Frida E. Casas Arriaga
La industria sexual lleva alrededor de sesenta años en el mercado con un gran ascenso a lo largo del tiempo en países capitalistas y neoliberales, en donde se ha convertido en una estrategia de desarrollo para la economía global. Esta industria con políticas y una economía de mercado basado en la propiedad privada, el cual después del narcotráfico y el tráfico de armas es uno de los negocios más redituables del mundo que perpetúa el sistema patriarcal, reduciendo los cuerpos de las mujeres a ser mercantilizadas y cosificadas. Estos negocios se han transformado en una enorme industria con un modo de funcionamiento propio de una gran multinacional.
La trata de personas con fines de explotación sexual, venta de artículos sexuales, burdeles, vientres de alquiler, y pornografía, entre otros, configuran una industria que en su mayor parte se desarrolla en el marco de la economía ilícita. Reflexionar sobre la industria sexual en tiempos de economías globales es revelar su relación con el sistema neoliberal. Desde Rosas Rojas decimos con firmeza que la industria sexual se tiene que abolir, ya que sólo perpetúan una extrema opresión capitalista-patriarcal hacia las mujeres.
La trata de personas con fines de explotación sexual es una expresión paradigmática de la violencia contra las mujeres pues las principales víctimas son mujeres jóvenes y adolescentes. Es una forma contemporánea de esclavitud y lejos de desaparecer se ha vuelto más común. Las características que constituyen el perfil de las víctimas de trata no se reduce a un sólo aspecto de la realidad, los rasgos que componen este perfil tienen que ver con el sexo, la edad, la nacionalidad, la lengua, el grado de escolaridad y el entorno familiar y social, por mencionar los de mayor relevancia. Hacer hincapié en estos factores es de gran importancia, ya que desconocerlos puede generar prejuicios y crear estereotipos entre la población en general acerca de las víctimas de trata, lo cual puede llevar a desviar la atención de otros aspectos de mayor importancia.
La trata de personas es un fenómeno que afecta tanto a mujeres como a hombres; no obstante, siguen siendo las mujeres el grupo de mayor incidencia de este fenómeno: La OIM (Organización Internacional para las Migraciones) indica que en términos porcentuales, más del 80% de la población que asisten en torno a la trata de personas son mujeres, mientras que los hombres constituyeron poco menos del 20%.
Así, la mayoría de las víctimas son mujeres de entre 8 y 22 años de edad, provenientes de zonas rurales y suburbanas y países centroamericanos; característica importante para comprender que la trata y explotación sexual no es una elección al menos de libre albedrío y voluntad propia. Eso sin dejar de lado que la captación de mujeres, víctimas de trata con perfiles específicos, tiene un trasfondo económico para los padrotes y tratantes.
La trata con fines de explotación sexual también es un problema de clase.
Dejemos de llamar “libertad sexual” a la explotación sexual, la mayor parte de la población que “vende sus cuerpos”, se encuentra en situación de explotación sexual y opresión. Tampoco es casual que la mayor parte de esta población sean mujeres: resultado de la demanda y consumo de países patriarcales y machistas que producen y reproducen roles de poder.
Como se mencionó con anterioridad, la industria sexual es uno de los negocios mejor remunerados del mundo, pero para que este negocio prospere tienen que existir un consumidor. Es así como a lo largo de los años se enseña por todos los medios que alguien tiene que tener el poder y control sobre otra persona, que los cuerpos de las mujeres se pueden comprar, que es un derecho satisfacer necesidades urgentes de placer sexual. La prostitución es una institución fundacional del orden heteropatriarcal, que tienen como finalidad garantizar el derecho de los hombres a acceder sexualmente al cuerpo de las mujeres para así satisfacer sus deseos de poder.
Pornografía: la propaganda del patriarcado
La pornografía es una manifestación mediática de la violencia sexual contra las mujeres, su hegemonía de carácter patriarcal produce la hipersexualización de las mujeres.
