Octavio Ugalde y D.V.
¿Qué es el nearshoring?
El nearshoring es la estrategia de Estados Unidos para cortar su dependencia (bajo el modelo de la globalización capitalista) de China y trasladar su industria manufacturera y de alta tecnología. El modelo de colocación de industrias en China le permitió al imperialismo estadounidense gozar durante varias décadas de un aumento de las tasas de ganancia de sus empresas. Hoy la situación ha dado un giro y China se ha vuelto una amenaza para la hegemonía económica y política de los Estados Unidos, con la política de sacar sus empresas del país asiático y localizarlas en otros países “aliados”, sobre todo en México.
Voces en la derecha dicen que el nearshoring es una oportunidad que México debe aprovechar y dar todas las facilidades para la inversión extranjera, lo que implica la vuelta del fenómeno de las maquiladoras, la desindustrialización nacional, desregulación laboral y ambiental.
Voces en Morena también afirman que el nearshoring es una oportunidad y repiten casi el mismo discurso de la derecha panista. Claudia Sheinbaum ha manifestado que sí se dará entrada a la inversión extranjera “pero con planeación” y el presidente se ha manifestado contento y ve con buenos ojos la llegada de más inversión extranjera a México. Aquí salta una pregunta obligada: ¿qué tanto le beneficia a la clase trabajadora este tipo de inversiones?
El nearshoring y la 4T
La apertura a la competencia económica y al libre flujo de capitales son cimientos del sistema neoliberal que, contradictoriamente, el movimiento que llevó a AMLO a la presidencia ha luchado por desterrar del país. Los tentáculos del neoliberalismo se aferran ya no sólo con las expresiones políticas en decadencia de los partidos derechistas como el PRI, PAN y recientemente extinto PRD, sino, tienen más vigor y fuerza para permanecer con Morena y sus principales figuras como la presidenta electa Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard (futuro secretario de economía).
Morena “avanza con pasos lentos pero seguros” hacia una economía política que tiene como premisas una repartición más equitativa de la riqueza producida por la sociedad, a través de aumento de salarios, programas sociales, creación de fuentes de empleo. No obstante, esta económica política ha carecido, en este sexenio que termina, de una política industrial no solo por priorizar en programas asistenciales, sino, ha caído en el regulacionismo reformista sin un plan claro de rescate de la industria nacional que implique una panificación desde el Estado.
Este “avance lento pero seguro” tendrá una prueba de fuego durante el siguiente sexenio, ya que, para continuar con la profundización del proyecto de la 4T es necesario sentar las bases del crecimiento económico sostenible que pueda, por un lado, proveer los recursos que necesita el Estado para dar continuidad a los programas sociales dirigidos a la clase trabajadora, por el otro, mejorar los ingresos de la población. Es decir, se requiere un nuevo proceso de industrialización bajo la premisa de rescatar y consolidar las empresas del Estado tales como CFE y PEMEX. Para lograr este avance el principal obstáculo es el T-MEC que le impide al Estado mexicano intervenir para apoyar a las empresas nacionales y lo condena a depender de un sistema de industrias extranjeras parásitas.
Se han divulgado mitos sobre las bondades de la inversión extranjera, por ejemplo, que son grandes fuentes de empleo o que generan una derrama económica que beneficia a la economía. Las empresas que vienen a instalarse a México por el fenómeno del “nearshoring”, en su mayoría, son grandes transnacionales de alta tecnología que tienen sus procesos altamente automatizados que no requieren de grandes cantidades de mano de obra y que buscan incentivos. Es decir, beneficios fiscales como exención de pago de impuestos y pagar salarios bajos para poder así bajar los costos de producción y aumentar sus ganancias. Esto implica un sacrificio fiscal porque estas empresas no pagan impuestos en México, dado que, lo hacen en sus países de origen; durante décadas se ha tenido total laxitud para aplicar cualquier regulación ambiental, por lo que estas empresas no están obligadas a tomar acción por el daño ambiental que causan, ni tampoco por el daño social.
Estas empresas se amparan ante el derecho internacional cuando sienten que las acciones del Gobierno mexicano afectan sus ganancias. Basta recordar las demandas que interpuso Monsanto debido al decreto que prohíbe el uso de Glifosato en México por causas de salud pública o la amenaza de llevar a un panel internacional al gobierno mexicano en caso de aprobarse la reforma eléctrica en 2022. Lo ideal es reglamentar, ordenar, planificar, incluso priorizar y/o elegir cuales de estas inversiones realmente le convienen a México, sin embargo, esto no es posible porque el T-MEC lo impide.
Una estrategia para ordenar el crecimiento industrial, implica reglamentar la inversión extranjera y tener una política industrial propia. Y no aceptar indiscriminadamente inversiones extranjeras que afectan a las empresas nacionales o que impidan aplicar una política industrial que garantice la participación de las empresas mexicanas de capital nacional. De cara al proceso de revisión del T-MEC a realizarse en 2026, es necesario tener una idea clara del crecimiento económico e industrial deseado, para que el Estado mexicano pueda impulsar el desarrollo de las empresas nacionales y la creación de empresas de capital nacional, así como condiciones para el crecimiento de la economía social, sin las limitaciones que impone el T-MEC.
