Zaira Chavarín Miranda
El lesbofeminismo, lesbianismo feminista y feminismo radical, han aportado algo muy valioso a la lucha feminista, y es el amor entre mujeres. Significa un alesbianamiento entre las compañeras que luchamos contra el patriarcado y el capitalismo.
La fundación del patriarcado se desarrolló mucho antes de la entrada del capitalismo, pero es en éste donde se fortalece y se legitima con mayor fuerza de la mano del régimen heterosexual. El sometimiento y subordinación de las mujeres ha sido una lógica donde históricamente hemos sido vistas como medios para la reproducción humana, placeres y cuidados al servicio del heteropatriarcado. Desde hace quinientos años hasta la actualidad se expresa en las instituciones del matrimonio, concubinato, maternidad, heterosexualidad, coito, la familia, crianza, doble jornada de trabajo sin paga, que tienen un papel muy importante como perpetradoras del sistema capitalista y patriarcal. Debemos entender su dimensión estructural, que son valores e instituciones que sustentan el poder heterosexual y viceversa asegurando la lealtad, servicios y sumisión emocional y erótica a los hombres.
Nuestro alesbianamiento lucha contra la heterosexualidad obligatoria, no sólo como orientación sexual, ya que además de ser un emparejamiento normalizado dentro de las sociedades, implica toda una imposición política de socializarnos a las mujeres para amar al patriarcado y a los hombres. Este régimen recae en las normas jurídicas, morales, laborales, de salud pública, educativas, etc. que van desde una superestructura socioeconómica hasta tocar dentro de nuestra cotidianeidad.
No nacemos heterosexuales, nos hacen.
No nacemos lesbianas, nos hacemos.
El lesbianismo es justo la rebelión integral contra la imposición de todas esas instituciones sistemáticas heteropatriarcales. Seguir ese proyecto político entre las mujeres es un pacto de alianza entre nosotras, RECONOCIÉNDONOS en las violencias económicas, materiales, intelectuales, sociales, políticas, emocionales, físicas y psicológicas que compartimos.
El amor político entre mujeres no es sinónimo de afecto, cariño incondicional, ni amistad; abarca toda una dimensión de ética en la manera de relacionarnos y vernos en el mundo. Sabernos junto a la otra como vanguardia antisistémica contra el patriarcado y el capitalismo, es la complicidad de contraponernos a la estructura patriarcal.
Se trata de un asunto político, no sexual. Es el amor político por otras mujeres que empieza desde una misma hasta extenderse en las otras. El lesbianismo implica pisos éticos mínimos dentro de la forma en que nos relacionamos las mujeres. Reconocer(nos), comprender(nos) y escuchar(nos), agradeciendo(nos), responsabilizar(nos) en nuestra palabra, dando valor y legitimización a las acciones, saberes y políticas que construimos; mirándonos a los ojos sabiendo que nuestro enemigo es el mismo, y sabernos en la fortaleza para tirarlo. Pero tampoco es incondicional, no es una proyección romántica del amor patriarcal. Debe construirse desde el compañerismo, la reciprocidad, la crítica, reflexión y el acuerdo. Porque pronunciar nuestra palabra, el politizarnos, ya es un acto revolucionario cuando por siglos hemos permanecido silenciadas.
No es posible la lucha feminista sino es amando a las compañeras que luchamos siempre desde abajo y a la izquierda.
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