Rosa Cobo en su libro “La prostitución en el corazón del capitalismo” señala la importancia de la industria de la pornografía, cuya expansión la convierte en un fenómeno de masas, que ha dado pauta a la pornificación de la cultura y constituyendo un elemento de (des)educación sexual, ya que todo material pornográfico se centra en el coito y la violencia sexual. De tal manera que se nos dice cómo “disfrutar” de posiciones para ser penetradas y de sexo sin placer para las mujeres, buscando únicamente satisfacer a los hombres. Un modelo de sexualidad androcéntrica y patriarcal que se aprende y que encuentra en la prostitución un espacio para recrearse.
Los medios de comunicación, la publicidad, el cine, la televisión, influyen en el comportamiento de las personas y condiciona los hábitos de consumo. Es por ello que somos bombardeados con estereotipos sobre prácticas sexuales, siguiendo líneas de violencia y roles de poder que intentan constantemente normalizar cualquier tipo de violencia sexual. Claro, cuando te acostumbras a ver imágenes de mujeres estranguladas para tener que excitarte necesitas tener acceso a nuevas formas de placer. Esto sólo responde a intereses económicos y políticos de quienes los promueven para generar más consumo mediante el placer sexual.
A los países, empresarios y personas que generan riquezas inimaginables por este medio sólo les interesa generar dinero a costa de todo y tener consumidores. No están preocupados porque los hombres ejerzan su falso derecho a satisfacer sus necesidades “naturales”, ni están interesados mucho menos en que las mujeres se empoderen y ejerzan su “libre sexualidad” transgrediendo los “límites morales”.
La pornografía es otro tipo de violencia ejercida hacia las mujeres con fines políticos y económicos claramente inclinados a seguir reproduciendo la propiedad privada y la familia patriarcal.
Los vientres de alquiler como propiedad privada y comercialización de funciones humanas básicas
Históricamente las mujeres hemos tenido un doble valor de uso en las sociedades estatales; el sexual y nuestra capacidad reproductora. Los vientres de alquiler son otra forma de explotación y mercantilización sobre el cuerpo de las mujeres, un mercado de compra y venta de óvulos en donde los ricos compran y las mujeres pobres venden.
La maternidad subrogada somete a condiciones contractuales la concepción, gestación, nacimiento y posterior entrega de una niña o niño a los contratantes del servicio. Además explota a las mujeres que son contratadas para la gestación, favoreciendo el tráfico mercantil de material reproductor.
La gestación subrogada se convierte en la procreación de seres humanos como un servicio industrial, los cuales más allá de ser gestados para ser criados (y todo lo que implica para las mujeres física y emocionalmente), son gestados para otros fines como la venta de órganos y la industria sexual.
A principio de Octubre 2019 varios medios de comunicación publicaron notas sobre el rescate de 19 mujeres embarazadas, de entre 15 y 28 años, en una “fábrica de bebés” para ser vendidos en Nigeria, un país donde actúan importantes redes de tráfico de seres humanos, pero donde también la pobreza golpea con fuerza. Algunas mujeres habían acudido por necesidad económica, pero otras mujeres habían sido secuestradas y obligadas a gestar para luego vender a los bebés por 300 mil nairas (760 euros/820 dólares) si eran niñas y por 500 mil (mil 265 euros/ mil 370 dólares) si eran varones. Un bucle infinito entre la compra y venta de cuerpos de mujeres, niñas y niños, y claro, de posiciones de poder.
Pasa lo mismo que con la prostitución para quienes defienden la subrogación de vientres, argumentan que la maternidad de alquiler se ha convertido en una práctica “transgresora” y subversiva que desafía los modelos conservadores “anticuados”. Sin embargo no hay un análisis crítico sobre lo que todo esto conlleva, sobre las violencias que esto implica, el seguir reproduciendo la idea patriarcal y capitalista en donde los cuerpos de las mujeres están siempre a merced para quien quiera y pueda pagar por ellos.
Nuestra posición es abolicionista porque no podemos perpetuar ni permitir ningún tipo de violencia ejercida hacia las mujeres, porque nuestros cuerpos no son mercancía, ni están a la disposición de nadie. No estamos a favor de seguir reproduciendo ideas y comportamientos patriarcales que sólo alimentan a sociedades machistas y capitalistas, ni estamos a favor de seguir reproduciendo roles de poder en donde siempre la mujer pobre es quien tiene que sacrificarse por el placer y bienestar de los demás.
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