Alfredo Herrera Valdivia
La educación es un fenómeno súperestructural, divide el trabajo manual e intelectual; esta división refleja la división de la sociedad en clases antagónicas. La institución académica es tomada por la clase dominante, y la utiliza según sus intereses. La educación superior históricamente ha recurrido a una metodología donde el papel del estudiante es memorizar mecánicamente, desarrollando una reproducción del pensamiento y especialización del estudiante.
Históricamente en México el acceso a las instituciones de educación superior ha sido complejo, existen filtros que impiden a los estudiantes ingresar en las principales escuelas públicas más representativas del país. La Universidad Nacional Autónoma de México es la universidad con más demanda actual, la demanda de aspirantes en 2018 asciende a 148 mil 500 solicitudes para ingresar a una de las distintas facultades.
Para tener el derecho de estudiar en la UNAM, existe un filtro, “el examen de admisión”. Implementado en los tiempos del rector Ignacio Chávez, quien reiteraba que a la Universidad deberían ingresar sólo los mejores, en el sentido de pocos y bien seleccionados. Es necesario cuestionar esta selección de estudiantes, el método actual no es equitativo, no incluye a las personas de los diferentes sectores de la población, no apela a tener a los “mejores estudiantes” sino a las personas que han contado con las oportunidades necesarias para ingresar. La educación básica tiene un alto índice de deficiencia, la descomposición en el sector educativo ha dejado sin preparación a muchos jóvenes que radican fuera del área metropolitana, no existe el mismo nivel para las diferentes áreas del país, por consecuencia no existen las mismas oportunidades de ingreso, otra vertiente que lo visibiliza es el pase reglamentado de las preparatorias y CCH´s de la UNAM, existe una ineficacia en el método de admisión actual.
El próximo presidente de la República Mexicana, Andrés Manuel López Obrador se ha pronunciado a favor de la eliminación de los exámenes de selección, poniendo fin a 30 años de restricción y marginación de las universidades, siguiendo el ejemplo de la UACM “donde no hay examen de admisión, pese a que son 14 mil demandantes y menos de 4 mil lugares disponibles”(1) mejorando la capacidad de igualdad en el acceso.
Desde la Juventud Revolucionaria aplaudimos esta iniciativa, pero sostenemos que se ha invisibilizado otros problemas, como la falta de nuevos planteles para el abastecimiento de la demanda estudiantil, la situación precaria y pérdida de derechos laborales.
La situación laboral para un recién egresado es precaria. Ésta no sólo involucra al salario sino también las prestaciones, condiciones de contratación, la duración de la jornada laboral, jubilación, seguro social, etc. Estudios recientes del ENJUVE (Encuesta Nacional de Juventud) apuntan que los jóvenes asalariados se encuentran en empleos de precariedad moderada a muy alta; siendo que sólo la tercera parte está situada en un empleo con bajas o nulas condiciones de precariedad(2). La falta de oportunidades al insertarse en el sector laboral de los recién egresados en su área de estudio, genera que busquen oportunidades en otros sectores. Es aquí donde las participaciones de las empresas transnacionales trasgreden los derechos de los estudiantes recién egresados, con la justificación de brindar experiencia laboral, se explota en jornadas laborales largas y mal pagadas, incluso existen contratos temporales donde se despide al trabajador para que éste no genere antigüedad.
La tendencia por parte de los gobiernos mexicanos hacia un modelo neoliberal ha ocasionado los saqueos que afectan a los jóvenes y trabajadores mexicanos. Los altos funcionarios y empresarios privados se benefician de estos saqueos, un ejemplo claro son las Afores, las cuales utilizan el ahorro de sus trabajadores como capital en inversiones privadas, por ejemplo el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Las conquistas ganadas por los sindicatos combatientes y sus trabajadores se han ido perdiendo poco a poco, con el régimen anterior de pensiones, nadie recibía, tras 500 semanas de cotización en el IMSS o en el ISSSTE, menos de 40% de su último salario. Con el nuevo modelo, basado en cuentas individuales, se van a necesitar al menos 1,250 semanas para recibir un máximo del 30% del último salario(3).
Un escenario nuevo se abre en la vida política del país, desde la juventud revolucionaria hacemos un llamado a organizarnos y luchar para transformar la realidad mexicana. Luchar por la eliminación del examen de admisión para recibir la demanda estudiantil, pero con la infraestructura necesaria para alojarlos, también luchar para que exista una transición a un modelo fiscal y laboral donde los jóvenes trabajadores recuperen las conquistas históricas que han contado viejas generaciones.
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