El pasado 1 de julio Andrés Manuel López Obrador (AMLO) arrasó contundentemente las elecciones presidenciales de México, mientras que su partido, Morena, prácticamente arrasó en los distintos cargos de representación política federal y las gobernaturas en disputa de distintos estados del país. En lo que podríamos caracterizar como una elección histórica, con una participación de más del 60%, la gran mayoría manifestó en las urnas el profundo rechazo a décadas de empobrecimiento, despojo y precariedad representadas por el PRI, PAN y PRD.
Es indiscutible que millones se arrojaron a las urnas motivados por el descontento y la necesidad de un rumbo distinto a la profunda crisis que generó el último gobierno del PRI. Peña Nieto pudo gobernar y aprobar las reformas estructurales gracias a la realización del Pacto Por México, generando en los hechos un gobierno de coalición que le dio vida y certeza jurídica a las más deseadas reformas constitucionales y legales promovidas desde Washington. Hoy el partido de Pela Nieto, el PRI, obtuvo menos del 17% de la votación nacional y representa la tercera fuerza política, con visibles daños en su estructura que podría llevarlo a su desaparición en el mediano plazo.
Legitimación de las instituciones
Aunque AMLO fue el candidato puntero durante este proceso, el fantasma de un nuevo fraude nunca abandonó la escena política. Desde que se fundó el hoy Instituto Nacional Electoral (antes IFE) en 1990, después del gran fraude que terminó imponiendo a Carlos Salinas de Gortari, esta institución ha sido de las más cuestionadas en su legitimidad, misma que pretende recomponer a partir de los resultados del 1 de julio por no haber concretado el fraude y celebrar las “elecciones más transparentes y democráticas” en la historia de México, según su titular.
El triunfo de Obrador sobre la base de una maltrecha confianza en la institución electoral que no puede recurrir al mecanismo del fraude por la masividad de la votación, da un nuevo respiro al INE y al conjunto de instituciones que han perpetuado el sometimiento de la clase trabajadora, generando un falso paradigma sobre la reciente elección popular. Tan sólo en el caso del estado de Puebla la jornada se vivió entre robo de urnas y violencia, y el Morenovallismo terminó siendo declarado ganador por la misma institución que da el triunfo a AMLO.
Frente al hartazgo y descontento así como la falta de alternativas, Morena capitalizó el descontento de las masas empobrecidas de este país. Desde su fundación, Morena no ha movilizado a sus bases en ningún momento clave del sexenio de Peña Nieto, por ejemplo, durante la aprobación de la Reforma Energética; limitando su actuar al escenario electoral y a la construcción de la estructura que le permitió presentarse en las elecciones. Morena, hemos insistido hasta el cansancio, no es un partido político, es un movimiento de carácter electoral.
Tan pronto se supo el resultado de la elección, AMLO llamó a lo que definió como “reconciliación”; lejos de esperar que ésta sea del gobierno que surge del descontento popular para con el pueblo pobre y explotado, todo apunta a que se trata de la reconciliación con los oligarcas y patrones que han sometido históricamente a la clase trabajadora.
Los diferentes coordinadores que AMLO ha colocado al frente de los espacios públicos como Alfonso Romo y Carlos Urzúa, han insistido públicamente en sostener el actual modelo de despojo y precariedad. Por ejemplo, Alfonso Romo, recientemente declaró que “México se convertirá en un paraíso para la inversión privada”; o que promesas como la disminución del precio de la gasolina, no tendrán luz a corto plazo, sino hasta que se realice la construcción de las nuevas refinerías y sobre la base del actual mercado de combustibles, según Carlos Urzúa.
Andrés Manuel también ha insistido en mantener los compromisos de sujeción con el imperialismo estadounidense, el más importante, el TLCAN; así como fortalecer las llamadas Zonas Económicas Especiales que representan no sólo despojo de territorio sino disposición de amplios recursos para el capital privado y extranjero.
Estas rápidas acciones que ha emprendido el equipo de AMLO han comenzado a ser cuestionadas desde distintas esferas de la base social de Morena y de sus votantes; sin embargo y pese a que AMLO ha insistido en que “escucha la crítica” ésta no se manifiesta en el cambio de la decisión política estratégica sino en acotar posibles funciones de quienes formarían parte de su gabinete.
