Unidad internacional de la clase trabajadora: la única salida contra el fascismo Trumpista

Jacobo Hernández y Octavio Ugalde 

El fin de semana pasado el presidente Donald Trump anunció la aprobación del aumento en aranceles del 25% a los productos provenientes de México y Canadá, como una medida de presión para alinear a dichos países a su política comercial y seguridad antiinmigrante. 

Igualmente, el presidente y empresario derechista Daniel Noboa de Ecuador anunció aranceles del 27% a todos los productos mexicanos que ingresen a su país bajo el argumento de que hay un “abuso por parte de México en la balanza comercial”. No cabe duda de la alineación derechista del gobierno de Noboa con EEUU a manera de presión a México. No hay que olvidar que junto con Nayib Bukele, presidente de El Salvador, y Javier Milei, presidente de Argentina, fueron invitados a la toma de posesión de Trump y han sido piezas clave en la aplicación de políticas pro imperialistas y anti obreras en sus países. 

Estos ajustes se materializan después de las declaraciones y amenazas de Trump hacia México como un país ligado con los carteles de drogas, principalmente los relacionados a la producción y distribución de fentanilo, así como al declarar que los migrantes provenientes de México generan crímenes en los EEUU. 

Sin embargo,  en respuesta a la aplicación arancelaria de EEUU a México, la actual presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, respondió denunciando las difamaciones y la relación directa de empresas farmacéuticas estadounidenses en la distribución de fentanilo. Asimismo, señaló la implicación de empresas armamentistas en la dotación de equipo a organizaciones que producen y distribuyen fentanilo, también de la relación indirecta del gobierno de no abordar la crisis en el consumo de dicha droga en su país. Ante lo cual, la presidenta respondió con el anuncio de un aumento del 25% de aranceles a productos provenientes de EEUU. 

Para poder tener claro cuál es la implicación que estás medias tienen para la clase trabajadora en México y en Estados Unidos es importante realizar un análisis marxista que permita identificar las características de la situación y de la correlación de fuerzas para dar una salida con una perspectiva socialista y revolucionaria. 

LOS TRATADOS DE LIBRE COMERCIO Y SUS CONTRADICCIONES

Con la firma del primer tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, el TLCAN, se dio por consolidada la destrucción de la industria nacional mexicana y la creación de una reserva de mano de obra barata producto del despido de miles de trabajadores del sector formal. Las empresas trasnacionales estadounidenses se establecieron así en México para gozar de las altas tasas de ganancias que conllevaba explotar a trabajadores que cobraban en un día lo que en Estados Unidos cobraban por hora, y cuyas condiciones permanecían precarias debido a los pactos de los sindicatos de protección con los patrones. Mientras los capitalistas estadounidenses de la industria manufacturera trasladaban sus fábricas a México para explotar la mano de obra barata, dejaban en Estados Unidos a miles de desempleados y a comunidades desarticuladas. De igual forma, bajo los tratados comerciales, las riquezas naturales del país fueron entregadas a las trasnacionales extranjeras para su completo saqueo, desechando ya cualquier pretensión de utilizarlas para desarrollar las capacidades productivas del país y mejorar las condiciones sociales. México acrecentó así su dependencia económica y tecnológica con Estados Unidos, y fue llevado a la sumisión total.

Los tratados comerciales eliminaron los aranceles que protegían los productos mexicanos, y las comunidades rurales marginadas sustentadas por la agricultura fueron destruidas por la competencia directa con la industria agrícola estadounidense, dando lugar a un éxodo masivo de la población hacia el país vecino del norte con el fin de encontrar mejores condiciones de vida. En Estados Unidos se perfeccionó entonces la subordinación de la mano de obra migrante por medio del uso del aparato policial y las constantes amenazas de deportaciones, creando ciudadanos de segunda clase cuyo reducido costo de contratación favorecía a los intereses de los capitalistas. No satisfechos con esto, la clase capitalista promovió el odio a los migrantes entre la clase trabajadora de Estados Unidos bajo el argumento de ser los causantes de la reducción general de los salarios, cuando siempre ha sido la insaciable búsqueda por mayores tasas de ganancia y explotación, la avaricia de la clase capitalista, la verdadera culpable. 

