ANAYA, EL GRAN PERDEDOR DE LA JORNADA ELECTORAL

Al cierre de las campañas electorales, el candidato de la Coalición Por México al Frente sería el epicentro de una campaña de ataques, incluso desde las instituciones del Estado, por parte del gobierno de Enrique Peña Nieto. La respuesta a estos ataques es que Ricardo Anaya terminó con las expectativas de unificación política entre el PRI y PAN y los frentes que estos representan, misma que se había consolidado en el ITAM, en el aniversario de su fundación.

La noche del 1 de noviembre de 2016, Peña Nieto entregó un “reconocimiento” a Felipe Calderón, por sus “contribuciones al desarrollo político, económico y social del país”. Este reconocimiento fue entregado en la presencia de Alberto Bailleres, el patriarca del ITAM, quien durante el acto de entrega estuvo flanqueado por Aurelio Nuño, Peña Nieto y Miguel Ángel Mancera.

El reconocimiento de Peña a Calderón se produjo a un año de que Bailleres, recibiera la medalla “Belisario Domínguez”, promovida por el PRI y PAN en el Senado, y cuando Margarita Zavala, buscaba de forma cada vez más pública ser la candidata presidencial por el PAN. Fue un acto contundente que se terminó en ovaciones dentro del ITAM, diría el Diario Reforma, semillero de la burocracia federal de los gobiernos actuales.

Este amasiato como lo caracterizó la revista Proceso, representó el punto de acuerdo que facilitaría el proceso de unificación de ambos partidos, que hubiera significado una gran coalición de las derechas y quienes desde entonces ya veían con preocupación la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia. Todo iba bien para ellos hasta que apareció Ricardo Anaya.

Anaya escaló en el PAN, dio su aprobación pública a las reformas estructurales de Peña Nieto y se enraizó en las estructuras partidarias. Llegada la hora de definir candidaturas internas, Anaya demostró la consolidación de la estructura burocrática y las alianzas con otros partidos en agonía, que cuidadosamente estuvo procurando y construyendo al interior del PAN, para poder dejar de lado a Margarita Zavala, quien en la reunión del ITAM sería ubicada como la candidata de la coalición que frenaría a AMLO.

Margarita Zavala y los calderonistas finalmente dejaron el partido; todos vimos su triste desenlace como candidata independiente y el fraude que realizó para poder llegar a ser una aspirante a la candidatura.

Los calderonistas se fueron en masa a apoyar al José Antonio Meade. Porros como Javier Lozano se incorporaron a la campaña Priista y varias estructuras, información y recursos del panismo histórico se pusieron del lado del priismo. Sin embargo el daño ya estaba hecho.

Todavía a un mes de esta cita electoral se trató de realizar un acuerdo que unificara las coaliciones que encabezaban Anaya y Meade, sin embargo estos esfuerzos fueron truncos en tanto contradicciones internas debido a las estructuras de los distintos partidos bandera, por la composición de dichos frentes y por la defensa de los interese propios de los partidos.

Primero que nada, para garantizar el triunfo frente a Andrés Manuel López Obrador, quien debía encabezar la coalición debía ser un priista, es decir Meade. En términos de cálculos, sólo el PRI tiene la presencia nacional para dicho propósito; sería casi imposible garantizar que en lugares donde ni siquiera tiene presencia el PAN, los votantes históricos del PRI se hubieran inclinado por Anaya. Eso lo tenía bien calculado el PRI. Y estamos hablando de entidades políticas muy grandes como Guerrero, Oaxaca y Chiapas.

Anaya quebró la posibilidad de esa alianza al aferrarse a ser él quien encabezara la coalición, misma que representaría el voto duro de la derecha y de los sectores, mal llamados, de la clase media, los desmemoriados quienes pueden pasar por alto la gran fosa común en la que el panismo convirtió a México. También sería la coalición de amplios sectores populares y hasta sindicales representados por el PRI. Hasta nuestros lugares llegaron las fotografías de miembros del SME con representantes de la Coalición que encabeza el PRI en Puebla, Todos por México. Todo estuvo listo.