Pero la masa que llevó al triunfo a AMLO, no quita la esperanza de que él pueda representar un cambio profundo, más allá de sólo una simple alternancia en la administración del Estado. El conjunto de instituciones del Estado, permanecen intactas y hasta legitimadas.
Conquistemos la independencia política
Es urgente y necesaria la unidad del conjunto de la clase trabajadora y demás sectores oprimidos en esta nueva etapa; si bien el gobierno de AMLO aparenta un respiro a la violencia que se venía perpetrando en todo el país, eso no significa que no se deba de avanzar con independencia política de su gobierno y que la movilización debe ser sustituida por las acciones que él pueda emprender desde la presidencia y la mayoría del Congreso de la Unión. Por ello es importante la permanente movilización con un programa de reivindicaciones inmediatas y urgentes para enfrentar la profunda crisis económica y social que se vive en México.
Y es que a pesar de que AMLO cuenta con la mayoría en las cámaras legislativas y en el territorio nacional, el retroceso en las reformas estructurales se ve muy lejos y cada vez más desdibujado de la realidad política que se vivirá en su sexenio.
Independientemente de las preferencias electorales, habrá que abrir camino en los distintos sectores para movilizarnos por nuestros reclamos inmediatos e históricos, mismos que no están en la agenda inmediata de AMLO ni de su equipo de colaboradores. Frente a la reconciliación con la oligarquía y los opresores, debemos anteponer la unidad de los trabajadores para convertir la manifestación política electoral, en un proceso de toma de conciencia muy profundo y dinámico que cuestione la raíz de los problemas presentes en México y la interrelación que éstos guardan con el imperialismo estadounidense.
La clase trabajadora y el conjunto de explotados y oprimidos, están haciendo una experiencia histórica fundamental. Sin sectarimos, debemos avanzar en el fortalecimiento de la conciencia política de las masas que han votado a AMLO, y luchar por un programa que ponga atención en la dependencia económica, política, social y hasta cultural de Estados Unidos. Un proceso que permita cuestionar de fondo las decisiones estratégicas que favorezcan a la ruptura de los lazos neocoloniales y alcanzar la independencia del vecino del norte.
Por una reforma política
Es urgente en esta nueva fase conquistar el derecho a presentarse en los espacios de representación política; el reciente proceso experimentado en México, marca como impostergable la necesidad de eliminar las trabas que impiden condiciones de competencia en los procesos de participación electoral.
Ante un escenario de desencanto, la derecha pro imperialista tratará de capitalizar el descontento en un tiempo relativamente corto, utilizando los aparatos institucionales salvaguardados en la elección del 1 de julio. Por ello es importante que esta reforma política garantice el derecho de cualquier organización o individuo a presentarse como una alternativa en las elecciones y sin control ni fiscalización por parte de los mismos partidos políticos hegemónicos, quienes dictan las reglas del juego.
Ha sido suficiente el tiempo en que hemos mantenido a generaciones de oportunistas y traidores de los bolsillos de los trabajadores, tenemos que incluir una reforma profunda para combatir realmente a la “mafia del poder” y debemos comenzar por despojar a la “clase política” de sus privilegios políticos y económicos.
Los socialistas del GAR le decimos al conjunto de explotados y oprimidos que no debemos desmovilizarnos y depositar toda nuestra confianza en AMLO; el gobierno emanado de estas elecciones históricas deberá enfrentarse con una movilización que planteé punto final al saqueo del territorio y recursos; el fin de las masacres y desapariciones; la recuperación del salario y el empleo; la estabilidad laboral y macroeconómica; juicio y castigo a los crímenes del pasado y cárcel a los represores y asesinos del pueblo; por el fin del TLCAN y el conjunto de reformas estructurales; por la libre autodeterminación de nuestro pueblo.
La historia reciente ha demostrado que no hay que dar un cheque en blanco al próximo gobierno; avanzar en la toma de conciencia de las masas y su organización para construir una alternativa obrera y socialista que permita conquistar nuestros reclamos inmediatos e históricos.
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