En el mundo actual, la creciente competitividad de las empresas chinas y su gran presencia en el mundo se ha traducido en pérdidas millonarias para las corporaciones estadounidenses, que, acostumbradas a dominar el mundo, ahora se ven obligadas a pedir ayuda de nuevo a su gobierno imperialista. Pero la utilización de aranceles, y el deseo de reconcentrar la capacidad productiva estadounidense dentro de sus fronteras llevará inicialmente a un encarecimiento general de los productos, al tener los capitalistas que rearticular sus cadenas de suministro y hacer uso de una mano de obra más cara. Eventualmente lo que vendrá será una ofensiva de los capitalistas en contra de la clase obrera norteamericana, a la cual tendrá que forzar a aceptar condiciones laborales similares a las de México para así mantener sus altas tasas de ganancias.

LA PRESIÓN ARANCELARIA Y EL NEXO DE ARMAS Y FENTANILO EN ESTADOS UNIDOS 

Trump mencionó que la imposición de aranceles a México era en parte debido al contrabando de droga, como el fentanilo, que se realiza desde México, y que el gobierno mexicano no ha querido detener debido a su supuesta colusión con los “cárteles” de droga. Trump pone como evidencia el caso de Genaro García Luna, aquel ex secretario de seguridad mexicano del periodo de Felipe Calderón, enjuiciado recientemente en Estados Unidos por su colusión con los “cárteles”, pero olvida la estrecha colaboración que tuvo por años con el gobierno estadounidense. Esto nunca causó revuelo aún cuando ya eran sabidos estos nexos criminales. 

La implicación es grave, ya que semanas atrás Donald Trump ordenó clasificar a los “cárteles” de la droga como organizaciones terroristas, permitiendo en la práctica operaciones militares dentro del territorio mexicano sin necesidad de pedir permiso alguno. Esta designación no es más que la continuación de la política imperialista de Estados Unidos en México y América Latina disfrazada de guerra contra las drogas, donde los objetivos nunca han sido el narcotráfico, sino mantener a las poblaciones sometidas. En todos aquellos países que se someten a las políticas de la guerra contra las drogas, como Colombia, México y Ecuador, el contrabando de drogas nunca se reduce, mas la violencia siempre repunta. Bajo un estado de guerra donde el enemigo no está bien definido, ya sean estudiantes protestando, o trabajadores en huelga, cualquier persona es un criminal potencial a conveniencia del aparato de seguridad imperialista, lo que resulta en ejecuciones extrajudiciales que nunca se investigan. Esto se convierte en un ambiente propicio para las trasnacionales quienes buscan explotar mano de obra barata en las maquilas, el campo y el sector comercial, donde el clima de violencia mantiene a las y los trabajadores en sumisión total, sin mencionar las mineras que utilizan los servicios de sicarios para desplazar comunidades enteras que se encuentran en sitios con minerales a explotar. 

Agencias estadounidenses como la DEA intervienen en México y en el transcurso desatan más violencia, dando con supuestos líderes narcotraficantes cuya captura produce centenares de muertos por el fuego cruzado. Efectivamente, mientras la DEA celebra sus “victorias” tranquilamente en Estados Unidos y mejora su imágen en los medios internacionales, nosotros pagamos con más muertos. Todo mientras detrás de la escena, los mismos funcionarios de la DEA administran el contrabando de drogas, como el caso del oficial de la DEA en México, Nicholas Palmeri quien ha sido señalado por sus nexos con el narco. Sin duda, los que salen ganando en todo este conflicto son las manufactureras de armas estadounidenses, que inundan al país con armas, dotando de las mismas a organizaciones dedicadas a la producción de fentanilo y extrayendo ganancias con la sangre derramada. Fue un dato revelador el que dió la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), la cuál expresó que “entre 2017 y 2021, se rastrearon más de 129 mil armas en más de 70 países, de las cuales 74% ingresaron ilegalmente a México”. Este dato aún es vigente, pues lejos de disminuir el tráfico de armas ilegales a México, éste ha aumentado y particularmente se benefician los “carteles” de droga.

No hay que olvidar que la crisis del fentanilo fue creada en Estados Unidos por farmaceúticas como Purdue Pharma que se vieron beneficiados con la venta sin regulación de sus analgésicos adictivos, y que nunca se han enfrentado a la justicia. Al gobierno imperialista no le importa abordar las causas sociales que llevan a la gente de forma desesperada al consumo de estas sustancias, de forma hipócrita utiliza el sufrimiento de su propia gente para justificar su intervención en nuestros países, porque al final eso le es redituable a todas las compañías que buscan con tanto anhelo los recursos naturales y mano de obra provenientes de México y América Latina. Con gobiernos que han representado una ruptura parcial a las directrices del país imperialista, como el de AMLO y Claudia Sheinbaum, Estados Unidos ha perdido cierto control que Trump pretende volver a obtener mediante amenazas económicas y militares. 

