Isadora Fragoso y Mitzy Corona
Vivimos dentro de una estructura que enseña que las mujeres somos un objeto de consumo, un objeto que puede ser desechado en cualquier momento; vivimos la normalización de la violencia en los medios de comunicación, en las instituciones estatales cómplices de la impunidad y en los marcajes de clase en la obtención de justicia, con asesinos que tienen el poder para evadirla, y víctimas de la clase explotada y oprimida que es relegada. Toda esta violencia llevada a una de sus consecuencias más brutales se expresa en los feminicidios, que en Latinoamérica nos arrebata la vida de doce mujeres al día, y diez en México, volviéndose un imperativo político seguir visibilizando la raíz de ésta violencia feminicida y exigir justicia para las mujeres asesinadas en todo México y América Latina.
DE CIUDAD JUÁREZ A LA ACTUALIDAD EN EL PAÍS
Históricamente es en 1993 cuando comienzan los registros oficiales de casos de feminicidio en Ciudad Juárez, Chihuahua, con la publicación a nivel nacional e internacional de noticias de mujeres asesinadas y encontradas en terrenos baldíos, zonas desérticas y áreas deshabitadas en las periferias de la ciudad. Ya para 1998 existían organizaciones de familiares de víctimas en busqueda de justicia para las mujeres a las que les habían quitado la vida. “Voces sin Eco”, uno de los primeros referentes de lucha contra el feminicidio, diseña una campaña gráfica de protesta política que consistía en pintar cruces negras sobre un fondo rosa en espacios públicos de Ciudad Juárez, buscando visibilizar a todas las víctimas de feminicidios, en respuesta a un Estado que criminalizaba (y criminaliza) a las mujeres, culpandolas de su asesinato y justificando a los asesinos. Actualmente, madres y familiares de mujeres asesinadas siguen exigiendo justicia, y desde los demás estados del país hemos y seguiremos haciendo eco de su voz.
Lo vivido en Ciudad Juárez desde la década de los noventa persiste y se agrava con los feminicidios reconocidos en el Estado de México, que a pesar de la declarada Alerta de Violencia de Género, es la segunda entidad con mayor cantidad de feminicidios a nivel nacional después de Veracruz. Como en Ciudad Juárez durante sus años más crudos, las mujeres de los demás puntos del país hemos vivido un repunte de violencia contra nuestras vidas.
VISIBILIZACIÓN DE LA VIOLENCIA
Ya casi tres décadas de los primeros casos de feminicidios registrados oficialmente, y por primera vez en Ciudad Juárez, la violencia estructural que atenta contra la vida de las mujeres va en aumento en todo México. En lo que va del año 1,199 mujeres han sido víctimas de feminicidio en el país, es decir, en promedio cada dos horas y media una mujer es asesinada en México por el sólo hecho de serlo. Estos números ya ni siquiera nos sirven para dimensionar cuantitativamente el grado de violencia, pues no hay cifras exactas de los feminicidios a nivel nacional, los estimados son diferenciados entre los datos recolectados por instancias policiales o gubernamentales (donde se invisibilizan o disfrazan de suicidios), y las organizaciones independientes.
La gran mayoría de estos casos quedan impunes y las vidas de las mujeres son reducidas a un número y no a quienes fueron en vida, por esto es por lo que también luchamos, porque cada mujer víctima de feminicidio tenga justicia y no sea olvidada: son vidas, no cifras. En este sentido, una cuestión importante para hacer frente a la violencia feminicida es, además de evidenciar el problema y sus raíces, conocer a la víctima de feminicidio por quién era y no por lo que hicieron de ella, mostrar sus rostros en vida, no exponiéndolos en fotografías del cómo atacaron sus cuerpos, nombrarlas.
La apropiación de los espacios públicos, murales y calles, nos han servido para denunciar la situación de violencia que como mujeres vivimos. Desde esos espacios y desde la independencia política es que las mujeres seguiremos luchando en contra de la violencia heteropatriarcal que nos está matando, manteniendo viva la memoria de las compañeras que nos han arrebatado, exigiendo que haya justicia para todas las mujeres asesinadas y un alto a los feminicidios a nivel nacional.
LOS FEMINICIDIOS EN LA 4T
La expresión más brutal de la violencia machista que es sostenida por este sistema capitalista heteropatriarcal sigue siendo soslayado por el gobierno actual -y más allá de los intentos de capitalizar y cooptar el movimiento de mujeres-, asegurar el acceso a la justicia y nuestras vidas no ha sido una prioridad para el gobierno de la 4T. Para muestra de ello sólo hace falta analizar el discurso de Andrés Manuel López Obrador, en el marco de la presentación de su primer informe de gobierno, en ningún momento mencionó la fuerte ola de violencia que arremete contra nuestros cuerpos.
Dentro del Plan Nacional de Paz y Seguridad, la política de seguridad respecto a la violencia hacia las mujeres está casi ausente. Alegando a una construcción de la paz desde el gobierno federal, las estrategias de seguridad se centran en el fortalecimiento de las fuerzas armadas y policiales, mismas que históricamente han demostrado ser parte de quienes perpetúan la violencia hacia la clase explotada, lo cual quedó claro cuando se dio a conocer en el mes de agosto, la denuncia de un caso en que elementos de la policía violaron a una menor de edad en Azcapotzalco.
Así y a pesar de que los casos de feminicidios han ido incrementándose, el centro de atención a nivel gubernamental está lejos de buscar realmente detener la violencia hacia las mujeres. Los pocos avances que hemos conseguido en materia de justicia han sido fruto de las mujeres que hemos salido a movilizarnos a las calles a exigir que las autoridades hagan su trabajo. Será sólo desde un movimiento activo de mujeres con independencia política y crítico de los gobiernos progresistas, que seguiremos avanzando en la obtención de justicia.
EL SISTEMA CAPITALISTA HETEROPATRIARCAL, RAÍZ DEL FEMINICIDIO
Es necesario que la problematización del por qué de los feminicidios se planteé no sólo a nivel individual que, sin dejar de ser importante, debe ser situado en el contexto actual. Como una expresión más de la violencia que a diario vivimos las mujeres con acosos, abusos sexuales, golpes, desapariciones y muchos más, los feminicidios representan otra de las formas de violencia hacia las mujeres, en las que no obtenemos la verdad ni la justicia por la que hemos luchando hace décadas.
Como vidas y cuerpos históricos es necesario visibilizar públicamente que en México asesinan y desaparecen mujeres, que en su gran mayoría son jóvenes, morenas, indígenas, migrantes y pobres, lo que convierte al feminicidio en un problema de género, raza y clase. El sostén de la situación actual de violencia hacia las mujeres es una estructura heteropatriarcal dentro de un sistema capitalista que la crea, sostiene y perpetúa. Este sistema que nos violenta es contra el que nos seguimos movilizando y ante el que sostenemos que es necesario construir un movimiento organizado de mujeres con perspectiva de clase, pues la violencia contra nosotras no se detendrá hasta que destruyamos el sistema político, económico y social que la sostiene.
A 10 años de la fundación de Rosas Rojas, seguimos luchando en contra del sistema capitalista, para que cada mujer víctima de la violencia feminicida sea nombrada, porque nos negamos a seguir siendo una cifra más objeto del heteropatriarcado, y porque lucharemos hasta que la vida nos alcance y nos encuentre libres de la estructura que nos mata.
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