OPOSICIÓN A LA MEDIDA DE WASHINGTON

Felipe Calderón, triste figura quien fuera presidente de México por fraude electoral, encabeza hoy a la oligarquía junto a un renombrado grupo de Panistas y ex funcionarios del sexenio anterior, de Peña Nieto.

Si el lector anticipa un símil con grupos de oposición latinoamericana hasta en el atuendo, quizá no está equivocado. Los grupos en el poder, poco hábiles y nada originales, se han caracterizado por seguir una agenda dictada por los gobiernos estadounidenses en turno para continuar con su política colonial, en este caso, hacia América Latina.

Calderón fue un alfil de mil partidas. Su sexenio no sólo se caracterizó por haber irrumpido en el escenario de la historia a partir de un fraude electoral descarado, que ya era mucho, sino en seguir una agenda muy puntual que favoreció al vecino del norte en todo lo que quisieron utilizando la posición geopolítica de México y sus recursos.

Calderón lanzó una agenda para favorecer empresarios, el 1 de enero de 2007 iniciaría el año con un decreto presidencial para bajar las tarifas eléctricas en favor de ellos; mantendría intactos los decretos de condonación de impuestos y de doble tributación.

Calderón lanzaría una estúpida guerra contra el crimen organizado que sólo tuvo el resultado, en términos de combate al crimen, más de 120 mil asesinatos, la mayoría civiles que no tenían nada que ver en los enfrentamientos o con cárteles de drogas o que fueran parte de alguna actividad delictiva.

Fue el sexenio de los falsos positivos, donde miles de personas inocentes asesinadas por esa “guerra”, fueron reportadas como delincuentes por la Policía Federal y el Ejército; armando escenarios a la medida, sembrando armas y artefactos, para que nadie dudara que eran criminales.

El impacto de la guerra de Calderón realmente fue una reorganización de los carteles de la droga, en un negocio donde el Estado participaba favoreciendo la entrada de nuevas empresas de trasiego y distribución. Por supuesto, Calderón tenía sus favoritos como el cártel de Sinaloa y sus instrumentos, quienes le permitieron sembrar miedo en todo México por su brutalidad y por infundir terror a través de los zetas.

La reorganización de cárteles y rutas así como la política de terror sobre la población, fue un caldo de cultivo para todo tipo de prácticas delictivas que se incrementaron en el sexenio de Calderón, como la trata y tráfico de mujeres y niños con fines de explotación sexual, feminicidios, secuestros, tráfico de mercancías ilícitas distintas a las drogas, etc.

Calderón dejó una estela de más de 30 mil desaparecidos con su guerra, mismos que hoy siguen siendo buscados por familiares, amigos y organizaciones sociales. Además dejó convertido México en una gran fosa común hecha por cárteles y por instituciones como la Policía Federal y el Ejército. Toda una escuela de impunidad y violencia.

En el ámbito financiero, dejó a Pemex con una deuda de 1 billón de dólares, jamás terminó su prometida refinería bicentenario y demolió las arcas públicas, a pesar de que en su sexenio se reportaron los precios más altos del barril de crudo en más de 100 dólares.

Los excedentes petroleros los transformó en gasto corriente, en sueldos de altos funcionarios, en plazas sin estructura en la administración pública federal y en garantía de utilidades para empresas privadas y extranjeras.

No es casualidad que detrás de la imposición de gobiernos, quienes ejercen fuerte presión y violencia contra la población, lleguen empresas privadas y extranjeras, pues esa actitud del Estado frente a la población, se convierte en certeza de inversiones privadas. Fue el mismo caso que se utilizó durante la dictadura pinochetista en Chile.

Ahora bien, esta figura es muy parecida, por ejemplo, a Álvaro Uribe Vélez, ex presidente de Colombia, quien en un periodo similar desató las mismas prácticas en ese país, amparado en una guerra contra la guerrilla de las FARC y la del ELN y frente a lo que fue conocido como Plan Colombia, cuya idea geopolítica era la balcanización de la región para permitir un mayor control del gobierno estadounidense a partir de las bases militares instaladas en la zona.

Al igual que en México, donde un plan similar se llevó adelante conocido como la Iniciativa Mérida, el famoso Plan Colombia sólo trajo guerra y destrucción, hambre y miseria a la mayoría de los colombianos. Más aún Calderón y Uribe fueron piezas claves en la estrategia de violencia de Estado afín a los intereses de Washington incluso su cercanía rayó en la complicidad en el caso del asesinato de cuatro estudiantes mexicanos en Sucumbíos, Ecuador el 1 de marzo de 2008.

Pero esto que podría ser una coincidencia, no lo es. Se trata de la imposición de una agenda y de la creación de líderes de oposición, cuyo objetivo es golpear a favor de los intereses extranjeros desde el epicentro político de dichas naciones. Y esto es acorde al manual que implementa la USAID en toda América Latina.

El hecho de que ambos visten igual, Uribe y Calderón, con un atuendo que los hace ver trabajadores y a la vez serios, es parte de este mismo manual que entrena a líderes políticos todo el tiempo como Juan Guaidó, listos a las órdenes del imperialismo financiados con recursos de la Casa Blanca.

Calderón es eso, un títere violento y astuto. Un alfil que representa los peores recuerdos en la historia de México y de América Latina y esto es algo que el lector no debe olvidar.

Sector de Trabajadores – GAR

¡Cárcel para Calderón por genocidio!

¡Impongamos un programa de justicia por el pueblo frente a la conciliación y el olvido de AMLO! 


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