LA NECESIDAD DE LA RENACIONALIZACION DE LA INDUSTRIA MEXICANA 

La dependencia tecnológica y comercial de México a Estados Unidos se agravó tras la entrada del TLCAN, cientos de empresas nacionales se privatizaron, siendo subastadas a bajísimos costos y beneficio de grandes capitalistas. Otras ramas más desaparecieron para pasar a importar productos que antes se producían en piso mexicano. Todo lo anterior favoreció la descapitalización nacional, la liquidación de millones de trabajadores y su arrojo a la pauperización la cuál se va a profundizar tras la entrada en vigor de políticas de desregulación laboral, que implicaron mecanismos antiobreros de flexibilización de las condiciones y derechos laborales mediante la deslocalización  de ramas industriales de EEUU como la automotriz, la manufacturera, la de comercio y servicio las cuales se instalaron en México empleando a millones de trabajadores mexicanos pero bajo condiciones de superexplotación. Aunado a esto se presentó una transferencia de valor enorme pues los acuerdos comerciales ponían barreras arancelarias en México con el fin de obligar a exportar materias primas y en cambio importar productos provenientes de Estados Unidos, entre ellos tecnología industrial. 

Está dependencia género que en 40 años la industria nacional, energética, alimentaria, textil y agrícola pasará del control del Estado a empresas principalmente de Estados Unidos, favoreciendo un intercambio desigual y una desregulación en la planificación de la generación, producción y distribución de energía. También se dio primacía a la producción internacional, en la que la mano de obra campesina del país es clave, pues con los tratados comerciales el campo se vió afectado frente a la producción monopólica en Estados Unidos, llevando a millones de personas a tener que migrar y ser explotadas en sembradíos por su imposibilidad de competencia ante el monopolio agroalimentario norteamericano.

El desmantelamiento de la industria nacional y su privatización llevó a entregar prácticamente PEMEX y la CFE. Su paulatino desmantelamiento a la par del caciquismo charro de sus líderes sindicales, llevaron a estas dos grandes empresas estratégicas a ceder, en el caso de la CFE, la generación y distribución de energía con fines de hacer del derecho a la electricidad un derecho humano y no un monopolio de empresas que en nada les importa la planificación eléctrica nacional, sino su enriquecimiento a costa de nuestro territorio; por otro lado, en el caso de PEMEX, la empresa dejó de producir petróleo generando rondas de concesión a empresas trasnacionales bajo el argumento de que los privados iban a beneficiar con trabajo y con sus impuestos. El abandono de estas dos grandes empresas nacionales, implicó la privatización de la industria nacional, impactando directamente en los bolsillos de la clase trabajadora, mediante el aumento del costo de la gasolina, debido a que dejó de refinarse en México y el costo de la misma la ponían los privados. En el caso de la energía eléctrica, el impacto se dio en el incremento en el costo de la luz debido a que los privados negociaron con funcionarios corruptos de derecha la aplicación de tarifas insostenibles. El impacto también se evidenció tras los grandes apagones en el norte del país debido a la sobrecarga en el sistema nacional eléctrico, estas sobrecargas se debieron principalmente a que el Estado brindaba permisos sin primar la planificación y la capacidad del sistema eléctrico, costos que terminó pagando el pueblo trabajador y no los privados. Otro efecto de la privatización de la industria se dio a partir del despojo violento de comunidades completas por el hambre de las mineras y de proyectos industriales. Abandonar la industria petrolera generó dependencia de energía y tecnológica. Los yacimientos encontrados más que servir para beneficio y utilización de PEMEX terminaban siendo explotados por las trasnacionales para luego vendernos nuestros propios recursos.

Todo lo anterior, nos demuestra la necesidad de recuperar nuestra industria nacional, pero bajo control obrero, en donde se priorice la planificación del sistema energético en su totalidad para beneficio de la clase trabajadora. Es indispensable recuperar la capacidad de generación eléctrica de manera total por parte del Estado. La transición energética que actualmente pregona el gobierno de MORENA no se podrá lograr cediendo a los privados el mercado energético, sino que la transición necesariamente requiere de un cambio de modelo productivo en el que se produzca acorde a las necesidades del país y no del capital trasnacional. La transición energética no es igual a sustitución energética y ese camino necesariamente implica la Renacionalización total bajo control obrero y sin indemnización de todo el sistema energético que engloba los recursos estratégicos como el gas, el petróleo, electricidad, el litio, agua y demás minerales necesarios para la independencia energética en su conjunto. 