También hubo problemas domésticos y es que para el perredismo y para el Movimiento Ciudadano la gran alianza de la derecha los empujaba en representatividad política; y es que los grupos perredistas que hicieron alianza con el panismo, primero que nada, lo hicieron para garantizar su subsistencia. La gran coalición los hubiera dejado sin margen de proporcionalidad en la representación de los poderes públicos, que se traduce también en falta de recursos para seguir viviendo del erario.

PRD y MC junto con Panal y Encuentro Social, también presionaron para que la alianza no se diera; sin embargo los últimos podrían haber encontrado mayor resonancia en un acuerdo futuro que los primeros. Recordemos que a muchos sectores del panismo que apechugaron la alianza con el PRD, nunca estuvieron de acuerdo en que esa alianza no se hubiera dado con el PRI. Hubieran tenido la oportunidad de sacar a los perredistas a quienes siempre vieron con malos ojos.

Anaya hizo todo más difícil puesto que las instituciones que decidirían en una contienda cerrada y que han sido las que han convalidado fraudes como el del 2006 y la compra de la elección en el 2012, también estaban listas. Peña y los partidos hegemónicos tuvieron todo el s0065enio para ello. Toda la maquinaria necesitaba de una votación con 1% y 4% de margen de diferencia para hacer realidad los sueños de los jerarcas del ITAM y de los operadores del modelo de neocolonización de México a favor de los Estados Unidos

Aun así hubo intentos. Por ejemplo Bailleres trató de empujar el acuerdo que diera con la gran colación y ante el fracaso, aun así decidió financiar la campaña de Margarita e incidir en los consejos empresariales. También trató de frenar el voto entre los sectores populares a través de las campañas de miedo; o bien coaccionando a sus propios trabajadores y a los de los demás, junto con los dueños del dinero.

Por estas razones, la campaña de Meade fue muy fuerte contra Anaya en las últimas semanas, y el gobierno de Peña Nieto hizo lo propio al poner a disposición a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, así como a la Procuraduría General de la República, a presionar, revelar y “perseguir”(ja!), los negocios sucios de Anaya.

Por ello Anaya será el gran perdedor, por su ambición de poder y la burocracia corrupta que lo respalda; incluso ya se baraja la posibilidad de expulsarlo del PAN y sus propios militantes lo han denunciado penalmente; claro, con una gran mordida de lengua de por medio.

Los Panistas y Priistas son agrupaciones políticas serviles, acólitas de los distintos gobiernos estadounidenses a quienes han cumplido la agenda de forma puntual y expedita; incluso éstos los presionaron también hasta el final. Sin embargo, flanqueadas por intereses propios, no pudieron llegar a un acuerdo y es esa falta de voluntad política basada en la procuración de los intereses propios, la que complica las maniobras a favor de ellos este 1 de julio. AMLO lo dijo con claridad en el último debate en el Estadio Azteca, gracias a la falta de acuerdos entre las derechas y la ultra derecha, con todo el aparato institucional a favor de estas, hoy es posible el triunfo.

Pero Anaya pierde temporalmente. Al final lo que representa ganó en términos de posicionar a una figura joven que puede ser la bandera de la oposición política a un eventual gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador. La reacción de un sector de la juventud a favor de Anaya debe despertar alertas; la juventud tiene una vigorosidad tremenda sin embargo, también la falta de tránsito de la experiencia miserable del neoliberalismo es la que la hace no tener un marco de referencia inmediato y comprarse la feria de las ilusiones, con internet y blockchain.

Muestra de lo anterior es la respuesta de la juventud en la Universidad Ibero, cuna del movimiento juvenil Yosoy132. No en balde las primeras reacciones masivas a los gobiernos nacionalistas emergidos en América Latina, vinieron desde la juventud y esa, estamos seguros, será la apuesta de la ahora nueva oposición tan pronto terminen de decidir qué forma van a tomar; sin duda uno de sus líderes, ya está definido.


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