Jacobo Hernández e Isaías González
El 5 de noviembre se realizaron elecciones en Estados Unidos para elegir al presidente, vicepresidente y representantes de ambas cámaras legislativas. Como ya es costumbre, dos partidos se disputan estos puestos: el partido Demócrata con su candidata presidencial, Kamala Harris (actual vicepresidenta), y el partido Republicano con Donald Trump quien obtuvo la victoria electoral.
También se presentaron otros partidos en las elecciones, como el partido Verde y el partido Libertario. En estos casos el apoyo que reciben es minúsculo y para nada logran juntar los millones de dólares que los candidatos del partido Demócrata y Republicano gastan en sus campañas para influenciar a los votantes. Este dinero proviene en su mayoría de los distintos sectores industriales y grupos patronales que buscan influenciar a su candidato favorito con el objetivo de que una vez en el poder, estos candidatos defiendan sus intereses. En este proceso, la voz de la y el trabajador son claramente sofocadas ante el derroche de recursos provenientes de la explotación que realiza la clase capitalista hacia la clase trabajadora.
El sistema político estadounidense dista claramente de una verdadera democracia: el voto popular no es el que determina al ganador, en cada estado se elige más bien a un grupo de electores que son los que al final votan por el presidente y vicepresidente: el voto que da este grupo de electores no es proporcional al resultado del voto popular en los estados, sino, el candidato que gana el voto popular en cada estado gana el voto de todos los electores asignados a ese estado. Y dado que en la mayoría de estados existen fuertes tendencias al voto hacia uno de los dos partidos, la contienda electoral se concentra realmente solo en un puñado de estados donde existe ambivalencia en las preferencias de los votantes. Por lo tanto, las necesidades de los votantes en los demás estados generalmente se ven ignoradas. Las elecciones representan una falsa decisión para las y los trabajadores: es claro que ambos partidos, Demócrata y Republicano, representan a la misma clase capitalista, aunque a distintos sectores de ésta.
El partido Demócrata se le ha caracterizado por ser “progresista”, aunque, es un progresismo que se queda solo en el discurso. Ante una plataforma política carente de contenido, en las últimas décadas se ha visto arrastrado por la agenda del partido Republicano. Tan solo en políticas migratorias, el gobierno actual de Joe Biden endureció las medidas que Trump originalmente introdujo en contra de la inmigración, y que obligan a los que buscan asilo a mantenerse fuera del país hasta que sus solicitudes son aprobadas. Ni hablemos del apoyo incondicional que Biden ha dado al régimen sionista para cometer el genocidio palestino y provocar una guerra regional en Medio Oriente. Si bien Biden llegó al poder diciendo que apoyaría a la clase trabajadora y sus sindicatos, sus políticas han sido limitadas. Recordemos que proclamó ilegal la justa huelga de ferrocarrileros contemplada en el 2022, y que su partido falló al no movilizar a las masas trabajadoras para pasar la acta PRO, la cual ampliaría los derechos de los trabajadores para organizarse y realizar huelgas en solidaridad. Por último, es evidente cómo la inflación se ha comido los ingresos de la gente, y la vida se ha encarecido para la mayoría en estos últimos años sin que el gobierno ofrezca ayuda alguna. Mientras tanto, los demócratas se han dedicado a ignorar el problema y a decir que la economía va muy bien.
En las pasadas elecciones el partido Demócrata ya no buscaba proponer cosas tan “radicales”, ahora lo que le ofrecían a la clase capitalista es que las condiciones actuales de explotación se mantuvieran. Kamala Harris incluso habló de fortalecer la frontera para impedir el paso “ilegal” de migrantes, todo esto con el supuesto objetivo de atraer el voto de los republicanos moderados. También habló de defender el derecho al aborto y codificarlo en la ley federal, y de establecer ciertos programas sociales de alcance muy limitado en la forma de subsidios para la vivienda, seguro social, etc. Fue incomprensible por parte de Harris creer que la gente iba a votar por ella por políticas que bien podría estar implementando ahorita mismo como vicepresidenta. Lo que fue claro durante la todavía presidencia de Biden es que los demócratas tenian en el poder, los republicanos siguen teniendo el control sobre la agenda política, y no necesariamente a través del Congreso. La suprema corte de justicia ha estado dando la batalla por los republicanos, primero al invalidar el derecho al aborto a nivel federal, y posteriormente al atacar las instituciones reguladoras del gobierno federal, para así aumentar el poder de las cortes conservadoras y de los capitalistas en general, y entre otras cosas, eliminar la jurisdicción de los organismos laborales favorables a los sindicatos y trabajadores. En la primer presidencia de Trump la suprema corte de justicia se abarrotó con jueces conservadores, es totalmente claro que la corte obedece los intereses del gran capital, y los demócratas han decidido mantenerlo así.
