis.
¡Menos lucro, más acción, contra el cambio climático y la destrucción!
¡Por justicia climática y social, el modelo capitalista debe terminar!
¡Transición energética soberana y bajo control obrero!
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