El rescate de la industria nacional no solo permitiría controlar el sistema energético sino que nos quitaría dependencia productiva en todos los sentidos, pues del petróleo, el gas, el litio, la electricidad, el agua y demás recursos estratégicos se desprende la producción de productos que actualmente importamos a costos altísimos, como herramientas industriales, automotrices, textiles, agroalimentarios, entre otros. Liberarnos de la dependencia es un camino que la clase trabajadora debemos buscar para quitarnos la camisa de fuerza a la que hemos estado sometidos históricamente y que nos impone el TMEC.

La Renacionalización energética en su conjunto bajo control obrero y sin indemnización es uno de los caminos que la clase trabajadora debemos plantear al gobierno como una salida frente al injerencismo fascista norteamericano y sus medidas arancelarias y comerciales neocoloniales hacia México.

LA UNIDAD NO ES CON LA BURGUESÍA ES CON LA CLASE TRABAJADORA 

La unidad de la clase trabajadora a nivel internacional frente al fascismo y al imperialismo son indispensables en estos momentos para combatir las políticas injerencistas de la burguesía industrial y financiera que el presidente Donald Trump está intentando imponer al conjunto de América Latina. 

La reciente aplicación de aranceles a México y Colombia bajo argumentos fascistas y anti inmigrantes; las declaraciones abiertas de Trump de volver a invadir el Canal de Panamá y los recientes acuerdos comerciales con Venezuela tras décadas de hostigamiento injerencista, ponen en evidencia la decadencia del imperialismo norteamericano ante el ascenso de China. La estrategía del imperialismo actualmente es la del proteccionismo de mercado y la guerra como mecanismos de defensa ante el crecimiento de los BRICS como polo económico mundial.

Es importante notar que ante las políticas injerencistas, la clase trabajadora se ha movilizado: en Panamá miles de trabajadores salieron a las calles en defensa de la soberanía del Canal encabezados por el Sindicato Único Nacional de los Trabajadores de la Industria de la Construcción y Similares (SUNTRACS) en respuesta a las intenciones expansionistas de EEUU; en Estados Unidos también miles de trabajadoras y trabajadores de al menos diez estados y ciudades, entre ellas: Nueva York, Washington D. C., Chicago y Los Ángeles, salieron a las calles llamando a no reconocer a Trump como presidente. En México, se hizo viral en redes sociales el llamado al boicot a empresas de servicios de EEUU como Walmart, Coca Cola y cadenas comerciales en respuesta a los aranceles anunciados.

Sin embargo, aunque el presidente Petro en Colombia y Claudia Sheinbaum se pronunciaron con discursos anti injerencias y súmamente patrióticos, resultará insuficiente mientras sigamos adheridos al TMEC y a políticas comerciales, militares e industriales que reproducen nuestra dependencia la cual impacta directamente hacia la clase trabajadora no sólo de México, sino en toda América Latina y en especial en Estados Unidos.

Es por ello, que desde el Grupo de Acción Revolucionaria llamamos a la unidad de la clase trabajadora de manera internacional para movilizarse contra las políticas injerencistas, xenófobas y fascistas promovidas por una burguesía reaccionaria bajo el rostro de Trump y aplicadas por los gobiernos en turno.

Llamamos a la clase trabajadora de EEUU a que la única salida frente a las políticas anti derechos, anti migrantes y antiobreras en su país sea la movilización y la huelga como armas de lucha para quitar a Donald Trump como presidente y conquistar un gobierno de las y los trabajadores. 

Para la clase trabajadora en México: es indispensable que nos movilicemos y llamemos a la renacionalización de la industria energética nacional en su conjunto como medida ante las intenciones injerencistas. No basta con negociar y alinearse a políticas de corte militar y comercial, en especial si éstas atentan contra la población migrante y la clase trabajadora: es urgente recuperar la soberanía nacional y ponerla en manos de las y los trabajadores. 

Una unidad que pueda maneter “intercambio entre iguales” no se puede establecer con las empresas ni con el gobierno de EEUU, pues ese intercambio en realidad es desigual. La unidad que se debe establecer es al interior de la clase trabajadora por la recuperación de nuestra industria nacional y disminuir nuestra dependencia al imperialismo.

¡Fuera el injerencismo imperialista de México!

¡Fuera la agenda empresarial privatizadora de México!

¡Renacionalización de la industria energética nacional en su conjunto bajo control obrero y sin indemnización!

¡Unidad de la clase trabajadora internacionalmente contra el facsismo! 


 

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