La derrota de la candidata demócrata fue por ofrecer más de lo mismo. Trump conquistó las elecciones al volver a presentarse como el candidato que traerá un cambio al país. La elección del 2024 fue una repetición de la elección del 2016, cuando una Hillary Clinton demócrata se intentó mostrar como la voz de la razón, sin políticas concretas, ante un Trump que capitalizaba el descontento de las masas. Harris replicó el mismo discurso que en su momento utilizo Hillary, reducidas a confrontar y atacar a Trump para meter el miedo.
La victoria de Trump se comento en la critica a Biden, hablando sobre el impacto del encarecimiento de la vida, de los problemas de la economía, y en respuesta promete reducir impuestos e incrementar aranceles a importaciones para recuperar la industria nacional. Esto hace más eco entre la gente que los discursos sin contenido de Harris. Las propuestas de Trump fueron acompañadas de una retórica totalmente reaccionaria en contra de los migrantes con la que busca sembrar la división y generar un chivo expiatorio con el cual mantener a las masas controladas.
En el nuevo régimen de Trump la clase capitalista verá sus ingresos crecer con menores impuestos y una parte de la burguesía nacional se beneficiará de los aranceles. Es interesante cómo incluso parte de las minorías a las que Trump ha denostado en el pasado, por ejemplo los latinos y afroamericanos, votaron por él, ya que les interesan sus propuestas económicas y piensan que su discurso de odio no tiene impacto alguno. Pero es probable que cuando Trump llegue al poder, será de esperarse una persecución en contra de la clase trabajadora organizada en sindicatos y en contra del movimiento pro palestino, en una posible reedición de las purgas anticomunistas macartistas de los años 50 que actualmente ya está en proceso. Trump ha dicho también que planea hacer una deportación masiva de indocumentados con el fin de defender al país de una supuesta invasión de la que los migrantes son partícipes. Finalmente, se ha dado a conocer que gente cercana a Trump ha dado su visto bueno a la implementación del Proyecto 2025, un documento realizado por la Heritage Foundation donde se detallan políticas que verdaderamente acercarán al país al fascismo, con la eliminación del departamento de educación, la prohibición de sindicatos en el sector público, etc. Dicho eso, Trump personalmente se ha desligado de tal agenda y es incierto hasta que punto la lleve a cabo.
En el tema internacional es claro el aumento con la confrontación contra China y será su política predominante, la única posible diferencia siendo que los republicanos prefieren ya acabar con el conflicto en Ucrania para poder concentrarse en China. Ambos partidos también seguirán apoyando a Israel de forma incondicional para garantizar sus intereses en el Medio Oriente.
En conclusión, ambos partidos representan los intereses de la misma clase capitalista, no existe partido obrero alguno y el partido supuestamente más “allegado a los trabajadores”, el partido Demócrata, presentaron una candidata desconectada de las preocupaciones de la clase trabajadora. No fue ninguna sorpresa que en la pasada elección una parte de la clase trabajadora se haya dejado seducir por las migajas que tiro Trump. Mientras que los capitalistas que apoyan a Harris buscan estabilidad para seguir explotando, otro sector de los capitalistas ya no encuentra cabida en las circunstancias actuales de crisis del sistema capitalista y buscan extraer mayores tasas de ganancias con base en una mayor represión de la clase trabajadora a cargo de Trump. La tarea de los socialistas en Estados Unidos es la de crear un partido clasista que ya no dependa del partido Demócrata y de su control sobre las organizaciones sociales, y que revele de una vez por todas la falsedad de la democracia en un país donde los ricos tienen las puertas abiertas para comprar a cualquier político que les apetezca y el aparato legal los protege.
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