En 2026 se abrirá un proceso de revisión del T-MEC y el gobierno de EEUU ha dicho, en una actitud amenazante, que será una negociación muy dura. Como amenazándonos con el petate del muerto. Recordemos que al iniciar el sexenio de AMLO no teníamos estabilidad macroeconómica, ni seguridad energética, además, la renegociación implicará presionar al Estado mexicano a generar barreras de comercio con China y beneficiar las cadenas de suministro manufacturero, de servicios y energéticos al imperialismo Yankee.
La conquista de soberanía nacional no es sinónimo de reformismo, ¡es lucha por el socialismo!
La crisis capitalista de Estados Unidos como imperio hegemónico ha marcado la necesidad de la deslocalización de sus cadenas de producción y de servicios a países periféricos, es decir, dependientes a su economía y poder político, en este caso América Latina representa la región más importante de relocalización de sus cadenas de productivas y en especial México, que en este 2024 superó a China como principal socio comercial de Estados Unidos con quien mantiene alrededor del 80% de sus exportaciones; por otro lado, el nearshoring como estrategía neocolonial también implica la búsqueda de nuevos canales de suministro energético petrolero, gas, de litio (principalmente), minerales estratégicos que se encuentran especialmente en AL, medio oriente y este de Europa lo que a su vez acelera la ampliación no solo de bloques comerciales, sino, militares como lo hemos venido viendo con la reciente guerra en Ucrania y el genocidio emprendido por Israel como brazo armado del imperialismo nortemericano en medio oriente, intervenciones militares mediante las cuales busca establecer mecanismos de obtención de suministros energéticos a toda costa.
En México la situación no es diferente, ya que, la presión sobre el gobierno de la 4T ha generado que AMLO y Claudia Sheinbaum promuevan una especie de nearshoring llamándolo “Plan México” algo así como lo que Estados Unidos denomina “friendshoring”. Se busca reducir las importaciones chinas con el fin de que se produzcan ciertos productos en México mediante el modelo de inversión trasnacional y nacional en el país.
Para las y los socialistas es necesario comprender que el nearshoring es la estrategía neocolonial que Estados Unidos busca profundizar en México y en AL con el fin de combatir el ascenso de China como potencia capitalista mundial y que la salida no puede ser el reformismo, es decir, pintar de rostro bueno este modelo con tintes regulacionistas. Lo que se requiere es avanzar en una serie de reformas: fiscal, laboral, judicial y energética que pongan en el centro de la agenda, antes de la renegociación del T-MEC con Estados Unidos y Canadá. El rescate de la industria energética nacional: el agua, el petróleo, el gas y los minerales como el litio son de gran importancia, agregados, los derechos de la clase trabajadora los cuales han sido tremendamente flexibilizados mediante políticas de desregulación promovidas desde la firma del TLCAN ahora T-MEC; se requiere de una política fiscal que implique elevar la tasa de impuestos a las grandes riquezas en México nacionales y extranjeras, no obstante, estas reformas necesariamente deben pasar por una reforma judicial que implique la democratización de este poder en el cuál se han enquistado los intereses de los capitalistas como lo mencionamos con el caso de Monsanto o con Repsol quienes han intentado por todos los medios imponer su “derecho al libre mercado” antes que el derecho humano a la electricidad o a una alimentación sana. En el poder judicial debemos empezar pero se requiere profundizar en las reformas rumbo a la renacionalización de la industria energética y a conquistar una industria nacional planificada en la que podamos avanzar a una menor dependencia económica.
Estos retos no son sencillos por la presión de Estados Unidos que será irremediable, no obstante, por esta razón se requiere de la organización de las bases que han llevado a AMLO al poder y que ahora llevaron a Sheinbaum, en función de comprender que la transformación debe ir a la izquierda y sobre todo, que la transformación necesariamente rebasa los límites del reformismo y la conciliación con la derecha y los capitalistas, la transformación necesariamente pasa por conquistar los derechos laborales y nuestra industria frente a los intereses de los poderosos, esta es la tarea de la clase trabajadora en México, proteger “los avances” que se han obtenido en materia laboral, pero profundizarlos. El nearshoring en este sentido representa de nuevo la estrategia, no únicamente el rescate del imperialismo norteamericano ante su crisis productiva, energética, política y económica, sino, una apuesta también ideológica de hacernos creer que la inversión extranjera sin regulación es positiva, cuando lo que traerá es pauperización de los derechos laborales, la privatización y el desmantelamiento de la industria nacional.
¡Romper el TMEC y el imperialismo!
¡No somos una colonia norteamérica!
¡Luchar por el socialismo es luchar por la soberanía!
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